El Gobierno va flexibilizando lentamente la cuarentena, insistiendo en la necesidad de tomar medidas de profilaxis social como el uso de tapabocas y mantener la distancia entre los individuos. Sin embargo, existe un grupo de personas con discapacidad al que se le hace muy difícil cumplir con esta segunda medida. Se trata de las personas no videntes que, justamente, suplantan con el tacto la falta de visión. En la vía pública, ellos necesitan el contacto con el otro para ser guiados, por ejemplo, al cruzar una calle. Tocar el entorno les brinda la información que no pueden darle sus ojos. Y eso, ninguna autoridad parece haberlo tenido en cuenta. Ni siquiera fueron incluidos entre los grupos de riesgo en esta emergencia sanitaria, más allá de las condiciones de salud preexistentes de cada uno.
Johana, y Cecilia son profesionales y se manejan en la ciudad de manera independiente y autónoma. Johana, tiene 36 años y tres sobrinos que ama. Es empleada bancaria, forma parte de la Red por los derechos de las personas con discapacidad y la Federación Argentina de instituciones de ciegos ambliopes; fue coordinadora en la primera juegoteca en la Biblioteca Nacional de Ciegos (BAC) para niños y niñas con y sin discapacidad visual. Vive con Marcelo su pareja, ambos con discapacidad visual y hace la mejor torta invertida de peras de la Argentina
Cecilia (39) es indiscutiblemente cordobesa, y profesora en perfeccionamiento instrumental de violín, y copista (transcribe las partituras desde el pentagrama a músico grafía música en Braille), en la banda sinfónica Nacional de ciegos “Pascual Grisolía”. Es ciega de nacimiento, Inició sus estudios a los cinco años de edad con el método “Suzuki”, enseñanza basado en la lengua materna, que hoy enseña, además es corredora, eso y los parques, es lo que más extraña por sobre todo, en esta cuarentena. “Debido a nuestra forma de circular y al necesitar sistemas de apoyos específicos, nosotros estamos más expuestos al contagio”, explica Johana, al reclamar al Gobierno que se los incluya dentro de los grupos más vulnerables.
El 11 de abril, el Gobierno ya anunció una medidas para personas con discapacidad: permitió la salida, por las inmediaciones de su casa, de las personas con la Condición del Espectro Autista (CEA), siempre guardando la distancia social correspondiente. Pero el caso de los ciegos tiene particularidades que aún no han sido tenidas en cuenta.
“Cuando empiece a salir, voy a necesitar ayuda para cruzar o para que me indiquen la parada del colectivo –se queja Johana- y quizá la gente no quiera por la proximidad y quizás, yo tampoco quiera que se me acerquen”. Esta situación de la pandemia implica, para la gente ciega, muchas más trabas de las que de por sí ya tienen en su vida diaria.
Por ejemplo, Johana cuenta que llevan una lista al supermercado y un cadete la asiste con la ubicación de los productos. Pero ella depende de la buena voluntad del empleado. “Si bien salir a la calle me estresa mucho, sé que estoy en un lugar de privilegio. Marcelo, mi pareja, tiene un resto visual con el que nos apoyamos un montón, pero hay muchas situaciones de amigos que viven solos y la pasan realmente muy mal”. Cecilia dice que no sale a la calle por temor. Vive sola y sus padres, debido a la edad, guardan cuarentena rigurosa. “A mí me parece, por ejemplo, que se podrían haber regulado las compras online en los supermercados para que sean una prioridad para la población de riesgo. Yo creo que sí, las personas con discapacidad, somos efectivamente, población de riesgo”, dice.
Durante esta cuarentena fue la primera vez que Cecilia se vio obligada a pedir ayuda a los vecinos de su edificio para que le hagan deliveries en las compras diarias. Los escollos son múltiples. Todo lo que pueda realizarse a través de un trámite online, que tan de moda se han puesto en estos tiempos de coronavirus, para la gente ciega es un verdadero problema. “Las páginas de los bancos están colapsadas y nosotros necesitamos ayuda para poder utilizarlas”, agrega.
La pandemia dejó expuestas injusticias y situaciones irresueltas desde hace años que, en esta circunstancia límite, se profundizan mucho más. “Queremos ser cuidados como el resto de la población, no infantilizados ni contemplados desde una mirada que exprese: ‘Pobrecito el ciego’”, dice Cecilia. Y para eso, hay que darles desde el Estado respuestas específicas.
El 24 de abril último, distintas organizaciones la Red de Derechos de las Personas con Discapacidad REDI, el Centro de Estudios Legales y Sociales, La Federación Argentina de Instituciones de Ciegos y Ambliopes (FAICA), y Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia, entre otras) presentaron una nota al Ministro de Salud Ginés González García, pidiendo por protocolos claros para las personas con discapacidad. …”Dado el mayor nivel de exposición al contagio que posee la población con discapacidad en general y en particular aquellas personas cuya funcionalidad requiere un mayor contacto con superficies que pueden estar contaminadas, creemos que es relevante contar con protocolos específicos”, alertaba en un párrafo la presentación
Las personas con discapacidad, en tiempos de cuarentena, tienen una mayor incertidumbre al no encontrarse mencionadas ni en discursos ni en toma de decisiones claras