Los Trump y el desafío (casi inhumano) de parecer normales

Por: Pablo Corso @pablo_corso

La esposa eslovena, primera dama en posar desnuda, que le copió un discurso Michelle Obama. Los hijos cazadores y tercerizados. La hija que no para de promocionar su marca, aún ante boicots, y la menor, que es celebrity «de internet» y con nombre de joyería. El yerno editor y judío que defendió tuits antisemitas. El niño que, como papá Donald Trump, echó a las mucamas.  El nuevo clan presidencial de Estados Unidos, una «familia muy normal».

 

Michelle Obama es inteligente, fuerte y sensible. Sus actos de apoyo a Hillary Clinton la consagraron como la verdadera estrella de una campaña presidencial vergonzante, que terminó con Donald Trump como el imposible, pero real, sucesor de Barack Obama. Cuando escuchaban sus discursos, cuando descubrían su determinación, los votantes demócratas -y todos los que querían al magnate lejos de la Casa Blanca- se toparon con una certeza inesperada: Michelle era la mejor de todas. La presidenciable que no fue.

https://www.youtube.com/watch?v=Nyc0ajAJ35w

Melania Trump es exótica, bella y esquiva. Más allá de su pasado de modelo y las imitaciones mediáticas poco halagadoras, la tercera esposa de Trump mantiene un halo de misterio. Pero no es tonta: en los meses previos al 8-N, tomó nota de lo que generaba Michelle. Quizá demasiadas. Su discurso en la convención republicana del 18 de julio fue un plagio del que la first lady había pronunciado en la reunión demócrata de Denver, ocho años antes. Las dos -pero primero Michelle- dijeron que sus padres les enseñaron a “trabajar duro para lo que querés en la vida, que tu palabra te ata y que tenés que hacer lo que decís”. Las dos -pero primero Michelle-plantearon que “el único límite para tus logros es la fuerza de tus sueños y la voluntad para trabajar para ellos”.

A pesar del desastre, esa noche Melania empezaba a desmarcarse del perfil de su esposo. Donde él era agresivo, ella se mostraba discreta y hasta sumisa. Mientras él insultaba a los inmigrantes, Melania se hacía cargo porque, bueno, es una de ellos. Nacida en Eslovenia (por entonces la Yugoslavia comunista) en 1970, vivió en un complejo de torres de concreto antes de volar a Nueva York para cumplir sus deseos de modelaje. Conoció a Trump en 1998 y se casaron en 2005. Bill y Hillary estuvieron ahí para apreciar el vestido Dior de 1.500 cristales y el anillo de esmeraldas de 1,9 millón de dólares. Al año siguiente nació Barron, el único hijo de la pareja.

El New York Post expuso las fotos desnuda de la ahora First Lady.
El New York Post expuso las fotos desnuda de la ahora First Lady.

La breve historia oficial de Melania se completa con algunas subtramas extravagantes. Habla cinco idiomas (esloveno, inglés, francés, serbio y alemán), aunque la persistencia del acento eslavo redujo sus apariciones de campaña. La revista GQ le encontró en abril un hermanastro secreto. Su padre Victor Knavs había tenido un hijo antes de casarse. Después de una batalla judicial, aceptó pagar la manutención de Denis Cigelnjak, que tiene 50 años y vive en Eslovenia. El perfil de la primera dama se completa con un hecho bizarro: es la única en el puesto en haber posado desnuda. Seis años antes de conocer a Trump, se fotografió en la cama junto a la modelo Emma Eriksson para una revista francesa.

Tercerizarás a tus hijos

Si la esposa se presentó como la contracara amable del candidato desbocado, sus hijos reforzaron la estrategia: dejar los rascacielos de Manhattan para subir a todos los aviones que hubiera que subir y mostrar el lado serio de la familia. En un artículo que tituló “Una explicación científica sobre cómo los hijos de Donald Trump resultaron (relativamente) normales”, la revista Vanity Fair explica que “como cualquier empresario astuto, él tercerizó el trabajo”. Antes de mandarlos a internados, Trump e Ivana -su primera mujer- dejaron a Donald Jr., Ivanka y Eric al cuidado de dos niñeras irlandesas y de sus abuelos.

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Donald Jr. y Eric Trump.
Donald Jr. y Eric Trump.

“No era la típica relación padre-hijo de ir a jugar a la pelota en el patio”, reconoció Donald Jr., hoy de 38 años. “Siempre íbamos al trabajo con él. Jugábamos con camiones en su oficina mientras él cerraba negocios”. Eric (32) tiene recuerdos similares, aunque se adivina un filo de resentimiento: “De alguna forma, me crió Donald Jr. Amo y aprecio a mi padre, pero siempre trabajaba 24 horas al día”. Con el tiempo, Trump se transformaría en su jefe. “Los padres narcisistas suelen buscar docilidad, y realmente no hay un mejor ejemplo de hijos que cumplan con su agenda que estos chicos”, planteó el psicólogo especializado en paternidad Seth Meyers. “¿No habrán sentido el temor de ser despedidos si no reflejaban los deseos exactos del padre?”

Hasta ahora, Donald Jr. viene siguiendo esos deseos al pie de la letra. El vicepresidente ejecutivo de la Organización Trump, a cargo de comprar propiedades en todo el mundo, tiene una oficina directamente debajo de la del jefe. Aunque debió sudar para llegar ahí, por ejemplo, con un trabajo de auxiliar de muelle. “Es probable que mi hermano y yo seamos los únicos hijos de billonarios que pueden operar un tractor”, le dijo a Rolling Stone.

Donald Jr. y Eric, los hijos, Garfunkel style.
Donald Jr. y Eric, los hijos, Garfunkel style.

Pero la política es otra cosa. En campaña, los hijos del republicano chocaron la Ferrari varias veces. En junio de 2015 tuvieron que rendir cuentas por un episodio de cuatro años atrás. Junior y Eric habían matado elefantes, cocodrilos, leopardos y antílopes en un safari por Zimbabwe. Sus fotos junto a los cadáveres indignaron a buena parte de la sociedad, sobre todo a las muy activas organizaciones defensoras de los animales. “No tengo vergüenza -se plantó Jr.-. Cazo como un juego, no me escondo de eso”. Después aclaró (?) que algunos vecinos estuvieron contentos de comer esa carne.

En septiembre de este año volvió a cometer el error de decir lo que pensaba. Si los republicanos apelaran a las mismas mentiras y artimañas de los demócratas, arriesgó, los medios “ya estarían calentando las cámaras de gas”. Después llegaron un par de declaraciones insólitas: comparó a los refugiados sirios con caramelos (“si tuviera un bol de Skittles y te dijera que sólo tres te matarían, ¿tomarías un puñado?”) y compartió una composición en Photoshop de su padre junto a “Pepe the Frog” (no confundir con el Sapo Pepe), la mascota preferida de los supremacistas blancos.

Ivanka, el amor imposible

En aquella nota de Rolling Stone Ivanka (35) también evocó una adolescencia (relativamente) normal. “Hice pasantías poco glamorosas en una Nueva York sofocante. El sur de Francia no era una opción”, decía en su oficina al lado de la de Junior, donde se encarga de manejar los hoteles y resorts de lujo de la familia. El que se iba a la banquina en ese artículo era, para variar, su papá: “Sí, ella realmente tiene algo. Qué belleza. Si no estuviera felizmente casado y fuera, bueno, su padre…

En efecto, Ivanka dejó una carrera de modelo. Fue tapa de la revista Seventeen y desfiló para Versace. Después se graduó en Economía y lanzó una marca que persigue una “estética pulida y apropiadamente sexy”, con “vestidos que podés usar en el salón de conferencias o en una cita con tu marido”. Una marca que se obsesionó en promocionar durante toda la campaña de su padre, enloqueciendo a asesores. Ivanka tiene un ideal: “Desmontar la narrativa acerca de lo que significa ser una mujer que trabaja. Las mujeres deben diseñar la vida que quieren vivir”.

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Cuando se subió al TrumpTour, tenía una posición incómoda. ¿Cómo podía dirigir una empresa que celebraba el poder femenino mientras su padre aparecía como un monumento a la misoginia? “Mi marca fue lanzada mucho antes de que el ciclo presidencial comenzara y continuará una vez que haya acabado”, respondía. Pero después de que se filtrara el video en donde se escucha a Trump presumir de que puede hacer lo que quiera con las mujeres, la especialista en marketing Shannon Coulter lanzó un boicot contra la Ivanka Trump Collection y los locales que vendían sus productos.

A pesar de todo, la mujer de voz suave y palabras medidas siguió apostando por el padre. Recordó, por ejemplo, que muchas mujeres ocupan en puestos de responsabilidad en la corporación. Sólo tuvo una nota disruptiva durante la campaña. Cuando Cosmopolitan quiso saber sobre las ideas de Trump en cuanto a licencias de maternidad y guarderías, se levantó y se fue: las preguntas estaban “cargadas de negatividad”.

Kushner, yerno editor de Trump, y su esposa Ivanka.
Kushner, yerno editor de Trump, y su esposa Ivanka.

El esposo de Ivanka también cerró filas con el equipo. Jared Kushner -dueño del semanario New York Observer– hizo enojar a su familia judía cuando defendió a su cuñado, que había usado una Estrella de David para atacar a Hillary Clinton.

Otra vez, el cuartel de campaña había tomado la imagen de un foro supremacista. “Mi suegro no es antisemita -escribió Jared-. La diferencia que tengo con los periodistas y con las multitudes de Twitter es muy simple. Yo lo conozco y ellos no”. El marido de Ivanka es un engranaje imprescindible en el clan, al punto que ofició la boda entre Eric y Lara Yunaska, una productora de la cadena CBS que -atracción de opuestos- se declara defensora del bienestar animal.

Eric, de Punta a Buenos Aires

Como Junior e Ivanka, Eric es vicepresidente de la Organización Trump. Está a cargo de la compañía de vinos familiar (a pesar de que el padre jura que nunca tomó alcohol), supervisa los clubes de golf y se encarga de los proyectos sin fines de lucro. O casi. Además de impulsar la investigación de enfermedades terminales en niños, la Fundación Eric Trump fue cuestionada por sus manejos financieros. Entre 2007 y 2014 gastó 881 mil dólares en eventos anuales, 188 mil de los cuales se pagaron directamente al propio Donald. Entre los beneficiarios también figuran asociaciones empresariales y un cirujano que hace rinoplastias infantiles.

Eric también tuvo su papelón en las redes sociales. El 21 de octubre posó sonriente junto a dos hermanas de familia cubana. Una de ellas hace cuernitos mientras luce una remera que dice “Latina contra Trump”.

Eric y su foto con "latinas contra Trump".
Eric y su foto con «latinas contra Trump».

Aunque no entienda bien el idioma, Eric es el Trump con más conexiones argentinas. El 70% de los compradores de la Trump Tower Punta del Este son de este país. El paso siguiente es la Trump Office Buenos Aires, que espera la aprobación del gobierno porteño y tendrá 35 pisos con plantas de oficinas de hasta 800 metros, a cuatro cuadras del Obelisco. Tanto aquí como en Estados Unidos se desviven por desmentir que Trump le habría pedido al presidente argentino interceder para destrabar ese incordio burocrático. Además de indecorosa, la gestión podría tornarse un dolor de cabeza legal.

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“Estuve muchas veces en su país y conozco a Macri. Creo que es un gran momento para la Argentina”, había dicho en enero. Por esos días, cuando su padre parecía aún más lejos de la victoria, agregaba que Donald “es muy similar” al presidente, “en el sentido de que también es un empresario exitoso”. Aunque la administración PRO había apostado a una presidencia demócrata, aquellas palabras no pasaron desapercibidas. La canciller Susana Malcorra logró conversar con Eric para gestionar la ahora polémica llamada entre los empresarios devenidos presidentes. Uno de los nexos fue el empresario Felipe Yaryura, desarrollador del emprendimiento esteño.

Las joyas de la familia

Algunos se burlan de Tiffany Trump (23). Dicen que habla como un personaje de los 50. Pero la hija de Donald y Marla Maples es hija de su tiempo. Una millennial que llena todos los casilleros. Se llama así por la marca de joyas. Se crió en Los Angeles junto a su madre (“mi mejor amiga”), participante de “Dancing with the stars”. Fue pasante de Vogue y en 2011 lanzó el single “Like a bird”, una celebración del Auto-Tune.

Tras un desfile en la New York Fashion Week, decidió concentrarse en Instagram, donde postea su vida de celebrity instantánea ante 430 mil seguidores: fiestas con la hija de Robert F. Kennedy Jr. y el hijo de Magic Johnson, filtros de Snapchat, atardeceres, vacaciones.

Tiffany también cayó en el influjo de campaña. “Mi padre siempre me ayudó a ser la mejor versión posible de mí misma (…) Me motivó para trabajar lo más duro posible y ser siempre fiel a quien soy y a lo que creo”, dijo el 19 de julio en la convención de Ohio. Para ahuyentar su perfil abandónico, juró que Trump “nunca ha hecho nada a medias, mucho menos como padre”. Como a él antes de la semana pasada, nadie se la toma demasiado en serio, a pesar de que este año se graduó con un doble título en Sociología y Estudios Urbanos. Para Hollywood Reporter, es una mala copia de Miley Cyrus. Para Wikipedia, apenas una “internet celebrity”.

Por ahora, la imagen de Barron Trump (10) es pura proyección mediática. “Ama vestir traje y corbata y jugar al golf con su padre”, publicó la revista The Week. “No se trata de un niño raro”, trató de justificar Melania, que le enseñó esloveno y lo mandó a un colegio privado de la Quinta Avenida.

Barron pasea por el campo de golf con sus padres.
Barron pasea por el campo de golf con sus padres.

A los 10 años, Barron ya puso en práctica algunas lecciones paternas. “Despidió a niñeras y a mucamas”, confesó su madre en 2011, para aclarar que después volvió a contratarlas. Ella asegura que no es un dictador en potencia, sino alguien de “mentalidad fuerte y con fuertes opiniones, que sabe exactamente lo que quiere. A veces lo llamo Little Donald”. Ni el más chico de los Trump se mudaría a la Casa Blanca; su madre prefiere que continúe yendo a la escuela en Nueva York. Barron tuvo su momento viral cuando subió en el escenario.

El pequeño Barron, con sueño ante el discurso de su padre presidente.
El pequeño Barron, con sueño ante el discurso de su padre presidente.

Mientras su familia celebraba la victoria, el sueño, la sorpresa y la incomodidad no le cabían en el cuerpo. “Todos somos Barron Trump”, resumieron esa noche las redes sociales.

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