Autismo: guía práctica para diferenciar una crisis de un berrinche y herramientas para ayudarlos

Muchas veces, nos confundimos la hipersensibilidad sensorial de nuestros nños con CEA de los berrinches clásicos de los chicos de su edad. Sufrimos pero no nos damos cuenta que sólo tenemos que ejercer nuestra maternidad y paternidad y poner límites. Para saber de qué se trata es fundamental que entendamos por qué se producen esas conductas desafiantes en niños con CEA. Una palabra clave: anticipar.
Por: Fernanda Villosio

Sólo las familias que tienen un hijo con la Condición del Espectro Autista (CEA) saben que los desafíos de conducta que ellos presentan, en la calle o en la escuela, lejos están de ser un problema de “mala educación”, como muchas veces se piensa socialmente. Es una de las características de este trastorno: la dificultad en la comunicación, el lenguaje y el comportamiento.

Sin embargo, para los familiares tampoco es fácil descifrar por qué un niño con CEA rompe cosas, se tira al suelo o sale corriendo en medio de un shopping. Berrinches que, hasta los 4 o 5 años, pueden ser esperables y que en chicos con autismo perduran en el tiempo, convirtiéndose en un tema de preocupación. ¿Por qué ocurren? ¿Cómo entenderlos sobre todo en chicos que no tienen lenguaje y que les cuesta expresar lo que sienten? ¿De qué manera se pueden contener?

Antes se hablaba de conductas disruptivas pero eso sólo ponía el foco en la persona que la protagonizaba. Yo prefiero hablar de conductas desafiantes que es un concepto mucho más completo. Porque también pone el foco en qué contexto se genera esa conducta y eso es en lo que se puede trabajar”, opina el profesor de educación física y director de “Aprendiendo a jugar”, Eduardo Sotelo.

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La intervención de las personas que rodean a los chicos con CEA –familiares, terapeutas o educadores- es fundamental a la hora de comprender y contener ciertas acciones que se salen de la “norma”. Si el contexto tiene conocimiento del apoyo que debe darles, la conducta se puede prever y el resultado será una respuesta más segura, amable y protectora.

La clave está en dos palabras: entender y anticipar. Ejemplo. Si un niño con CEA está en un aula y sale corriendo o tira un banco, le está diciendo algo a su entorno. La reacción más fácil, que muchas veces por desconocimiento asumen docentes o cuidadores, es tildarlo de “caprichoso”, “molesto” o “problemático”. Cuando, en realidad, puede estar queriendo transmitir, por ejemplo, cansancio. Y tira la mesa para que lo reten y así salir del aula.Si se entiende esto, probablemente, antes que el niño se canse se le puede proponer tomar un poco de aire. No sólo así sería posible evitar una conducta inconveniente sino que también se le estaría dando otro modelo de comunicación que no sea explotar a través del cuerpo. En definitiva, que aprendan a expresar sus emociones.

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Las conductas desafiantes tienen un fin determinado. Por eso es importante observarlas y encontrar el objetivo: la persona desea algo y no logra expresarlo de una manera adecuada. Por eso utiliza distintos mecanismos como salir corriendo, pegar o tirarse al piso –explica Sotelo-. Quizás no sabe cómo decir ‘esto me molesta’, ‘esto me frustra’ o ‘no te estoy entendiendo porque hablás muy rápido”.

Y concluye:Cuando entendemos que los chicos, en realidad, utilizan los mecanismos que saben para poder solucionar los problemas que les da la vida social, podemos comprender y ser mucho más amables con ellos”.

En el autismo, las conductas desafiantes muchas veces persisten y dependen del nivel de apoyo y las habilidades que tenga esa persona. El rol del entorno es muy importante para ayudarla a autoregularse y mostrarle otros caminos de resolución de conflictos cotidianos. Es un proceso lento que requiere paciencia y comprensión.

Los chicos con CEA tienen, muchas veces, trastornos en el procesamiento sensorial. No saber asimilar los estímulos del medioambiente suele provocar en ellos reacciones que se interpretan como un berrinche. La licenciada en Terapia Ocupacional, Sonia Reijenstein, aconseja “la anticipación” para tratar de prevenir estas situaciones. “Por ejemplo, si sé que mi hijo frente a determinados sonidos se altera, trato de no exponerlo a eso. Y en el caso de tener que hacerlo, busco herramientas, como orejeras, para que lo aisle del sonido”, asegura.

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En caso de que se desconozca el origen del malestar, Reijenstein enumera algunas estrategias que funcionan como el tacto profundo o los estímulos propioceptivos: se lo puede agarrar y apretar o mecer como si estuviera en una hamaca. Todos estos movimientos tienden a calmar. “Cuando un chico con TEA hace un berrinche, hay que pensar que quizás la está pasando mal o le cuesta demasiado revertir esa situación. A veces es difícil interpretar lo que le pasa, pero uno debería tratar de detectarlo y ayudarlo porque se sabe que ellos procesan la información de manera diferente”, indica la terapista ocupacional.

Como en todas las cuestiones de la vida, ninguna receta es mágica. Pero la observación es el primer paso para empezar a entender. Y cuando se comprende es más fácil ofrecer ayuda.

Entrevistas: Giselle Leclercq

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