La clave para comunicarse con adolescentes en la post pandemia: cómo funcionan las tres A

La falta de conexión entre los adultos y adolescentes es una de las principales causas subyacentes de los problemas generales. Sin embargo, a través de distintas estrategias, como la de las 3 “A”,  podemos lograr generar un espacio de comunicación.
La clave para comunicarse con adolelescentes en la post pandemia: cómo funcionan las tres A
Créditos: La clave para comunicarse con adolelescentes en la post pandemia: cómo funcionan las tres A
Por: Maria Emilia De Costa Olivan

Antes que nada deberíamos definir aquello que buscamos. ¿A qué llamamos “conexión”?

La conexión, según Brené Brown, es la energía que fluye entre las personas cuando se sienten vistas, escuchadas y valoradas, cuando pueden dar y recibir sin juicios y cuando a partir de la relación ganan sustento y fortaleza.

¿Por qué conectarse con los niños es más sencillo?

Los niños tienen una valija donde van guardando todo lo que los padres o adultos significativos creen que es importante en cuanto a valores o aprendizajes. Ellos aceptan y se adaptan a los deseos de los padres, aún son los referentes importantes que vienen a decirles cómo son las cosas.

“Mami, ¿qué me pongo?”

“Nadie quiere ser mi amigo, ¿qué hago?”

“Pa, ¿qué quiere decir…?”

¿Por qué en la adolescencia se dificulta la conexión con  los adultos?

Llega la adolescencia y los padres encuentran que la valija está cerrada: el adolescente ha puesto su propio código de seguridad en el candado. ¿Quién no ha experimentado alguna situación en la que por primera vez sintió que no podía acceder “a la valija de su hijo”? Cuando, por ejemplo, en el viaje de egresados de finalización de la escuela primaria, tu hijo olvida la pasta de dientes y no podés pedir al chofer que regrese para agregarla a la valija…Se tendrá que arreglar solo.

En la adolescencia serán los padres los que tendrán que buscar otras estrategias para poder acompañar en el camino. Es habitual que los diálogos y la forma de conectarse con los hijos en esta etapa están cargados del “furor educativo”. Con las mejores intenciones, se pasa de preguntar a exigir información, de acercarse a ahuyentar con sermones y consejos.

¿Cómo ser compañeros sensibles y disponibles para nuestro/a hijo/a adolescente? Hoy quiero brindarte un método que,  mediante acciones indirectas, propicia la comunicación.  Las 3 “A”…

1) Aceptar las iniciativas de las jóvenes

Detenéte y da tiempo. Suspende los distractores, pone conciencia y atención a estas pautas: Observá, esperá y escuchá al joven.

Observaste y atendiste al lenguaje corporal y gestual cuando era bebé, porque lo necesitabas para poder decodificar sus intenciones o necesidades. Ahora es similar, pero distinto, no te apresures a hacer comentarios. Sin juzgar contempla las motivaciones que él o ella posee.

“¿Qué le llama la atención? ¿Cuáles son sus intereses? ¿De qué le gusta hablar? ¿Qué temas de conversación propone con sus hermanos/as, amigos/as? ¿Qué inquietudes tiene? ¿Qué hace? ¿Qué le gusta hacer? ¿Qué no le gusta? ¿Cómo se llaman sus amigos/as?”

No hace falta hacer algo grandioso, sino más bien, “ser curioso”.

¿Alguna vez te detuviste  con el propósito de observar, esperar y escuchar?

2) Adaptáte a compartir el momento

Para eso disponer de tiempo es fundamental. También la disposición corporal, algo tan sencillo como acercarse, estar a una altura similar y mirar a los ojos en la conversación es muy beneficioso. De esta forma, sentirá que están interesados en él o ella, y al mismo tiempo se puede atender a las manifestaciones faciales que el joven está experimentando para poder interpretarlo adecuadamente.

Luego la propuesta es detener el furor por hablar y zambullirte en el mundo del adolescente para comprenderlo mejor. Hacerle una pregunta con el interés de saber más sobre lo que está manifestando. No, lo que a vos te interesa, no se trata de cambiar el curso de la conversación, se trata en mantenerte concentrado en conocerlo más.

Evita exigir, protestar o  pedir respuestas, las quejas u opiniones. Sé sensible a los estados de ánimo y comportamiento que manifiesta. Sin ironía o sarcasmo, sin preocupación o persecución. Y sobre todo respetar los turnos en la conversación, detectando que no sea un monólogo de parte del adulto.

Todo requiere una auténtica conexión emocional con el adolescente que está en frente y así honrar los sentimientos que experimenta. Esto significa validar lo que siente en su situación, que no quiere decir aprobar las conductas si uno está en desacuerdo, pero sí ponerse en sus zapatos entendiendo lo que siente y piensa.

Y algo que acerca más, es agregar experiencias, produciendo una conversación sincera. Estar dispuestos a compartir momentos de duda, preocupación o anécdotas personales: “A mí también me pasaba”.

3) Acordar

El clima receptivo se logra mostrándose más humano. Por ello es conveniente, despojar la idea, que culturalmente está instalada, de suponer que los padres no se equivocan y que deben ser perfectos.

Entonces, con la sensación de cercanía se puede buscar puntos de encuentro para negociar, que tengan en cuenta la forma de ver las cosas de uno y del otro, presentar un frente común. Acercar posiciones.  En lo que estamos de acuerdo, reforzar y motivar. En lo que no, negociar, promoviendo una autonomía vigilada, cediendo terreno y confianza en sus recursos, sabiendo que sus padres estarán para respaldarlo y ayudarlo si  lo necesita.

Sentirnos conectados con otro es la experiencia de sentir que podemos confiar, que el otro nos va aceptar e integrar con amor a pesar de los errores, así con la vulnerabilidad a flor de piel. Conectarse permite bajar las defensas y ser más auténticos.

Para ganar el derecho a escuchar a un adolescente, deberemos emprender la construcción de espacios de encuentros. Y este proceso de conexión se construye capa por capa, porque es una forma de pagar la póliza de seguro al viajero.

Así, si ellos nos llegaran a necesitar, puedan contar con nosotros.

La autora es la Lic. María Emilia De Costa Oliván (MP 82563 MN 42327)

Psicóloga Sistémica Cognitivo Conductual

Bibliografía:

  • Brene Brown El Poder de ser vulnerable, 1ª ed. Urano, CABA, 2016
  • Diana Guelar “Adolescencia y trastorno del comer” Editorial Gedisa, Barcelona, 2000
  • Manolson Ayala, “Hablando nos entendemos los dos”, Toronto, The Hanen Center, 2007
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