Poner límites: el nuevo cuco (de los padres)

En las vacaciones todo queda en evidencia: el tiempo compartido con nuestros hijos nos enfrenta a lo que más tememos: cómo y cuándo poner límites.
Por: Cecilia Alais

La autora es Licenciada en psicología M:N 41943. Magister en psicología cognitiva y aprendizaje. Diplomada en psiconeuroinmunoendocrinología. Diplomada internacional en intervención en autismo.

Las vacaciones pueden ser una gran oportunidad para disfrutar de más tiempo libre y relajar de la intensa rutina donde los padres nos repartimos entre el trabajo, la casa, los diversos “pools”, las innumerables actividades “extra- escolares”, los “programas” que se concatenan unos con otros y así van de fútbol a un cumpleaños y luego te ruegan, “porfis, porfis, porfis!!!”, invitar a tres amigos y así se improvisa una “pijamada”.  Sin embargo, las vacaciones nos imprimen una rutina diferente y nos llevan a convivir más intensamente con aspectos de nuestros hijos y propios que durante el año pueden estar camuflados entre tanta actividad. ¿Cómo gestionar el tiempo, la necesidad de estimulación constante, las horas de tecnología? Sin la rutina que organiza y limita, el desborde se hace más evidente. Muchas consultas comienzan durante o después de las vacaciones.

Una consulta frecuente surge del desborde que evidencian algunos niños y la famosa “falta de límites”. ¿Pero… qué significa poner límites? Cada persona y cada familia tiene su propia historia con respecto a este concepto.  Un primer paso podría ser debatir en familia qué significa limitar. ¿Significa coartar, quitar libertades, imponer? ¿o significa controlar y castigar? Muchos padres plantean que sus hijos “hacen lo que quieren con ellos”, que los quieren “pasar por arriba constantemente”, que se sienten “como su esclavo, tengo que hacer todo lo que quiere sino estalla”. Incluso cuando se enojan pueden llegar a insultar y/o pegar a sus padres. Esto ocurre más frecuentemente de lo que parece y causa mucha frustración.

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En términos generales las generaciones de nuestros padres y abuelos tenían una estructura de autoridad piramidal asimétrica organizada en función del control, donde la comunicación principalmente circulaba de arriba hacia abajo: los padres ordenaban lo que se debía hacer y ser. Los padres actuales sentimos la necesidad de reconstruir ese modelo para volverlo más democrático y participativo, donde la comunicación circule de forma horizontal con relaciones más simétricas. Como toda transformación conlleva el tiempo de la experiencia. En un contexto donde la realidad se nos escurre entre los dedos por la inmediatez de los cambios ¿Cómo transitamos los procesos, la espera, la demora? Entonces cuando el nuevo modelo “falla” queremos volver al anterior y vamos y venimos y eso confunde a nuestros hijos que se sienten al desamparo.

Un capítulo aparte lo llevaría la culpa que nos genera cuando los “frustramos” al decirles que no a algo que quieren. El simple hecho de postergar una demanda ya nos llena de culpa. ¡Con lo importante que es la frustración y la demora para el desarrollo de nuestros hijos!

Construir límites tiene poco de instantáneo y mágico, y mucho de trabajo arduo, persistencia y coherencia.

…Y como a poner límites se aprende, te compartimos estos conceptos y estrategias:

  • Los limites los calman, tal vez no en lo inmediato, pero sí a mediano plazo porque al niño le va quedando cada vez más claro lo que se puede y lo que no se puede, qué se espera de él, hasta dónde puede llegar. Los límites nos protegen, nos cuidan. Deben ser concretos, puntuales y específicos. Deben remitir a la conducta del niño y no a su persona. “Comprendo que tenés muchas ganas de salir a andar en bicicleta y no poder hacerlo te enoja, pero el sol está muy fuerte y te puede hacer mal. Qué te parece si jugamos a algún juego de mesa y cuando el reloj marque las 7 con su aguja y el sol baje salimos.”
  • Comenzá a poner límites dentro del ámbito del hogar. Por ejemplo, si queremos que se quede sentado mientras come primero intentalo en la intimidad ya que es un contexto más cuidado. Si comenzás cuando van a lo de los primos o a un restaurant se juegan otras variables que lo hacen mucho más difícil. Todos quedan más expuestos y vulnerables.
  • Los niños deben comprender las consecuencias de sus actos ya que sientan precedentes para futuras conductas. Que un comportamiento se repita o merme depende en gran medida de sus consecuencias. Estas siempre deben ser posibles de concretar. Si le digo “No vas a salir en todo el año” y no lo puedo concretar pierdo credibilidad.
  • Las consecuencias positivas suelen ser más eficaces que las negativas para lograr un cambio. Tratá de estar alerta a todas las conductas positivas (cuando tu hijo obedece o se muestra empático) y ofrécele incentivos o beneficios. Pueden hacer una lista de conductas positivas y posibles refuerzos. Ejemplos de conductas positivas: levantar la mesa, ordenar el cuarto, sonreír, ayudar a un hermano, etc. Ejemplos de refuerzos: un abrazo, una mirada, una palabras o frases de aprobación, decirle “¡Qué bueno que sos!”, “Muchas gracias por…”, “Pareces más grande cuando”, “Como te portaste bien vamos a…” “Estoy orgulloso de vos cuando…”. Evitá decirle “te portaste bien” o “te portaste mal” ya que son muy generales y no le explican al niño qué es específicamente lo que hizo bien.
  • Nunca realices comentarios irónicos tales como “¡Por fin hacés algo bien”, “Dale seguí así!”, ya que los niños los comprenden de modo literal.
  • Establecé un rato cada día de exclusividad con cada hijodonde puedan compartir algo que disfruten. Este tiempo especial ayudará a reforzar el vínculo para que cuando le marques un límite se encuentre más abierto a tomarlo.
  • Compartan coherentemente el sistema de límites, refuerzos y consecuencias entre los adultos que están a cargo de la crianza. No desacreditar a otro adulto ni desautorizarlo sea padre, madre, abuela, maestra, etc. Son los adultos que elegimos para cuidar a nuestros hijos y ellos deben sentir confianza en todos los cuidadores. Los ajustes en las reglas y modos de implementarlos se deben debatir a la interna del mundo adulto.
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Si el niño “gana” y hace lo que quiere…pierde porque se quiebra la autoridad del adulto y él confiar

ma, de algún modo, que está solo para lidiar con sus impulsos y deseos. Sin límites. Sin bordes. Desamparado.

No te desanimes si en el camino las cosas no salen como lo planeabas, solo vuelve a intentarlo y siempre recordá que podés buscar ayuda.

Referencia bibliográfica: Bunge, Gomar y Mandil (2016) Terapia Cognitiva con niños y adolescentes. Aportes técnicos.  Editorial Akadia.

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