Del FMI a la Selección, Tuqui desafila la navaja de Occam

Por: Tuqui

No es que nuestro columnista de actualidad con humor se quiera cortar las venas, pero se lo nota cansado de la búsqueda interminable de culpables. Tanto, que hasta habla de fútbol (aunque sin soltar la filosofía, no se asusten).

 

Siempre se dice que además de criticar hay que proponer, sobre todo cuando el despelote es tan grande que cualquier locura puede presentarse como razonable. No importa si se habla de lo afortunados que somos por caer de nuevo bajo el manto protector del FMI, si insistimos en reinstaurar el servicio militar, si proponemos rediscutir las ventajas de la pena de muerte o si nos parece lo máximo vender lo que queda del país, repartir la plata entre los habitantes y limitarnos a aprender otro himno. En tren de proponer, entonces, sugiero probar con la navaja de Occam.

Este principio filosófico orientativo fue enunciado a principios del siglo XIV por el curita franciscano Guillermo de Occam. Palabras más, palabras menos, dice lo siguiente:

Cuando dos teorías tienen las mismas consecuencias, la más simple tiene más probabilidades de ser la correcta.

navaja tuquiNo perdemos nada especulando al respecto mientras se calienta el agua del mate o, en su defecto, mientras esperamos que alguien nos preste plata para pagar la reconexión del gas.

Ya tenemos los pensamientos llenos (sí, es un eufemismo) de debates presumiblemente políticos que consisten, casi sin excepción, en repartos de culpas, porque nadie sabe muy bien para qué lado agarrar sin seguir pisoteando los tomates y echarles la culpa a los demás es casi una medida preventiva. Con el viejo truco de ocultar el bosque tras los árboles las verdades aparentes se multiplican en cada discurso, y ya no podemos diferenciar la paja del trigo. Ergo, establecemos como real lo que dice alguien en quien confiamos, el que menos tartamudea cuando refiere estadísticas, el que menos se toca la nariz o mira para el costado cuando declama, el que menos parece mentir.

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dujovne tuqui

Y si tras mucho escarbar encontramos un punto de partida, un objetivo común entre todos los referentes y formadores de opinión, sean actores, políticos, periodistas, técnicos, economistas, etc., no será lo que llamamos una sorpresa: invariablemente, todos afirman que la solución pasa por la educación, la cual no puede soslayarse de ningún modo.

Propongamos, entonces: todo lo que se requiera para educar, todo presupuesto, cada centavo que se necesite, allí debe ir. Y luego, mientras esta dolorosa sociedad de ególatras y opinadores crea una base desde la cual acceder a un futuro venturoso, veremos cómo evitamos morirnos de hambre. Después de todo, ¿no es lo mismo que hacemos ahora, mientras la plata que no llega a la educación se va a la timbra financiera, la caridad estatal mal entendida y las piscinas en las casas de los millonarios?

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En cualquier caso, este desatino no es mayor que reunirse a debatir sesudamente si robó más el kirchnerismo o si este gobierno sólo se preocupa por los económicamente poderosos (en definitiva, el núcleo de todas las discusiones públicas), porque eso no soluciona nada.

Una vez que le encontramos la parte divertida a la navajita del cura, podemos probar aplicarla a otros órdenes. Por cuestiones de espacio daremos un solo ejemplo más, relacionado con el evento mundial que se aproxima: ¿Qué pasa con la selección de fútbol?

De alguna manera, un grupo de jóvenes (y no tanto) deportistas se las han arreglado para integrar un crescendo de quilombos inexplicable. Sea responsabilidad de los jugadores o no, de alguna manera el grupo apareció enfrentado a Martino, a Bauza, a Icardi (?), al Vaticano, a los palestinos, a Israel. Y nunca sabemos de quién es la responsabilidad.

icardi tuqui

Una aplicación de la navaja de Occam se expresaría así:

Si hay tanta gente que no se sabe de dónde viene el desbarajuste, eliminemos de la ecuación a las personas que están de más.

¿Y quiénes están de más?

Cualquiera que haya conocido el equipo de fútbol de su barrio sabe quién era el que iba al arco, quién era el habilidoso, quién jugaba de nueve y al gordo ponelo de cuatro que no corre pero es capaz de parar un tren. Y esto si hablamos de un equipo amateur de cualquier barrio del país.

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Ahora bien, los muchachos de la selección mayor son los mejores del mundo. Y varios de ellos juegan juntos desde hace 20 años. ¿Es necesario que alguien les diga dónde pararse, de qué jugar, a quién pasarle la pelota, cuál será el encargado de la ejecución en cada penal y tiro libre o a quién le toca tirarle agua a Sabella? Si se reunieran los jugadores para tomar ese tipo de decisiones ya nos estaríamos ahorrando, de movida, el salario de Sampaoli (o de cualquier otro, esto no es personal) y sabríamos sin dudar quién es responsable de aciertos y errores.

Si Argentina sale campeón, todo lo malo será olvidado. Como siempre: resultadistas, positivistas, los mejores amigos del éxito.

Ahora, si llega a perder, por ejemplo, con Islandia, el pueblo saldrá en masa con el cuchillo entre los dientes a buscar culpables. Y en la confusión, cada quien podrá elegir el suyo, como viene pasando en la política y en todo lo demás.

messi 2 tuqui

La culpa es de Cristina, la culpa es de Macri, la culpa es de Sampaoli, o de Messi, o de Higuaín. Nosotros nunca tenemos nada que ver, y lo único que queremos es una razón para aplaudir.

Y si hay problemas, que los arregle otro. Yo ya voté, a mí que no me jodan.

Tuqui

 

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