«Esta crisis puede ser oportunidad para ponderar el diseño argentino”, dijo el socio de Sylvie Geronimi

A muchos les parece una frivolidad hablar de la moda argentina en tiempos de pandemia, pero detrás de la confección de vestidos, zapatos artesanales y peluquerías se mueven cientos de miles de trabajadores de los populosos conurbanos.
Por: Candela Martín @candimartin_

El impacto de la pandemia del nuevo coronavirus resonó en absolutamente todos los sectores económicos. Algunos más golpeados que otros, intentan surfear esta crisis ante la caída estrepitosa de los números. La industria de la moda y la belleza no fue ajena, y lejos de lo que se puede pensar a priori que es un consumo frívolo, la trastienda de lo “made in Argentina” muestra realidades impensadas.

¿Alguna vez al comprarte un zapato de industria nacional pensaste por todas las manos que debe pasar hasta llegar al producto final entregado en una caja de cartón y listo para ser disfrutado?

¿Pensaste cuántos kilómetros recorre la persona que te hace el color o te corta el pelo para llegar a su lugar de trabajo? ¿Proyectaste cómo será la próxima visita a la peluquería en este contexto?

¿Qué pasa con los diseñadores que se encargan de hacer vestidos para fiestas y casamientos que debieron ser suspendidos por el coronavirus?

Ni los locales de ropa o zapatos ni las peluquerías fueron incluidas dentro de las actividades esenciales delineadas por el gobierno de Alberto Fernández en el contexto del aislamiento social, preventivo y obligatorio para hacerle frente al avance del coronavirus en el país.

¿Cómo sobrevive a ese parate la industria de la moda y la belleza que emplea a miles de personas?

La Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria (CIAI) elaboró una encuesta para medir el impacto del Covid-19. De las empresas sondeadas, 4 de cada 10 en marzo tuvieron una caída de ventas de entre 50 y 74% y 3 de cada 10 superó el 75% de derrumbe. El 66% de los consultados consideran que demorará al menos 5 meses la recuperación de la actividad en sus comercios.

Prácticamente la totalidad de los participantes afirmaron que la situación de sus empresas resulta crítica: la caída inédita de los ingresos imposibilita continuar con el normal cumplimiento de los costos, en un contexto de quiebre de la cadena de pagos. En relación con los costos del sector productivo, 32% de los encuestados señaló que la mayor dificultad representó el pago de los salarios, 27% los impuestos y 24% el resto de los costos fijos de las compañías.

Claudio Cerini, creador y dueño de la cadena de peluquerías que llevan su apellido tiene 7 peluquerías de mujeres, un salón de caballeros, un lavadero industrial donde llevan las batas y blancos, un depósito general de mercadería donde distribuye los insumos para sus locales, una escuela de formación profesional y una perfumería. Emplea cerca de 800 personas y dos días antes de que el gobierno decretara la cuarentena obligatoria, decidió liberar a su personal de las tareas y no abrir sus locales al público.

Lo que traté fue cuidar al personal y a los clientes, intenté adelantarme a lo que iba a pasar”, cuenta el empresario a #BORDER.

Cerini es una de las más de 450 mil empresas que se anotaron en la página de la AFIP para ser beneficiarios del Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP), que habilitó el Gobierno para paliar la crisis generada por el coronavirus. “El sábado pasado me llegó de la AFIP que mi empresa está calificada para recibir el subsidio para poder pagar sueldos de este mes”, celebró Cerini.

Cómo y cuándo va a ser el regreso a los salones, nadie lo sabe. Lo que el sector tiene claro es que ya no se podrá trabajar con la cantidad de personal y clientes que antes.

No encuentro diferencia en la manera de trabajar de un odontólogo que de un peluquero si se toman las medidas de seguridad necesarias podemos trabajar tranquilamente. El uso barbijo no es una locura en un futuro cercano en las peluquerías. Las exigencias de higiene y limpieza en los salones siempre estuvieron y ahora se reforzarán”, justifica Cerini sobre el regreso a la actividad, entendiendo que no es lo prioritario pero sí es importante tener en cuenta al sector. Y propone: “Nos gustaría que haya alguien del rubro en el comité de crisis”.

Un punto que el profesional critica es que se toma a su actividad como “light o superflua” y explica porqué no está de acuerdo con esa apreciación: “La industria de la belleza en 2016 llegó a ser el 1% del PBI”. Además, plantea una de las posibles secuelas de la cuarentena y el encierro: “El tema de la belleza no es trivial. la gente al verse bien su ánimo se levanta, dentro de un tiempo van a haber otras cuestiones importantes desprendidas del coronavirus como la salud mental”.

El diseñador Gabriel Lage, dedicado a la alta costura, coincide con Cerini. Apunta que es un error relacionar la moda con la frivolidad y propone compartir los secretos de cómo se hace y quiénes están en los talleres detrás de la confección de una prenda para que, cuando todo comience a normalizarse, se valore más el trabajo y las prendas hechas en Argentina.

En el proceso de confección de un vestido como los que él diseña intervienen al menos diez personas. Son artesanos de la moda con oficios que llevan años de aprendizaje. “Saber de esa gente a la que le cuesta mucho aprender el oficio y requiere tanta dedicación le quita toda frivolidad”, sintetiza Lage y revela: “La forma de trabajo acá es muy distinta a la de afuera. La moda en las grandes capitales del mundo están manejando por grandes grupos y nosotros no tenemos eso ni nada parecido, nuestro trabajo es artesanal y totalmente a pulmón”.

Sobre el consumo en el futuro próximo cuando pueda volver a producir, piensa: “Va a depender mucho de nosotros cómo va a ser el consumo de nuestra industria. Estamos acostumbrados a pensar que lo de afuera es mejor a lo nacional, y no es así”. Morris Iglesias dirige la empresa familiar de zapatos de autor de la diseñadora Sylvie Geronimi. Juntos llevan adelante la confección de piezas únicas y se suman a la visión de Cerini y Lage. “El consumo de moda no es algo superfluo, en la fabricación de un zapato artesanal por ejemplo los estadios incluyen a colaboradores argentinos con oficios muy puntuales y especializados como modelista, cortador, armador, aparador, suelero, empaquista, deformador”, dicen.

En conversación con #BORDER cuenta que en general son personas que viven en el conurbano bonaerense, en barrios como Hurlingham, Merlo, Lomas del Mirador, Quilmes, Solano, Bernal y cada uno es una pequeña o mediana industria que en algunos casos llevan ya 2 o 3 generaciones en actividad. “Estamos viendo la manera de llevarle el trabajo a cada uno a su casa para no cortar la cadena de producción”, relata Morris Iglesias.

En Sylvie Geronimi trabajan cerca de diez personas entre el taller y la boutique en Recoleta. “Si uno se pone a pensar cómo y dónde se hace la moda que uno consume, es un paradigma interesante para cambiar nuestra forma de comprar. Si compras algo hecho en Argentina marcas una diferencia a muchas familias”, reflexiona.

Al igual que Lage, plantea que hacer moda en Argentina es bien distinto que en las grandes capitales del mundo: “Acá no pensás en grandes compañías como en Milano, sino en el armador que está en Merlo, el suelero que está en Solano viendo cómo mantener el oficio andando”.

En consonancia con sus colegas, Morris Iglesias concluye: “Esta crisis puede ser una buena oportunidad para ponderar el diseño argentino”.

En el 2001, cuenta Lage a #BORDER, por la crisis económica era imposible traer telas. “Teníamos que cerrar o empezar a hacerlas nosotros. Con hilo de seda empezamos a recrear géneros y en 2007 ya creábamos vestidos completamente con nuestros géneros”, recuerda.

En su atelier-taller de Recoleta son en total quince personas trabajando, sin contar a quienes lo hacen de forma externa en sus casas o talleres como artesanos que hacen el láser sobre telas, el hilo de seda, los accesorios, el teñidor que Lage lo califica como “muy importante” y es un trabajo muy valorado en la industria.

Crear moda en la Argentina es muy artesanal, somos como kamikazes. Siempre la remamos”, reconoce Gabriel Lage y analiza: “No tenemos nada que envidiarle a la costura de otros países pero sí las grandes fuerzas económicas que tienen detrás y el volumen de venta«.

 

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