Un día antes de cumplir años, la gimnasta mexicana Alexa Moreno recibió el regalo de la vida que soñaba. Un regalo que surgió de su propio esfuerzo: clasificar a sus primeros Juegos Olímpicos, en Río 2016. Alexa tiene 22 años y había pasado 19 entrenando y preparándose para ese momento. Orgullosa de poder representar a su país -más aún cuando se consagró como la única representante en la categoría de gimnasia artística, en general, y en salto, la disciplina en la que se especializa-, esperaba el apoyo de sus compatriotas. Pero la historia fue demasiado diferente.

Como tantos deportistas en tiempos virales y virtuales, Alexa abrió perfiles en varias redes sociales, tal vez buscando una vía para que quienes quisieran, pudieran seguir su performance en la competencia, o quizás, para crear un lugar donde recibir el reconocimiento a su desempeño, el aliento ante cada presentación o el calor de los mensajes afectivos y positivos de su gente. La joven atleta mexicana nunca imaginó que las redes sociales significarían una gran pantalla mundial para sufrir de un despiadado bullying, sólo por una percepción de su cuerpo y una bocanada atroz de machismo, cinismo y prejuicios.

Las medidas de Moreno quizás no se correspondan a los estereotipos de esta categoría. Al menos, a aquellos que tiene en mente un televidente casual de la disciplina, que no se percató de la evolución de la gimnasia. Alexa mide 1,47 metros y su peso oscila entre 52 y 54 kilogramos, a penas 7 más que la media de una categoría en la que la mayoría de las mujeres que compiten tienen entre 16 y 19 años e inician fuertes rutinas de entrenamiento a los 4 años. Alexa comenzó a los 3 y trabaja 8 horas diarias, 6 veces por semana. 

Pero los números dicen poco. El imaginario colectivo aún proyecta a las gimnastas con un cuerpo adolescente, lánguido, hiperflexible y no desarrollado. Sin embargo, las mejores exponentes de la actualidad se basan en la potencia física, con musculatura, hombros anchos y brazos trabajados, en una disciplina que cada vez más premia la velocidad, la fuerza, la ingravidez y la concreción de ejercicios de complejidad y riesgo crecientes.

El ejemplo de ello es la multiganadora en Río, la estadounidense Simone Biles, que se llevó 4 medallas de oro y una de bronce. Sus medidas son 1,45 de altura y 52 kilos de puro músculo. Casi idénticas a la mexicana, quien llegó a deber confesar que había llegado un poco por encima de su peso ideal a Río, luego de sufrir un desgarro. Una lesión más en su carrera, en la que sufrió una rotura de meniscos y hasta una fractura en un pómulo.

Nada de esto frenó el embate contra Alexa en México. Memes crueles con la imagen de Pepa Pig. Posteos machistas y xenófobos. Y hasta la creación de usuarios falsos en Twitter para parodiarla y enredarla en discusiones que nunca osó plantear. Un cotorreo constante de baja calidad moral.

Por supuesto que hubo voces a favor de la gimnasta, pero las redes transformaron a Alexa en un revival tardío y despiadado del cuento del Patito Feo, aquella obra que Hans Andersen escribió en 1845. Ese cuento de niños recordado con cierta simpatía, pero que de mayores nos lleva a otra lectura. Ese estereotipo del hermano diferente, más grande, torpe, negro y feo ante sus pares amarillos ágiles y bellos. Ese patito que muere de pena ante el rechazo de los suyo, que no ha hecho nada por merecer el destrato. La porción machista de la sociedad mexicana criticando a su primera gimnasta, mientras su país descendía en el medallero olímpico, sin oros y con dos medallas menos que en Londres.

Alexa Moreno escribió un tuit que fue un cachetazo: “Soy mexicana y luzco como mexicana. No pueden esperar ver a una rubia”. La gimnasta en principio no comprendía por qué era atacada. Creyó que era por su desempeño:  “No cometí ningún error grave y de hecho, fue una sorpresa que me fuese tan bien en todas las disciplinas, porque piso y salto son mi especialidad». Luego expresó su dolor por las burlas, pero se mantuvo en foco: “En un punto llegué a creer que de veras no había hecho bien mis rutinas en la competencia”.

Una atleta ante una sociedad en la que parece que hay ciertas cosas que no han cambiado. La reina no sólo debe ser reina sino también parecerlo, se solía comentar siglos atrás y parece tener una amarga vigencia. Alexa Moreno termino 12° en salto y 31° en la general. Notable participación, para un país sin antecedentes, a pesar de no haber recibido una medalla. Para muchos mexicanos, sin embargo, Alexa fue su cisne, e incluso la musa inspiradora de algunos artistas. Los kilos de más en esta historia, sólo pesan ignorancia.