El líder sindical sospecha de que el Presidente fogonea las causas en contra de él y su familia. El levantamiento del secreto fiscal del clan. Cantidad por calidad: la apuesta a una movilización multitudinaria, aunque atada al kirchnerismo. Las causas ocultas de las bajas: Camioneros duplicó sus afiliados, quitándole a sus pares.
Hugo Moyano ve la mano de Mauricio Macri detrás de todo. La ve en el avance de las causas donde lo investigan y, particularmente, en el levantamiento del secreto bancario que protegía a su familia. Y ve la mano presidencial detrás del rechazo de la mayor parte del sindicalismo a la movilización que convocó para la próxima semana.
En ese escenario sólo se aferra a una esperanza: que la marcha sea tan multitudinaria que oculte el fracaso político de la convocatoria.
La reciente decisión de la Justicia de levantar el secreto bancario para poder investigar libremente a Hugo y Pablo Moyano, a la esposa del primero, Liliana Zulet, y a los hijos de la mujer no hicieron más que acentuar las sospechas del gremialista.
Denunciado hace años por la hoy oficialista Graciela Ocaña, para Moyano hoy Ocaña es Macri, y ve en ellos el origen de todas sus desgracias. Así lo dejó claro en las apariciones televisivas que hizo en los últimos días y lo repitieron a #BORDER en su entorno.
Acostumbrado a décadas de impunidad, el camionero nunca aceptará que la Justicia lo persigue por la envergadura de las denuncias que lo señalan. Tampoco está dispuesto a aceptar que su tumultuosa relación con sus pares le granjeó más enemigos que amigos.
Moyano dice en público y en privado que sus ex amigos han decidido pararse del lado del Gobierno porque recibieron presiones, porque les prometieron cerrar buenas paritarias y porque el Ejecutivo se sentó arriba de la caja de las obras sociales y no piensa abrir el grifo como los sindicatos no demuestren algo de buena voluntad.
Así las cosas, desde el gremio que conduce el hijo dell camionero se agarran a la última soga que les queda. Que la movilización del 21 sea tan numerosa que pierda importancia el hecho de que la mayoría del sindicalismo (salvo prácticamente el moyanismo, la izquierda y el kirchnerismo) se distanció de la convocatoria.
«La marcha del 21 de febrero será multitudinaria«, sostuvo en esa línea Pablo Moyano, que dijo que la propuesta ya «sobrepasó la pelea de los camioneros». «El 21 hay que salir a la calle y demostrar que no vamos a abandonar la lucha«, agregó.
Con esa impronta la marcha tomó características de épica, un poco para borrar la acusación que oficialistas y varios gremios le hicieron a Moyano de que sólo la convocaba como una suerte de extorsión ante el avance de la Justicia en su contra.
“Si no marcha la dirigencia, marchará la gente”, lo resumieron a #BORDER, con palabras similares, tanto desde el gremio que conducen los Moyano como desde las filas del kirchnerismo. La idea es agrupar al núcleo duro de ciudadanos que se opone a la gestión de Mauricio Macri, y convocarla detrás de la protesta moyanista.
“Va a haber muchos independientes que se sienten identificados con nuestra defensa de los trabajadores y decida protestar contra el Gobierno”, analizaban los organizadores.
En ese sentido, las adhesiones de La Cámpora y gremios afines al kirchnerismo (como la CTA o Suteba de Roberto Baradel) resultó un verdadero salvavidas de plomo.
Desde Luis Barrionuevo (Gastronómicos) hasta Carlos Acuña (Estaciones de servicio) dejaron claro que el principal motivo por el que no asistirán el 21 es por la presencia del kirchnerismo.
«No serán quienes nos llevaron a la actual situación los que puedan sacarnos», escribió el gremio de Barrionuevo en un documento lapidario que difundió en las últimas horas. También pidió “no ser funcionales al pasado”.
«Tenemos sectores políticos que se cuelgan a un reclamo de los trabajadores, que no corresponde que se politice», ya se había quejado Acuña. «Le damos argumento al mismo Gobierno para decir que los mandó Cristina (Kirchner) y no es así«, agregó el integrante del triunvirato que conduce la CGT.
Entre los que anunciaron que no marcharán con el camionero están, además de Barrionuevo y Acuña, Víctor Santa María (Suterh), Roberto Fernández (UTA), Armando Cavallieri (Comercio), Gerardo Martínez (Uocra), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), Andrés Rodríguez (UPCN), Omar Maturano (La Fraternidad), Antonio Caló (UOM,) Rodolfo Daer (Alimentación), Carlos West Ocampo (Sanidad), Sergio Sasia (Unión Ferroviaria), Héctor Laplace (Mineros) y Noé Ruiz (Modelos). Tampoco irán los otros gremios que integran el frente docente bonaerense y no son comandados por Baradel.
Entre ese grupo variopinto hay amigos de Moyano (los menos), otros que lo miraban con recelo y muchos que se vieron perjudicados por su política agresiva de encuadramiento gremial.
El gremio, que hace diez años tenía 73.000 afiliados, hoy tiene casi el doble. Se estima que unos 25.000 son los que le sacó al gremio de comercios, porque eran personal que trabajaba en la logística de los supermercados y pasaron al gremio de los Moyano. Bajo la modalidad de imponer que todo el que es chofer de algo (para cualquier rubro) debía sumarse a su federación, Moyano logró multiplicar sus afiliados (y por ende sus ingresos y su poder) pero también sus enemigos.
Curiosamente, mientras esos años de pocos amigos entre sus pares y alianza con Mauricio Macri (por la recolección de residuos porteños) lo aislaron, sus otrora enemigos del kirchnerismo hoy le prometen movilizar hasta que las calles porteñas revienten de gente.
En una alianza insólita, los sindicatos que apoyarán al camionero este 21 serán las dos CTA (la de Pablo Micheli y la de Hugo Yasky) los docentes de Ctera y Suteba (que lidera Baradel) y los bancarios que conduce Sergio Palazzo.
Además se alistaron el Partido Obrero (PO) y el Frente de Trabajadores de Izquierda (FIT), y el triángulo de las organizaciones sociales que conforman Barrios de Pie, la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (Ctep). Un año atrás, con la izquierda, Camioneros había protagonizado enfrentamientos en un acto de la CGT. Parece unirlos cierto espanto.
En las filas de Moyano se niegan a aceptar que justamente el aval tempranero de estos sectores (en las antípodas de la corporación gremial asociada a la CGT y a Camioneros) haya sido el que provocó la estampida en contra de la movilización, y prefieren culpar al Gobierno.
Desde la Casa Rosada hay silencio de radio, pero ya empezaron a acordar paritarias con cláusula gatillo con los gremios amigos, mientras iniciaron las auditorías en los sindicatos que no presentaron su documentación en regla (libros, memorias y balances) en el Ministerio de Trabajo.
El procedimiento se inició con la Federación de Educadores Bonaerenses (FEB), que conduce Mirta Petrocini, y estuvo a cargo de la dirección nacional de Asociaciones Sindicales.
A buen entendedor, pocas palabras, parece ser la estrategia del Gobierno, mientras la opinión de la Casa Rosada es que Moyano “está dando manotazos de ahogado, que cada vez lo hunden más”. Habrá que esperar al 21 para saber quién está en lo correcto.
