Punk, fuego y Nueva York en la novela de Gareth Risk Hallberg

Por: Pablo Strozza

En «Ciudad en llamas», su segunda novela, el autor estadounidense brinda un certero y largo retrato de la Nueva York mítica de los seventies, donde Patti Smith y los apagones convivían con los ricos y los delincuentes.

 

hallberg
Gareth Risk Hallberg.

Cuenta la leyenda que en una de esas reuniones a las que todos van para ser vistos, Gareth Risk Hallberg se encontró con un famoso editor, y le contó que tenía escrita una novela de casi mil páginas sobre la Nueva York de finales los años 70. Más precisamente, con epicentro entre 1976 y 1977, un tiempo en donde la Gran Manzana tenía un altísimo índice de criminalidad, en donde el punk surgía como una expresión de esa “generación vacía” que bien había nombrado Richard Hell pero que, al mismo tiempo, era el corazón financiero de una nación gobernada por un presidente demócrata como Jimmy Carter, al que su tiempo mal juzgó pero al que la historia reivindicó. El editor le pidió que le mandara la novela, y tras una puja demencial entre editoriales, el libro terminó publicado con un adelanto de dos millones de dólares para Hallberg y los derechos cinematográficos ya vendidos por otro millón.

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La novela.
La novela.

Esa obra es Ciudad en llamas. Un relato en donde se entrecruzan, para atrás y para adelante, varias historias, con foco en la de la familia Hamilton Sweeney, dueña de una de las mayores fortunas de la metrópolis, y sus herederos William (un homosexual, drogadicto y punk rocker con ínfulas también de pintor y fotógrafo, la oveja negra de la familia) y Regan (quien se está separando de su marido y que mantiene al menos en apariencias su status). A estos personajes hay que sumarles a Charlie y Samantha, dos jóvenes a los que el punk de Patti Smith los conquistó, y que no se animan a tener una historia entre ellos con la excusa de que sólo son amigos. Un tiroteo en el Central Park durante el 24 de diciembre del 76 será el nudo de un conflicto en el que todo el tiempo aparecerán nuevas sorpresas, que no podemos revelar por el lógico miedo a la maldición del spoiler.

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Comparación obligada con Wolfe.
Comparación obligada con Wolfe.

Como ya se ha dicho, Ciudad… no posee una narración lineal. Los flashbacks y fast fowards se suceden una vez que los distintos conflictos logran unirse, pero el conjunto mantiene una tensión que hace imposible abandonar la lectura, un mérito inmenso si consideramos que estamos ante un bodoque de casi mil páginas en tiempos en los que reinan los 140 caracteres. Dicho esto, mientras transcurre la lectura hay momentos en los que se piensa en que un buen editor que hubiera podido mantener el espíritu urgente de la novela reduciéndole páginas hubiera sido bienvenido, para reforzar la potencia del texto y para diluir las comparaciones (forzadas y previsibles pero al mismo tiempo acertadas) con La hoguera de las vanidades de Tom Wolfe.

Para reforzar los conceptos, durante todo el texto hay variaciones de tipografía para destacar interludios que sirven como nexos entre los capítulos. Así se suceden letras manuscritas, diseños de fanzines o la Times New Roman que viene por default en cualquier Word que se precie de tal. El recurso, que los diseñadores gráficos amarán, alterna entre la molestia y el acierto, sin que este escriba pueda tener un juicio certero al respecto. ¿Será este el futuro de los libros de papel, ante el supuesto avance de los electrónicos? No lo sabemos, pero el debate es bienvenido.

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El apagón neoyorkino del '77.
El apagón neoyorkino del ’77.

El famoso apagón del 13 de julio de 1977, con saqueos y un caos demencial en Nueva York, actúa como clímax y epílogo de Ciudad… El estilo de Hallberg allí vuelve al inicio pero con un ritmo anfetamínico intencional, y logra que el lector no pueda despegarse de su escritura hasta el final. Y al terminar, la reflexión surge sola: no sabemos si Hallberg logrará trascender, pero al menos nos dejó un libro para discutir y comentar. Y eso, en estos tiempos, no es poco.

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