Es argentina, actriz porno militante y becada en biotecnología en Nueva York

A los 25 años, María Riot ya vivió una vida más intensa que la mayoría de los terrícolas. Es pornstar y prostituta, música y estudiante, becaria y militante. Quiere libertad para el trabajo sexual, castigo para la trata y legalidad para el aborto. Y que los tabúes se corporicen, para que después desaparezca
Es argentina, actriz porno militante y becada en biotecnología en Nueva York
Créditos: Es argentina, actriz porno militante y becada en biotecnología en Nueva York
Por: Pablo Corso @pablo_corso

En las redes sociales sube trailers de sus películas, pide por una pornografía ética, exige que el Código Contravencional deje de sancionar la oferta y demanda de servicios sexuales. María Riot pone blanco sobre negro: “No queremos coser ni limpiar baños ni atender locales de ropa. Queremos coger y cobrar por eso”.

La militancia digital había empezado mal. En 2008, cuando tenía 17, se abrió un perfil de Facebook para activar una campaña contra la censura de los pezones femeninos. Tuvo tantas denuncias que se lo cerraron para siempre. Después creó un grupo de veganismo; ya se lo desactivaron cuatro veces. Hasta que un día de 2011 incursionó en Tumblr y descubrió que le gustaba el porno.

María Riot.
María Riot.

Las primeras incursiones llegaron con una webcam: primero gratis, hasta que entendió que había personas dispuestas al pay per view. En marzo de 2014 dio el paso siguiente. Durante tres meses leyó textos feministas, no tan lejanos a los recortes mediáticos que asociaban la actividad a lo indigno y lo mafioso. Ese imaginario, dice María, “no sólo perpetúa el estigma sino que también pone a quienes se prostituyen, lo elijan o no, en una situación de marginalización y vulnerabilidad”. Ella prefería recordar que todos somos dueños de nuestro cuerpo. Pero el movimiento también escondía un debate. Había grupos de mujeres organizadas y exigiendo derechos. Había otras lecturas -como “Teoría King Kong” de Virginie Despentes– y posturas, como el “feminismo pro sex” de Tristan Taormino, Candida Royalle y Carol Leigh. Lejos de los moralismos, ella decidió que estaba del lado de las putas.

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Entonces cambió de identidad: del Florencia que figura en su DNI a María («fue algo random«) Riot (por el movimiento Riot grrrl, alternativo y de espíritu do it yourself). Dejaba atrás una seguidilla de trabajos en locales de ropa, call centers, restaurantes y supermercados. También los teclados en la banda pop punk de Sol Marianela. Disfrutaba y ganaba plata. Pero saber que la censura era dañina no era lo mismo que internalizarlo. La culpa y el miedo a que su familia se enterara le duraron dos años. Se liberó en la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR), que peleaba por el reconocimiento de los derechos y el fin de los prejuicios. Se decidió a contar su historia y a dar otro salto grande.

Con la plata de los primeros encuentros compró un pasaje a Barcelona, donde cumplió el sueño de ver a Pixies en el Primavera Sound 2014. Empezó a viajar por Europa mientras mandaba mails a productoras. Con ellas grabó sus primeras escenas, hasta que la sueca Erika Lust la fichó para su serie XConfessions.

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https://vimeo.com/141195809

María encontró su lugar en el porno feminista, un subgénero de escenas explícitas y estéticas, que cuida el placer de la mujer y desprecia los contenidos sexistas o racistas. En esas producciones aprendió a ser estratégica, creativa y marketinera. Y que su deseo triple equis fluye en dos dimensiones paralelas. Cuando filma, disfruta tanto que olvida que la están mirando. Antes y después, sueña con un porno inclusivo, productora propia y películas con su firma.

En el DNI se llama Florencia y está becada por una universidad neoyorkina.
En el DNI se llama Florencia y está becada por una universidad neoyorkina.

Aunque desde hace dos años vive entre Buenos Aires y Barcelona, ahora responde a #BORDER desde Ithaca, Nueva York. La Universidad de Cornell le dio una beca para estudiar biotecnología y comunicación en el programa Alliance for Science. “La gané por mi activismo por los derechos animales”, explica. Está especialmente entusiasmada con la creación de alternativas para los productos alimenticios y los testeos cosméticos o medicinales. También busca respuestas a la crisis de muchos cultivadores, “aunque el Estado le preste más atención a Greenpeace o a activistas millonarios como [la ecofeminista india] Vandana Shiva”.

María Riot
María Riot

Experta en trazar paralelismos, plantea que muchos de los que dicen querer un planeta mejor se oponen a las acciones que podrían concretarlo, y que muchos de los que dicen querer ayudar a las mujeres sólo las perjudican por acción u omisión. “Las muertes por aborto clandestino son demasiadas como para que sigamos discutiendo si aborto sí o no”, demanda. “Por más que no les guste, las mujeres abortan y hay que crear políticas que ayuden a esas realidades”. En otro frente de batalla pelea contra la “industria del rescate” (un término creado por la antropóloga Laura Agustín) del legislador Gustavo Vera, fundador de La Alameda y amigo del papa Francisco: “Hay personas que basan su vida en decir que trabajan para salvar a las prostitutas, pero ‘combatir’ la industria del sexo es tan ridículo e imposible como combatir la industria textil porque existen talleres clandestinos”.

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maria-riot-4Además, María y sus colegas de AMMAR denuncian una dinámica policial: allanamientos, robo de pertenencias, cobro de coimas y amenazas. “Les dicen a las psicólogos que están trabajando por su propia voluntad y ellas escriben que son víctimas. Si queremos que la trata termine, seamos objetivos y legalicemos el trabajo sexual. Demos derechos a quienes queremos seguir siendo prostitutas y trabajemos en serio por las que no”.

– ¿Cómo es militar sobre el tabú?

– Es un trabajo difícil pero necesario. Aunque cueste, hay que escuchar a los demás para entender qué piensan y, sobre eso, ver cómo abordarlo y qué se puede cambiar. La mayoría de los tabúes son complejos, pero a la vez muy simples. Y podrían dejar de serlo si estuviéramos abiertos a las realidades y experiencias de otras personas, dejando de lado nuestra visión moral.

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