No encajar, no llegar, no poder. Esas palabras sonaron en mi cabeza desde que tengo uso de razón. En el primer lugar donde me sentí así fue en el jardín, adonde se dieron cuenta que yo no hacía las cosas que se esperaba que hiciera a esa edad.
Como tardar más tiempo en intentar comunicarme, tener poco contacto visual con los que me rodeaban o preferir juegos solitarios en los recreos (no porque no me gustaba estar con otros nenes como muchos suponen, sino por no saber cómo hacerlo). También, en esa época, notaban reacciones exageradas ante estímulos o rituales obsesivos para calmar la ansiedad, incomprensión de los dobles sentidos y chistes.
Ahí comenzó mi peregrinación por consultorios, terapias, siquiatras, psicólogos, neurólogos y, desde entonces, recuerdo la angustia que naturalmente se generó en el círculo familiar y el entorno. Es bastante feo sentir que vos sos el motivo de la angustia de los que más te quieren.
El diagnóstico que los médicos nos dieron era Déficit Atencional sin hiperactividad. Un veintena de médicos a los que pacientemente me llevaron mis papás repetían el diagnóstico al que asociaban la depresión que también sufría al sentirme incomprendido. Por esa razón, me medicaron desde la primaria y una parte de la secundaria.
De más está contarles que en la escuela sufrí también mucho porque se trata de un sistema académico absolutamente arcaico que –con extrañas excepciones- fomenta la expulsión de todo aquel alumno que tenga algún tiempo distinto a la mayoría, alguna “dificultad”.
El sistema o te expulsa o te deja expuesto frente a tus compañeros como si vos fueras un impostor, pero afortunadamente conmigo no pudieron porque si hay algo que me caracteriza es mi buena educación, el respeto a la autoridad, el apego a las reglas y sentido de la responsabilidad. Así fue como terminé la secundaria e incluso ingresé a la universidad.
Ahí viví otro derrotero porque no acerté con mi vocación pero logré dar 16 materias de la Licenciatura en Relaciones Laborales de la UBA. Me costó mucho, reprobé varias materias y como no estaba logrando los objetivos en los tiempos que corresponden, volví a bajonearme.
Quería lo mismo que cualquiera de ustedes a los veinte años: estudiar, trabajar y salir al mundo de una vez por todas pero rebotada contra unas pastillas que no resolvían mi tristeza.
Así que luego de enfrentar al equipo de médicos de un prestigioso centro neurológico que me pusieron casi entre la espada y la pared para medicarme, me dijeron que tenían una última alternativa y, de mala manera, me ofrecieron conocer al licenciado Matías Cadaveira (especialista en espectro autista).
No deberían haberme mandado a ver a un psicólogo antes de darme medicación?, pensé yo.
Y lo que parecía mi última liana fue mi puerta de salida.
Cuando lo conocí fue un cambio drástico porque al escuchar lo que sentía y me pasaba me dijo sin titubear vos lo me estás enunciando se correlaciona con el Síndrome de Asperger, aunque -de todas maneras- me hizo las evaluaciones diagnósticas que lo comprobaron y a partir de ahí fue poner en palabras algo que era abstracto y estorbaba mi calidad de vida.
O sea que, amigos, yendo a muy buenos centros de neurología, nadie en 24 años acertó en mi diagnóstico.
Tal vez, el dolor y la frustración que pasé fueron mi propia escuela para resistir y seguir buscando. Para no bajar los brazos incluso a pesar de mí mismo.
Tener CEA (Condiciones del Espectro Autista) también presenta sus desafíos porque hay muchos prejuicios que hay que enfrentar: muchas veces nos sentimos invisibles ante los que nos rodean y muchos infieren que somos personas poco sociales o que no tenemos sentimientos cuando, por el contrario, como todo ser vivo, los tenemos pero los manifestamos de una forma poco común.
Tengo claro que nadie se siente triste porque sí y si vos estás pasando por algo como lo que te conté en esta nota quiero agregar esto:
- Nunca dejes que nadie influya tanto en tus pensamientos que termine pensando por vos.
- Confía en vos mismo porque lo único que nos va a salvar es ser individuos libres y críticos que buscan la verdad aunque el sistema se ponga en nuestra contra.
- Ah, y si no sabes bien quien sos o qué te hace diferente de los demás, no te canses de buscarte a vos mismo. Porque, si no te buscas vos, quién lo va a hacer?
Les dejo el link a la Fanpage del Licenciado mencionado en la nota, especialista en Autismo.
https://m.facebook.com/licmatiascadaveira
Información
Email: matiascadaveira@gmail.com
Web: http://www.casaabanico.com/
Psicologo egresado de la UBA.
Certificación Internacional para la evaluación diagnóstica del autismo.
Autor en Paidós.
Director en Casa Abanico.
Sitio web de salud y bienestar
@matiascadaveira
Excelente tu reflexión estate atenta que acá en Border vamos a seguir publicando para conocer y acercarnos a la inclusión! gracias por leernos!
El disparador es apenas una anécdota,una muestra mas de que inclusión e integración,son teorías hermosas que en la realidad se convierten en calabaza.
Buscando un curso para mi hija llego a una página que ofrecen talleres super modernos para niños y adolescentes.Descubro un apartado que habla específicamente de inclusión y cómo reciben con los brazos abiertos y atienden las necesidades especiales de cada niño.
Luego paso a los precios de la matrícula de cada curso y descubro el costo que hay que pagar.
Los cursos para niños de mas de 5 años $1500.
Para niños del programa Inclusión $2600.
Se paga un precio mas alto ,por ser diferente.
Por necesitar cosas diferentes de la mayoría.
Hace dos años,cuando mi hija por fin recibió su diagnóstico de CEA -Asperger (Y digo por fin,porque lejos de ser una «etiqueta» fue y es una herramienta que nos hizo la vida mas fácil),abrí los ojos a una realidad que estaba velada. Entendí que hay diferentes modos de procesar lo que nos rodea,tan simple y complejo a la vez.
Que es tan simple como saber lo que hay que trabajar, las dificultades y fortalezas (esas dos palabras que escuchamos salir de la boca de cada terapeuta) para poder adaptarse a algo tan complejo como es «la mayoría».
Siempre me hizo ruido tener que hablar de una discapacidad (Falta o limitación de alguna facultad física o mental que imposibilita o dificulta el desarrollo normal de la actividad de una persona.),no lo sentía así para nada. A mi hija no le faltaba nada,tenía todo, solo que era diferente.
Hasta que descubrí dos palabras que lo decían todo,diversidad funcional.
De eso se trata,solo de eso.
Pero en una sociedad donde la mayoría se siente seguro siendo como la mayoría, lo diferente hace ruido.
Hace que digamos: «el problema lo tiene él»,necesita que lo guíen,que le enseñen cómo se comporta la mayoría.
Mi hija no tiene «un problema».El único problema es no ser lo esperable para la sociedad.
Entonces en un curso de cualquier tipo (así como en la escuela),el que es diferente necesita la figura de una integradora ,por la que tiene que pagar un precio (ya sea dinero o infinitos trámites),como si solo ese niño, «el diferente» ,la necesitara.
Como si no la necesitaran todos para entender a esa persona que tiene otras necesidades o percibe las cosas de otra manera.
Porque la «incapacidad» que tiene una persona CEA para entender el entorno y las normas sociales,la tiene también el entorno para entender a esa persona que es diferente.La integradora es un puente entre ambos lados. Entonces ambos lados lo necesitan .
Para que ese niño pueda realmente ser incluido y no solo «dejarlo estar» en el mismo lugar que «la mayoría».Y para que esa mayoría deje de «temerle» al que no es igual a la mayoría.
El retraso que tienen las escuelas en este aspecto (y muchos otros) es tremendo.Estoy cansada de escuchar a madres de niños CEA preguntar:»Es integradora la escuela?».
Qué significa eso? Que hay escuelas que no lo son? Que hay escuelas públicas que no lo son? No deberíamos ni siquiera tener que hacernos esa pregunta.
El desconocimiento de los docentes sobre el tema es asombroso. Año tras año tuve que sentarme con cada uno a explicarles desde cero de qué estaba hablando cuando decía Asperger. Y siempre fui escuchada,pero pocas veces fui entendida. Cosas simples como que mi hija necesitaba que le adelanten las actividades,o quedarse en el aula para no soportar el griterío del recreo,eran pocas veces respetadas. Porque la escuela tiene sus normas,que evidentemente están por sobre el bienestar de los alumnos y las necesidades individuales.
Y al fin,si sacamos tanta palabrería poética inclusiva,lo único de lo que se trata todo esto es de respeto.
Saber respetar las diferencias. Que el otro no piensa igual,que no ve las cosas como yo, y que no es necesario que todos pensemos igual, y veamos las cosas del mismo modo. Que diversos somos todos,que todos tenemos dificultades y fortalezas y hacemos lo que podemos con ellas.
Y que la única manera que podamos sentirnos todos iguales,es aceptando que todos somos diferentes.
Excelente nota , ojalá todos los medios se interesaran por informar. Por visibilizar todas las realidades.
Gracias.
Yoli
Necesito por favor la dirección del del Licenciado o algun contactoi