Por qué Alemania combate el terrorismo penalizando los piropos

Por: Denise Murz @DeniseMurz

#BORDER viajó a Colonia, la ciudad en donde se registraron 1200 denuncias de acoso y abuso sexual en una noche de festejos callejeros. El caso llevó al endurecimiento de leyes que penan con prisión las «apoyadas» y multan fuertemente los comentarios sexistas. La paranoia sobre una nueva forma de atentados, el choque cultural con una inmigración misógina, la reacción oportunista de la derecha política y la hipocresía de culpar sólo al extranjero.

 

Colonia es la cuarta ciudad más importante de Alemania. Con una población que apenas supera el millón de personas y reglas de convivencia claras, ha sido como todos los centros urbanos del país, un lugar con seguridad garantizada y ciudadanos despreocupados. Eso cambió la noche del 31 de diciembre cuando en un confuso episodio, miles de mujeres terminaron denunciando algún tipo de abuso sexual durante los festejos en el centro de la ciudad.

colonia alemaniaEn un primer momento, se habló de decenas de casos, luego el número subió a cientos. Finalmente terminó cerrando, según el diario alemán Süddeutsche Zeitung, en 1200. Aunque el resultado de esa noche fueron casi 60 detenidos, muchos aún señalan que los agentes policiales no fueron capaces de controlar el contexto por la magnitud del asunto. Los robos, manoseos y agresiones a mujeres que se encontraron caminando en “pasillos de hombres violentos”, habrían sido demasiado para un cuerpo policial colapsado. Las autoridades confirmarían más tarde haberse enfrenado a lo que definirían como “una nueva forma de delito organizado” y no descartaron que tuviera relación con algún tipo de terrorismo.

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Protestas por el acoso callejero en Colonia.
Protestas por el acoso callejero en Colonia.

Esa idea comenzó a crecer cuando, con el correr de los meses, los relatos adquirieron un tono cada vez más dramático, alimentado por denuncias en otras ciudades importantes como Hamburgo donde, en menor escala se registraron hechos similares. Actualmente se habla de dos mujeres violadas y de una a punto de convertirse en madre como producto de esa violación.

Aunque al día de hoy, ninguna banda se adjudicó lo sucedido y solo tres de los detenidos fueron inmigrantes, cierto miedo latente llevó a las autoridades a reforzar el mensaje y hacer más severas las penas que condenan cualquier tipo de abuso hacia las mujeres, tanto por parte de recién llegados como de los mismos ciudadanos alemanes. De hecho, se cree que muchos alemanes podrían haber aprovechado el estado de caos para, pasados de alcohol, ser parte del desmadre de esa noche.

"No es no", campaña alemana.
«No es no», campaña alemana.

Lo cierto es que ante una situación tan confusa, las autoridades de Alemania decidieron dar un mensaje claro. Bajo el lema “no es no”, hace poco El Bundestag (la cámara baja alemana) aprobó el endurecimiento de las penas para los delitos sexuales, que castigará con prisión a quien acose sexualmente a una persona contra su voluntad manifiesta, aunque no medie violencia física. El proyecto tipifica como delito, con penas de hasta dos años de prisión, los denominados «tocamientos», cuando una persona «toca el cuerpo de otra con roces que pueden interpretarse como amenazada sexual”, haciendo referencia a lo que en nuestro país se conoce como “apoyadas”. Los comentarios abiertamente sexuales, de cualquier tono, también serán reprendidos por considerarse el posible comienzo a una agresión física, la puerta de entrada hacia formas más contundentes de abuso.

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Si bien en Alemania los piropos no son bien visto ni recibidos, ya que se consideran de mala educación, las nuevas leyes dejan en claro que cualquier opinión de hombres sobre el cuerpo de las mujeres no podrá ser manifestada de forma abierta sin consentimiento. Lo que busca el refuerzo de este aspecto de la convivencia entre hombres y mujeres es establecer un código preventivo, especialmente en épocas en que nadie puede predecir de qué forma se manifestará el próximo atentado terrorista. Gracias a este nuevo marco, en el momento en que alguien diga algo a una mujer, esta podrá activar su alerta para saber que aquella persona está dispuesta a ir fuera de la ley. Y eso, en un país que multa severamente a peatones por cruzar esquinas con el semáforo en rojo, no es un detalle menor.

El consenso respecto a la importancia de comenzar la prevención a través de cuidado de las palabras se volvió indiscutible en este contexto. Lejos de considerar los piropos como algo halagador, la cultura alemana, recelosa de la privacidad y la individualidad y que fomenta incluso el evitar las miradas indiscretas sobre el otro en la via pública, considera que cualquier tipo de manifestación sexual hacia una desconocida es una agresión. La claridad de normas busca que las mujeres permita distinguir rápidamente a alguien atraído por ellas, de un posible agresor.

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Endurecen leyes por acoso.
Endurecen leyes por acoso.

El tema, ya sensible de por si, se inserta en un momento histórico complejo para Europa en el que el miedo al terrorismo se mezcla con choques culturales. Hoy, la conducta de ciertos grupos inmigrantes que manifiestan abiertamente su deseo hacia mujeres, es resaltada como una falta de respeto. Esto, sumado a rumores y denuncias sobre la naturalización de la violencia de género por parte de esas minorías, son aprovechados por la derecha para pedir que Alemania cese con su política amigable con la inmigración. Esos grupos consideran que ciertas creencias y religiones, lejos de ser simples diferencias, son atentados contra la libertad y seguridad alemana. Mientras tanto, ciertos críticos advierten sobre el peligro de echarle la culpa a los recién llegados y no reconocer que la violencia de género sigue estando presentes en mayor o menor medida, en la cultura occidental.

Como modo preventivo de delitos severos y ante los números que demuestra un aumento de ataques sexuales en varios países de la región, los países europeos buscan controlar las expresiones masculinas por considerarlas “violencia invisible”. Vecina de Alemania, Bélgica condena los piropos y multa con entre 50 y 1.000 euros y hasta penas de hasta un año de prisión a quienes hagan comentarios sexistas o proposiciones sexuales en la calle. En este país además, se sumaron charlas de formación obligatoria para los inmigrantes sobre cómo tratar al sexo femenino.

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