En ¡Salve, César! la dupla recrea la era dorada del cine estadounidense con una comedia ATP y un elenco de notables.
Por Pablo Strozza (@pstrozza)
Con el antecedente de Barton Fink en la memoria, que los hermanos Ethan y Joel Coen decidan volver a visitar el universo del Hollywood de los años 50 era un sinónimo cantado de opresión y oscuridad fílmica. Pero es bien sabido que a la dupla le gusta, antes que nada, desconcertar al espectador, y que esta cualidad es la más aprecian sus fans, que festejan todas sus películas como si se tratara de milagrosas apariciones religiosas. Entonces, a barajar y dar de nuevo, y que la visión de esa California de posguerra se transforme en una comedia, ese género (junto al policial negro) que ambos manejan a la perfección (recordar Educando a Arizona y El gran Lebowski). Y así es que llegamos a ¡Salve, César!, su último filme, recientemente estrenado en la Argentina.
¡Salve, César! cuenta un día en la vida de Eddie Mannix, mandamás de los ficticios estudios Capitol, allá por 1951. Un puñado de tiempo en el que Mannix se debe enfrentar al secuestro, por parte de un grupo de comunistas, de su actor estrella en plena filmación de una película épica de romanos al mejor estilo Quo Vadis?; al inesperado embarazo de su actriz nadadora tipo Ester Williams; a la inserción en medio de una película dramática de un exitoso protagonista de westerns cuyos únicos talentos son su destreza como jinete y su carismas como intérprete de sosas canciones country; y a una tentadora oferta laboral que le ofrece ganar más dinero en otra disciplina. Todo teñido de un aire religioso, y con una reconstrucción de la época impecable, esta última una de las inevitables virtudes de la casa.
La película no sólo rinde tributo a una forma de hacer cine que pertenece al pasado y que jamás volverá, sino que también festeja a la maltratada calificación Apta para todo público con la que se pavonean los entes cinematográficos nacionales. Todos los chistes de ¡Salve, César! (que son abundantes y le dan el tono a la película) son de un humor blanco que prácticamente cayó en desuso a la hora de escribir un guión. Y una vez que el espectador entra en el código, las carcajadas son inevitables y logran que, durante un poco más de una hora y media, nada importe más que lo que se ve en la pantalla grande.
Al tratarse de un largometraje de los Coen, el reparto de ¡Salve, César! está plagado de figuras de primer nivel. Josh Brolin, en el papel de Mannix, interpreta sus líneas con la solvencia esperada para un actor de sus quilates. Y lo mismo pasa con George Clooney (el actor raptado, en un rol disparatado que bien puede recordar su actuación en ¿Dónde estás, hermano?), Scarlett Johansson (la nadadora embarazada), Alden Ehrenreich (el cowboy estrella similar a Roy Rodgers), Tilda Swinson (que interpreta a dos gemelas periodistas de chimentos) y con los cameos de Frances McDormand, Jonah Hill, Alison Pill y Christopher Lambert. Y para cerrar, una mención aparte a las citas que dos cinéfilos como los Coen manejan en ¡Salve, César! Intriga internacional de Hitchcock, la ya mencionada Quo Vadis?, Ben Hur, y los grandes musicales a lo Fred Astaire pasan por ahí para deleite de los conocedores y para despertar la curiosidad de quienes no. Compartir el conocimiento es la mejor manera de combatir el elitismo, y vaya si Ethan y Joel Coen saben de esto.