Las enseñanzas de Antonio a María Julia Oliván

3 años y 6 meses después del diagnóstico, armamos y rearmamos estrategias, equipos, terapias. Una y mil veces. Pero nunca dejamos de jugar.
Antonio a los 2 años y 11 meses
Créditos: Antonio a los 2 años y 11 meses
Por: María Julia Oliván @mjolivan

3 años y 6 meses después del diagnóstico, armamos y rearmamos estrategias, equipos, terapias. Una y mil veces. Pero nunca dejamos de jugar. De reírnos. De buscar con los ojos la luna (eso nos llevó casi 3 años) y de abrazarnos y darnos besos. El viernes, en música, me dibujó con ojos grandes con pupilas y todo, una sonrisa enorme y un “corazón” rojo en cada cachete. No salió de la galera la posibilidad de dibujar y decir lo que siente.

Resulta que usando la app de @mateons @hablaloapp saqué muchas fotos, le puse una descripción de modo que Antonio pueda escuchar la frase que describiese la acción que estaba en la foto. Ej: “estoy jugando con Valentina” (se las recomiendo mucho a esta app gratuita y genial). Pero la anécdota es que en ese ejercicio que hacíamos, Antonio siempre regresaba a una misma imagen. Siempre a lo mismo. Era su interés: no era una foto de las que yo había sacado. Era un corazón rojo.

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Siempre iba al corazón, lo miraba y me decía mamá corazón .. más sinfin de besos. Yo le dije que eso (el corazón rojo, el sentimiento) era amor. Y de ahí seguimos esa conversación hermosa de decirnos corazón y generalizándolo a las personas que queremos. De podernos decir ahora mutuamente el amor que nos tenemos. Ojo: pasaron casi 3 años para que él pueda contestarme. Pese a lo cual, todos los días antes de dormir, le cuento como un mantra el orgullo que me genera. Le enumero sus fortalezas y le digo que lo amo.

Muchas veces me enojé mucho porque se manda mil macanas. Esas noches, si ameritaba, le pedí perdón y le expliqué por qué estaba nerviosa o cansada. Silencio. Una mirada y un beso. Ahora, aparecen las palabras. ¡Qué emoción! Pero la base, el principio del cuento, comenzó con un voto de confianza. Antonio sabe, Antonio entiende. Antonio merece una explicación por ese grito en exceso. Antonio puede. Antonio escucha. Antonio entiende.

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Ninguna noche te olvides de hablar con tu hijo aunque él no te hable. Tu hijo sabe con precisión y percepción profunda qué esperás de él, y eso a veces le genera ansiedad o dolor. Él reconoce cuando te frustrás porque querés que haga lo q hacen otros. Entiende mas allá de las palabras. Nunca dejes de creer en él. Y decíselo.

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