Jorge Faurie, el diplomático elegido para reemplazar a Susana Malcorra comenzó una rueda de reuniones de bajo perfil. Oficina paralela, silencio de radio hasta la asunciòn y visitas a la vicepresidenta y a la Rosada. Su plan para ordenar el Ministerio de Relaciones Exteriores y el recelo radical. El temor a su temperamento.
Sin fotos ni comunicados y en absoluta reserva, el flamante canciller designado, Jorge Faurie, mantuvo en las últimas horas una agenda secreta de reuniones de cara a sus nuevas funciones y hoy mantendrá su segundo encuentro con su antecesora (todavía en funciones), Susana Malcorra.
Según pudo conocer #BORDER de fuentes diplomáticas, desde que se supo su designación, Faurie ocupa una oficina en el piso 13 del edificio de la Cancillería, a pocos metros del despacho reservado a los cancilleres, donde Malcorra permanecerá hasta el 12 de este mes, cuando deje formalmente su cargo.
Sin embargo, en las últimas horas, Faurie paró poco en su oficina provisoria: prefirió mantener reuniones de alto nivel, casi como si ya estuviera en funciones.
Y una de las primeras fue con la vicepresidenta Gabriela Michetti en su despacho del Senado. No parece casual, porque Macri la ungió como una especie de embajadora de la buena voluntad que promueve los productos argentinos en el exterior. Con esa función ya estuvo en Canadá, Australia, Japón y Medio Oriente. Y este año seguirá viaje por Egipto, entre otros destinos igual de exóticos.
De esos viajes hablaron con Faurie, además de algunas cuestiones políticas para el recién llegado. Ambos evitaron sacarse siquiera la foto de rigor juntos, y su paso fue tan sigiloso que ni los empleados de la casa lo notaron.
Parece que el canciller designado no quiere herir la susceptibilidad de Malcorra, todavía en el cargo. Y tampoco aparecer en ningún lado hasta su asunción formal. De hecho, una de sus reuniones, también ayer, fue en la Casa Rosada con Jorge Grecco, el poderoso secretario de Comunicación Pública, con quien a acordaron no hablar con medios de prensa hasta que jure como canciller.
Otro encuentro importante, y en la misma reserva, fue también en la Casa Rosada, donde lo recibieron el secretario de Asuntos Estratégicos, Fulvio Pompeo (el verdadero artífice de su designación) y el vicejefe de Gabinete, Mario Quintana.
Ahí discutieron las prioridades para su gestión: llevar la práctica los más de 100 acuerdos y tratados que la Argentina firmó con otros países desde que Mauricio Macri llegó al poder.
En plena campaña para las elecciones de medio término, los viajes del Presidente al exterior serán escasos en el segundo semestre, salvo por su cita en Alemania para el G20 y otra visita a Europa para terminar de sellar una acuerdo de libre comercio, más alguna otra a un socio del Mercosur.
Pero no hace falta que viaje. Con todos los acuerdos y alianzas que se pusieron en marcha en este año y medio de Gobierno hay trabajo para toda la Cancillería por meses, y esa será una de las tareas principales que le encargaron a Faurie, según pudo reconstruir este medio.
“Los objetivos son continuar construyendo esta presencia de Argentina en el mundo y hacerlo de una manera positiva aceptando todos los desafíos que tenemos», en palabras del propio Faurie este semana, en la única oportunidad en que se escuchó -y por un tiempo se escuchará- su voz. La otra misión será “poner en orden la casa” de la Cancillería, un hervidero de internas después de una década del ostracismo y el miedo impuesto por los cuadros de La Cámpora, algunos de los cuales siguen ahí.
Ex jefe de Protocolo durante el gobierno del ex presidente Carlos Menem, Faurie es visto ante todo como un “ruckaufista”, porque acompañó a Carlos Ruckauf en su gestión en la provincia y fue su vicecanciller desde 2002. Su designación provocó un gran alboroto en la mayoría radical que habita en la Cancillería, que después de la persecución K había vuelto a sus años de gloria de la mano de Malcorra, una verdadera radical inorgánica.
Faurie había sido designado por Eduardo Duhalde embajador en Portugal en 2002, y para su fortuna, el matrimonio Kirchner se lo olvidó en ese lugar por los siguientes 12 años, todo un récord de permanencia entre los embajadores. Estuvo allí hasta que el macrismo lo rescató para mandarlo a París, su último destino.
Faurie hoy parece distanciado de Ruckauf, que en realidad sobrevuela al ex kirchnerista Julián Domínguez. Pero los radicales del Palacio saben que su destino está sellado y dan por hecho que habrá cambios en los principales lugares cerca del nuevo canciller. Salen varios radicales, entran varios peronistas.
De todas maneras, se trata en todos los casos de diplomáticos de carrera, una prioridad que el Presidente marcó en esta última designación.
Curiosidades del cambio, otros de los contrastes entre Malcorra y Faurie es su apego al protocolo. Acostumbrada a la formas más modernas de Naciones Unidas, Malcorra era vista en la Cancillería como alguien de un estilo completamente informal. Faurie en cambio, es experto en el arte ceremional.
Los que lo conocen explican que es muy correcto y apegado a las formas, todo un diplomático. Sin embargo hay un dato que preocupa puertas adentro y no tiene nada que ver con formas de diplomático: su temperamento. Se referencia como un hombre exigente y detallista, que no soporta los errores ajenos.
Así las cosas, más allá de pertenencias partidarias, en el Palacio San Martín corren por estas horas las apuestas para ver quiénes se adaptarán a las exigencias del nuevo jefe de la casa, que habla inglés, francés, portugués, italiano y rumano. Pero si hay problemas, serán en español.