Un programa para reducir la violencia en las cárceles por medio de la palabra fue reconocido por la ONU

Al hablar de cárceles y presos se suele escuchar la frase “salen peor de lo que entran”. Por eso, que un programa dedicado a la resolución de conflictos carcelarios a través del diálogo sea distinguido por la ONU y apoyado por un cortometraje de Juan José Campanella, nos invita a contar de qué se trata.
Por: Silvina Ocampo

Muerte, hacinamiento, condiciones edilicias deficitarias, violencia… la situación dentro de las cárceles argentinas es verdaderamente crítica. Y los intentos para contener todos estos horrores vienen fracasando. Es en ese contexto que es tan bienvenido un programa que se propone colaborar en disminuir la violencia dentro de los establecimientos carcelarios. “La palabra es una herramienta muy potente en la protección de los DDHH en el sentido de que cuando nosotros hablamos y otro nos escucha, nuestra voz se fortalece. Y en el caso de las personas privadas de su libertad el aislamiento y el encierro calla las voces. Buscamos que ellos las recuperen”, nos explica Mariana Volpi, abogada, mediadora y creadora junto con Alberto Volpi (comparten apellido e intereses, pero no son parientes) del Programa Probemos Hablando, de la Procuración Penitenciaria de la Nación a cargo del doctor Francisco Mugnolo. “Cuando dos persona se sientan a hablar, se conocen, de alguna manera se humanizan, eso reduce las posibilidades de que aparezca el odio y hace más difícil que se maten”, apunta ahora Alberto Volpi, férreo defensor del diálogo y de los procesos de negociación.

EL COMIENZO. Allá por 2014 Alberto y Mariana trabajaban juntos en la Procuración Penitenciaria. Su tarea era recorrer las cárceles entrevistando a los presos para saber cuáles eran sus reclamos. Si bien la falta de condiciones mínimas se repetían como reclamo, algo que llamó la atención de estos dos abogados fue la dificultad que tenían de expresarse y el nivel de violencia con el cual vivían. Con esa visión en común comenzaron a gestar un programa donde la palabra fuera el dispositivo que mejor podía actuar como protección de DDHH. Así surgió la idea de crear círculos de diálogo con los presos facilitados por mediadores y expertos en resolución de conflictos a través de medios pacíficos.

Lograr entrar en los pabellones y generar esos espacios no fue sencillo, apunta Alberto, fue necesario un pre diálogo con el Servicio Penitenciario Federal (en adelante SPF) para poder llevarlo adelante. Hubo que garantizar de nuestra parte total imparcialidad entre ambos grupos: presos y SPF”. Increíblemente, y si bien se charla mucho sobre los problemas puntuales que surgen de la convivencia, lo que más sobresalen son otros temas. “en los círculos no suelen charlar de peleas, venganzas hacinamiento, se tratan –por pedido de ellos- temas más profundos: cómo ser papá en situación de encierro y lo que verdaderamente sienten. Cuando participan de estos diálogos se olvidan de que están en la cárcel, para ellos es un momento de libertad, agrega ahora Mariana.

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Hoy el programa Probemos Hablando funciona en Marcos Paz. Allí visitan la unidad residencial 1 que tiene alrededor de 450 internos, se realizan ocho círculos de diálogo por semana con grupos que oscilan entre 6 y 20. Este año también desembarcaron en la cárcel de mujeres de Ezeiza. “Hasta ahora donde llegamos a trabajar hacemos lo posible por no irnos. Y nos lo piden tanto los presos como los del SPF”, asegura, ambos creadores que entienden que otro punto que hizo crecer tanto este proyecto es que es interinstitucional y colaborativo. “Trabajamos con muchas instituciones que apoyan nuestro emprendimiento, apunta el experto. Con la SEDRONAR, por ejemplo, hicimos un taller pensado para los chicos que llegan a la cárcel desde una situación de calle y que vienen con la problemática de la adicción a cuestas. Las dinámicas de las charlas son diferentes y como es parte de lo que propone el Estado es fundamental que no se burocratice. Que sea a demanda y donde los participantes se apropien y co-construyan el proyecto”.

Saber si este está funcionado tiene más que ver con las reacciones que con mediciones y números fríos: “Los sistemas de medición no se aplican acá. Nosotros trabajamos mucho por contagio, lo que hacemos en el pabellón A se termina “pegando” en el B. Y hacemos entrevistas en profundidad. Antes de nuestra entrada los presos que entraban al pabellón “equivocado” eran sacados apuñalados, torturados y/o violados. Hoy con nuestra presencia los sacan a las ‘patadas’. Disminuir esos círculos de violencia y crueldad es un gran aporte”. Y también es un síntoma de que el programa funciona el hecho de que el propio SPF está pidiendo que se organicen estos círculos de diálogo para ellos. Los presos admiten que tras participar de ellos por primera vez lograron hablar con sus hijos sin que ellos les cortaran el teléfono o que a la hora de enfrentar a la junta que los califica pudieron comunicarse y hablar mejor, recuperaron una herramienta que tenían dormida.

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Lo decíamos, no hay números que avalen el éxito de este programa, si hay pedidos de llegar a cada vez más cárceles. Y los propios integrantes de la Procuración Penitenciaria que al principio se burlaban –“Yo mañana voy a empezar un curso para que los presos hagan footing a la mañana”, decían – hoy están viendo que el proyecto necesita más y más capacitadores porque no para de crecer. “La Procuración tiene para este programa, con nosotros 2, siete personas trabajando, más 2 o 3 que son prestadas. Unas 10 más llegan desde otras instituciones y este año, además, hicimos unos cursos de capacitación para ser facilitadores para personas que en un futuro se podrán sumar a nuestro grupo o bien llevar lo aprendido a sus lugares”, puntualiza Alberto Volpi.

UN DOCUMENTAL DE LUJO. Y como frutilla del postre para estos cinco años de trabajo se presentó este año el cortometraje producido por el prestigioso director Juan José Campanella. “Desde que en 2015 le contamos el proyecto a Juan José Campanella a él le encantó y siempre que se lo pedíamos nos tuiteaba algo en apoyo a nuestra movida. Se convirtió en nuestro padrino y el año pasado, con su productora 100 Bares,  donó el video que realizó Pablo Aulita y se estrenó en abril de este año”. Ese corto, que dura 15 minutos y muestra a los mismos presos hablando de lo que significa para ellos el programa, fue una impresionante carta de presentación para visibilizar el trabajo. “Capacitar a las personas que están presas en métodos de resolución pacífica de conflictos puede ser la punta del iceberg para cumplir con el mandato constitucional de la reinserción social. Es bueno para toda la sociedad generar una cultura de diálogo y respeto”, afirmó el propio Campanella en la presentación de la pieza fílmica.

Y fue justamente este documental una gran ayuda para llegar a la ONU. “Yo tenía planeado un viaje a Nueva York -cuenta Mariana Volpi- y se nos ocurrió que era una buena idea tratar de que el corto de Campanella se viera allá. Es cierto que ya contábamos con un acercamiento: el año pasado el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) nos dio un fondo económico. Pero estar allá y que nos recibieran era otra cosa”. Junto con la doctora Rocío Alconada Alfonsín, del Comité Nacional de Prevención de la Tortura, llegaron hasta el embajador de la misión argentina en la ONU quien vio el documental y se súper interesó. Él se puso al hombro la realización de un evento para mostrar el proyecto de la mano del documental de Campanella. Así Mariana presentó el proyecto en la ONU ante representantes de Italia; Colombia; México; Uruguay; Latinoamérica y el Caribe. “en lo personal fue inolvidable, un sueño cumplido, nunca pensé que ese proyecto tan pequeño que comenzó en los café de Avda. Callao iba a llegar a la ONU. A nivel institucional es un gran logro comprobar que una apuesta innovadora, que realiza un  trabajo en conjunto desde organismo de control –la procuración- con el organismo controlado –el SPF-, está dando tan buenos resultados”.

Claro que los logros en este contexto pueden ser pequeños ante tantas tragedias que allí se viven. “Sabemos que es ‘re de a poquito’, no esperamos nada grande, admite Mariana y aclara que para sobrellevar tantas angustias se apoyan en la capacitación: la formación nos da la fortaleza y la libertad para poder atravesar incluso las propias contradicciones”. Y es Alberto quien retoma la palabra y concluye: “Encerrar a alguien en una cárcel y luego desentendernos de lo que le pasa ahí no sirve porque tarde o temprano esa persona sale. Lo que hagamos con ellos mientras estén privados de su libertad será fundamental. Sentimos realmente que lo que hacemos es como la gota en el océano: genera una onda expansiva imparable… esperamos que se pegue… y se nos pegue… Esto no es mágico, pero si se hace con profesionalismo y buena fe da resultados”.

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