El Padrino III: Porque su tiempo es hoy

Más allá de las modificaciones que Francis Ford Coppola le introdujo a este nuevo corte de su film, su argumento hoy parece más actual que en el momento de su estreno, en 1990.
El Padrino III: Porque su tiempo es hoy
Créditos: El Padrino III: Porque su tiempo es hoy
Por: Pablo Strozza

“Cuando pensaba que estaba afuera, me vuelven a meter adentro”. La frase de Michael Corleone, en el transcurso de El Padrino III, sirve como un resumen de lo publicado en la saga de la familia mafiosa más famosa de la historia del cine. Mucho camino y mucha sangre ha pasado por la vida del Don que quería limpiar a su familia de todo rastro delictivo con negocios con la cúpula de la Iglesia Católica: el propio destino familiar lo hace volver a involucrarse en una guerra, en este caso más silenciosa, con las otras familias, con Sicilia y el Vaticano como sedes del conflicto. Un conflicto que respeta las normas del género y que termina como debe terminar.

La versión 2020 de El Padrino III posee unos pocos cambios en el corte final que Francis Ford Coppola le introdujo para que todo el mundo la pueda ver hoy por Netflix, que acá actúa más como un videoclub global que como una plataforma de streaming. Al principio, el director quitó el título de caballero papal de Michael y lo reemplazó con una discusión entre él y el arzobispo Gilday acerca de su contribución a las arcas financieras del Estado gobernado, en ese entonces, por Paulo VI. Y en medio de la película, Coppola sacó una escena entre Michael y Don Altobello. Modificaciones puntuales para que los cinéfilos se enfrasquen en discusiones tan apasionantes como estériles acerca de cuál versión es superior.

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Lo que unos y otros pueden señalar sin temor a equivocarse es lo que ocurre al volver a ver El Padrino III a treinta años del estreno de su original. Y ocurren dos cosas. La primera es que, más allá de los cambios, el film envejeció mejor de lo que se esperaba. Y la segunda es que, de alguna manera, refleja mejor estos tiempos que los que se fotografiaron al momento de su salida. Que los pasillos del poder sean, a su modo, más “conocidos” en estos tiempos de multi plataformas que en la época pre Internet, tiene que ver con esta reivindicación tardía pero segura.

El Padrino III es una película religiosa. Quizás, la más religiosa que haya filmado Coppola. Lo que ocurre, en este caso, es que la fe se pone en duda todo el tiempo, y la redención que, de entrada, busca Michael Corleone, se enfrenta de manera permanente con un destino tallado que choca con el libre albedrío que propone el catolicismo. La confesión de Michael ante el Cardenal Lombardo es ejemplar: el Don llega a lo más alto de la jerarquía eclesiástica para contar el peor de sus pecados. Allí, más allá del perdón de oficio (sin penitencia, sin siquiera los tres Ave Marías de rigor que solían encargar los curas de barrio), Michael se da cuenta que no tiene escapatoria, que todos sus esfuerzos de libertad espiritual, en el fondo, caerán en saco roto.

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Al Pacino, Diane Keaton y Talia Shire conforman el triángulo original de la saga: los tres participaron en las tres películas (cuenta la leyenda que Il Consiglieri Robert Duvall no fue parte de El Padrino III porque no arregló su cachet, ya que pretendía ganar el mismo dinero que Pacino). Michael, Mary y Connie viven un tira y afloje de tensiones anunciado: uno como capo mafia en retirada; la segunda como su ex que accede al reencuentro con sus hijos como excusa, y la tercera como la hermana enlutada que sacrificó todo en pos de la familia, la que en un ámbito tan machista como el de la mafia toma poder por ser la única, en el fondo, en la que su hermano puede confiar a ciegas. Andy García y Sofía Coppola son los secundarios principales. Al ver la performance de ambos, el paso del tiempo hace notar que García se quedó en la promesa de un gran actor que nunca terminó de despegar, y que el talento de Sofía fue mucho más fructífero como directora de cine (The Virgin Suicides, Lost in Translation, Marie Antoinette) que como actriz.

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El final de la saga de El Padrino es, también, el final de la vida de Michael Corleone. El plano final de la película, de la ficción, es otra metáfora de la soledad del poder, de la fidelidad de sus seres queridos (ese perrito a su lado), de sus orígenes, de sus pérdidas, de su historia personal. La tristeza que se desprende de esa escena es abrumadora, y solo es comparable a la que puede sentir el espectador que sabe perfectamente que ahí terminó, para siempre, El Padrino. Una saga irrepetible. Quizás, el mejor conjunto de películas de la historia del séptimo arte.

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