Tuqui filósofo: por qué tropezamos siempre con la misma piedra?

Tuqui se pone reflexivo y añora un progreso de la humanidad que consistiría básicamente, en que todos nosotros desapareciéramos.
Por: Tuqui

Lo más maravilloso de la ciencia es que sus verdades no son perennes, lo cual explica y permite el progreso. Un ejemplo de ello es la obra de Isaac Newton, genio incomparable y uno de los científicos más importantes en la historia de la humanidad. Su pensamiento fue indiscutible por muchísimo tiempo, hasta que apareció Albert Einsteiny descubrió que el espacio, el tiempo y la gravedadse relacionaban de un modo que invalidaba la Ley de la Gravitación Universal de Newton.

Claro que para que aparezcan nuevas verdades hay que partir de las previas: antes de Einstein -liberando de malezas el camino intelectual que éste recorrería- aparecieron, entre muchos otros, Faraday primero y Maxwell después.

A partir de la Teoría de la Relatividad(1905) la explicación del Universo, del mundo natural, cambió. Las conclusiones que se extraen a partir de ella son muchas y muy variadas, se aplican a distintos campos y demuestran sin lugar a dudas, por ejemplo, que la Astrología es una pavada, dado que no hay causalidadentre la posición de los planetas y el nacimiento de una persona cualquiera (un ejemplo de causalidades que nadie puede cumplir 20 años antes de haber nacido; se requiere un parto para poder alguna vez soplar velitas).

En cambio, dos eventos no causales y distantes en el tiempo pueden suceder al mismo tiempo para algún hipotético observador. Trataré de explicarme: supongamos que desde aquí podemos ver a simple vista lo que ocurre en dos planetas distintos, uno ubicado a un año luz de distancia y el otro a dos. En el más lejano alguien publica el libroCómo hacer un huevo duro. Un año después, en el otro planeta, aparece la celebrada primera edición de Manténgase saludable comiendo piedras. Lo que sucede en el planeta más lejano sería observable desde aquí dos años después, tiempo que tardaría la luz en traernos esa imagen. Asimismo, lo que sucede en el primer planeta nos llegaría pasado un año. Para nosotros, ambos eventos parecerían simultáneos. Esa misma falta de causalidad ameritaría una explicación acerca de por qué no hay diferencias entre religión y superstición, pero no me extenderé aquí porque se trata de una bienintencionada aunque pobre aproximación a la ciencia y no de ofender a los chupacirios.

La percepción es engañosa. Una persona que hubiese nacido y crecido en un tren en movimiento no dudaría en afirmar que el mundo se mueve debajo de él. Sería difícil negar que los postes de teléfono a lo largo de las vías son paralelos, pero si el tren recorriera un cuarto de la circunferencia de la Tierra se verificaría que el último poste es perpendicular al primero.

Volviendo a Einstein, el desarrollo de la Mecánica Cuánticageneró chispas al chocar con la Teoría de la Relatividad, y aún en relación con la Lógica. Las leyes que con tanta elegancia rigen el Universo conocido y perceptible no funcionan al nivel de las partículas subatómicas.

Hace décadas se realizó el experimento de la doble ranura, que demuestra que un electrón se comporta como una onda, a menos que sea observado, en cuyo caso actúa como una partícula. En YouTube encontrarán montones de detalles sobre este experimento, que en principio parece un desatino y que es una prueba más de la influencia de la percepción en la concepción que cada uno tiene de la naturaleza.

¿Estaba Einstein equivocado? En la actualidad la Teoría de Cuerdas y Supercuerdaspermite relacionar la Relatividad y el mundo cuántico, dejando contentos a los einstenianos y a los físicos contemporáneos.

Apenas consigo comprender esta teoría. Me faltan muchos años de estudio de Física y Matemáticas para entender cabalmente, y más para poder explicarlo con sencillez, que muchas partículas subatómicas no son bolitassino hilos, algunos abiertos y otros cerrados como una banda elástica (los gravitones). La tecnología actual no permite observar directa o indirectamente estas partículas, pero este marco teórico requiere diez u once dimensiones (apenas percibimos tres -alto, largo y ancho- del mismo modo que no escuchamos los ultrasonidos ni vemos colores por encima del violeta ni por debajo del rojo) y los universos paralelos son una posibilidad cierta, membranas que permiten el paso de gravitones de una a otra y que podrían entrar en contacto (una de las explicaciones del Big Bang), determinando eventos en universos “vecinos”. Lo que era sólo un juego fantasioso para los autores de ciencia ficción es hoy una posibilidad cierta.

En el camino que va desde Newton hasta la actualidad quedaron kilos de teorías fallidas, cuyo fracaso dio lugar al descubrimiento de nuevas verdades.

Y llegados a este punto uno se pregunta por qué no usar un método similar en el terreno de lo sociopolítico. Un sistema global que ha fracasado una y otra vez en proporcionar bienestar a todos los ciudadanos del planeta es sostenido en un retorno permanente por el grueso de la población. Si nos atenemos al ámbito local, los populismos y los neoliberalismos pifiaron una y otra vez estrepitosamente. Sólo triunfan a la hora de impedir que las personas se eduquen, usando los planes de estudio para adoctrinar los primeros, cerrando escuelas en vez de abrirlas los segundos.

Quienes sean padres tienen una responsabilidad primordial: guiar a su prole hacia nuevas verdades que les permitan diseñar y construir un mundo mejor. La sabiduría está ahí, al alcance de la mano. Una biblioteca cabe en un teléfono celular.

Cuando se pregunte por qué el mundo está como está, por qué a esta altura de la civilización hay guerras, hambre, una violencia creciente, una imposibilidad exasperante de contrarrestar argumentos con argumentos, asómese a ver qué hacen los niños.

Los medios masivos ya no son independientes, y pueden convencer a cualquier desprevenido de lo que se les dé la gana. Lo que no es ideología son programas de chimentos o realitiesque suspenden la vida del espectador ylo anestesian mientras vive en las dos dimensiones de una pantalla iluminada la vida de otros.

El esparcimiento y el ocio complementan la instrucción, no la reemplazan. Por el camino que vamos llegaremos a la sociedad que describe, con humor, la película Idiocracy, en la que los habitantes del mundo son una masa de idiotas e ignorantes, y tiene que llegar un hibernado mediocre del pasado (bibliotecario del ejército; difícil concebir a alguien más intrascendente) para explicarles que las plantas no crecen si se las riega con Gatorade.

Siempre habrá tiempo, aunque resulte cada vez más difícil, para corregir este rumbo deforme y perverso antes de que sobrevenga la extinción. Pero tengamos en cuenta que hasta los dinosaurios desaparecieron, y eran mucho menos débiles, codiciosos, egoístas y estúpidos que el pretensiosamente autodenominado Homo Sapiens.

 

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