El nuevo sistema abriría la puerta a resultados inesperados. Muchos ponen como ejemplo la provincia donde Urtubey logró conservar el poder pero perdió la capital e incluso el Partido Obrero ganó las elecciones legislativas. La teoría de que las discusiones técnicas obedecen sólo a cuestiones políticas y el juego policía bueno/policía malo de los senadores peronistas. El Gobierno igual confía en conseguir los votos necesarios.
El Senado vive horas convulsionadas por el debate de la reforma electoral que impulsa el Gobierno de Mauricio Macri. El destino de la iniciativa que pregona el voto electrónico es incierto, sobre todo por la resistencia de algunos gobernadores del peronismo a acompañar un proyecto que temen que les haga perder poder en sus territorios.
Esa es la lectura que más está imperando hoy en los pasillos del Senado, donde el bloque del PJ-Frente para la Victoria está demorando una definición. Diversas fuentes coincidieron en que los gobernadores le temen al modelo salteño, el primer distrito donde se implementó el sistema de Boleta Única Electrónica. Uno podría preguntarse cuál es el riesgo, siendo que Juan Manuel Urtubey consiguió la reelección como gobernador con el nuevo sistema. Sin embargo, el resultado electoral dio lugar a sorpresas: la capital salteña quedó para un intendente opositor después de muchos años (el massista Gustavo Saenz) e incluso el Partido Obrero fue el más votado también en la ciudad de Salta para la categorías legislativas de diputados provinciales y concejales.
En distritos como Formosa y Santiago del Estero, por caso, casi no existe distribución de poder. En la primera, todos los municipios responden al gobernador Gildo Insfrán, y apenas algunas bancas en la legislatura local representan a la oposición. En Santiago, apenas un municipio, el de Pinto, es opositor. El resto, responden a la gobernadora Claudia Ledesma Abdala (o en realidad a su marido y ex gobernador Gerardo Zamora). Provincias como La Pampa y San Luis suenan también como las que se oponen en el Senado al cambio en la forma de votar.
De implementarse el voto electrónico, los especialistas no se animan a augurar los efectos que podría tener en los resultados electorales. Depende, en gran parte, de las realidades de cada distrito. Hay lugares donde probablemente se mantengan las tendencias actuales, y los dirigentes no corran riesgos al cambiar el sistema. Pero las dudas se posan en los lugares donde hay sospechas sobre cómo se hace el escrutinio, sobre todo por el rol de autoridades de mesa alineadas con el poder de turno y sin la presencia de fiscales opositores. Son vox populi las anécdotas de elecciones donde en una mesa la elección terminó pareja entre dos candidatos y en la mesa de al lado uno de los dos se llevó todos los votos. Sospechoso, como mínimo.
Por otra parte, la boleta electrónica también atenta contra el poder de la boleta sábana, esa que puede llegar a medir más de un metro en algunos lugares y permite que el gobernador traccione al resto de los candidatos. También se acaban las listas colectoras, que permiten sumar votos de diferentes espacios a un solo candidato.
Esos cambios, no obstante, no significan que las elecciones van a dar otros resultados a los habituales. Pero sí abren un signo de interrogación y dejan la puerta abierta a sorpresas. Allí reside, según las fuentes consultadas, la resistencia de algunos gobernadores.
Esos gobernadores, precisamente, manejan importantes votos en el Senado, en una elección que está muy reñida. El Gobierno ya consiguió el respaldo de nueve mandatarios del peronismo o independientes: Salta, Chaco, Chubut, Tierra del Fuego, Misiones, Entre Ríos, Córdoba, Río Negro y Neuquén. Pero con un problema: pocos son los mandatarios provinciales que controlan la dirección de los votos de sus respectivos representantes. Hay senadores que, en varios casos, todavía responden a los ex gobernadores, hombres fuertes que aún manejan aparatos con capacidad para influir en elecciones.
En este momento, en el oficialismo sienten que el peronismo en el Senado está jugando al policía bueno/policía malo. El titular de la comisión de Asuntos Constitucionales, Marcelo Fuentes, pone trabas y demora la firma del dictamen. Miguel Pichetto, titular del bloque peronista, en cambio, da señales más conciliadoras y se muestra más predispuesto a avanzar con la norma. Pero asegura que quiere mantener la unidad de su bloque, algo que en varias votaciones ya no lo pudo lograr, aunque sin demasiadas consecuencias.
Para el jueves 24, el peronismo convocó también a una reunión con todos los gobernadores, para tener una posición unificada. Llama la atención en el Senado que esa reunión se realice sobre el fin de las sesiones ordinarias y poniendo en riesgo así la aprobación de la reforma electoral, sobre todo porque se trata de un proyecto que viene en discusión desde principio de año. ¿No saben ya en el bloque lo que piensan cada uno de los gobernadores?
La respuesta se encuentra en motivaciones políticas. “El peronismo se está subiendo el precio”, analizan fuentes gubernamentales, quienes igual se muestran optimistas en que el proyecto se terminará aprobando. Incluso, creen que la discusión sobre si se debe usar chip o no también es una cuestión política y no técnica.
El debate sobre el chip lo planteó desde un principio un grupo de especialistas en informática y temas electorales, con los que debatían otros especialistas con una visión contraria. Recién en el Senado, un sector mayoritario del peronismo puso la mira en el chip, haciéndose eco del argumento de que podría ser leído su contenido a una corta distancia. Los desarrolladores del sistema, en cambio, consideran que los nuevos chips limitan esa posibilidad y defienden que es la mejor forma de evitar que un voto se cuente más de una vez. “El mayor problema de las elecciones está en el conteo de los votos”, explica Sergio Angelini, de la empresa MSA, que implementó el sistema en Salta y la Ciudad de Buenos Aires. Y agrega: “El chip es el que facilita el conteo de votos y da más garantías, el código QR o de barras (que se piensan como alternativas) permiten que una misma boleta sea contada dos veces, como puede pasar con un producto en la caja de un supermercado”. “Para evitar eso el código debería salir con una marca especial, y eso generaría que el voto pueda quedar identificado”, añadió.
En el gobierno nadie garantiza que esta empresa sea la que finalmente implemente alguna parte del sistema, que será licitado. Algunos referentes oficialistas del Congreso, además, tienden sospechas sobre ciertos críticos de la modificación tecnológica: se preguntan cómo financian sus ponencias a lo largo y ancho del país, mirando con picardía hacia el poder del peronismo del conurbano bonaerense, otro sector interesado en retener poder.
Los tiempos se están acortando y cada vez hay más dudas de si se logrará cambiar el sistema de votación en la Argentina. La tradición indica que los cambios en materia electoral se deben votar en los años en los que no hay elecciones, para así dar una mayor certeza al sistema. De no concretarse en diciembre, entonces, ya hay consenso de que en 2017 se seguirá votando con el sistema actual.
El Gobierno confía en que el Senado votará el proyecto, aunque con reformas, lo que obligará a que Diputados le dé la puntada final a mediados de diciembre. Es el deseo del propio Macri, que hizo de esta iniciativa una bandera personal. Con ese ímpetu, se expone a que el peronismo pueda provocarle la derrota legislativa más fuerte del año.