Casa Rosada entre la guerra por la comunicación y la desconfianza interna

A días de las elecciones los dirigentes del Frente de Todos no logran unificar sus discursos, huelen conspiraciones en Casa Rosada y se disputan el Ministerio de Economía.
Por: Juan Pablo Peralta

Más que un enfrentamiento electoral contra la oposición de Juntos por el Cambio y otras fuerzas, las legislativas de este 14 de noviembre se convirtieron en una suerte de “presidenciales” hacia dentro del Frente de Todos. A medida que se acerca el día de los comicios crece el escepticismo generalizado con respecto a los resultados, pero también la desconfianza entre los integrantes de la coalición gobernante.

Para garantizar la forzada tregua interna que hoy atraviesa esta extraña transición, se acordó que como prenda de unión temporal desembarcara en Casa Rosada el gobernador tucumano (en uso de licencia) Juan Luis Manzur. El médico que en su momento picó en punta a la hora de proponer jubilar a su ex jefa, Cristina Kirchner -quien lo propuso en la jefatura nacional con inconfundible pericia quirúrgica- apostó a utilizar el tiempo que le toque estar en ese puesto estratégico para promover su proyecto presidencial en 2023.

En esa línea, y mientras procura mantener el poder en su provincia, aprovecha cada jornada en Buenos Aires para estrechar lazos con intendentes, gobernadores, dirigentes desencantados de la gestión frentista, la curia, caciques de organizaciones sociales, altos empresarios (y cámaras del sector), embajadores de países potencia como China y Rusia, y en particular, con los pesos pesados de todas las ramas del sindicalismo autóctono. En esas primeras semanas en las que el tsunami por la inesperada derrota seguía pegando coletazos, los popes del kirchnerismo y el massismo dejaron hacer.

Los primeros choques llegaron a la hora de intentar reorganizar la cuestionada “comunicación” del Gobierno, que había centralizado el renunciado Juan Pablo Biondi. El ex funcionario dejó el cargo a cambio de la continuidad de su equipo, al que sigue comandando desde afuera de la administración. Por eso asumió en su lugar un aliado suyo, el abogado Juan Ross, que junto a él define aspectos de la adjudicación de pauta oficial. Mientras se mantuvo en la subsecretaría de Comunicación y Prensa de la Presidencia a Marcelo Martín, el fueguino que Biondi mismo presentó siempre como su “comisario malo”.

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Aunque Valeria Zapesochny, actual secretaria de Medios y Comunicación Pública, fue convocada por Biondi al asumir su presidencia Alberto Fernández, hoy vuelve a responder ciegamente a Manzur, con quien trabajó cuando fue ministro de Salud de Cristina Kirchner y durante el primer mandato del tucumano como gobernador.

Los cortocircuitos, que hasta generaron rencillas por despachos y oficinas de Balcarce 50, se potenciaron por otras varias razones. En primer lugar, el manejo total de la caja publicitaria estatal que Ross mantiene bajo su égida, pero que fue desde el comienzo punto de desavenencias entre Biondi y el antecesor de Valeria Zapesochny: Francisco Meritello, lugarteniente del portero Víctor Santa María, que tuvo que dejar sus oficinas del CCK sin chistar.

El segundo punto de desencuentro giró en torno a la necesidad de unificar el discurso de las diferentes carteras a cargo del jefe de Gabinete y evitar que se escapen los temidos “off”. Así fue que, por ejemplo, se dieron charlas con el ministro del Interior, Eduardo “Wado”de Pedro, en las que se impuso un insólito control mutuo entre el biondinista, Martín, y la manzurista “Zape”, como la llaman sus colaboradores más íntimos. Todo para que no se filtrara nada indeseado por ninguna de las partes.

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Para descomprimir ante ese tironeo y tensión se optó por emplazar la novedosa Unidad de Comunicación de Gestión Presidencial, a cargo de la elegida entre kirchneristas y albertistas, Gabriela Cerruti, quien por ahora surfea las diferencias dando una conferencia de prensa por semana, que se va acotando en cantidad de preguntas y duración a medida que llega el día de las elecciones.

Esta semana hubo un encuentro, que se anunció con antelación, entre el ministro coordinador Manzur y los principales gremialistas del transporte terrestre, aéreo y marítimo. Muchos leyeron el cónclave como un apoyo al flamante titular de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT), Sergio Sassia. Algo de eso hubo. El dato ineludible es que a la media hora de iniciada la reunión llegó de sorpresa al palacio gubernamental para sumarse a la mesa -sin invitación- el propio Máximo Kirchner, quien había reportado que en esa entrevista ni siquiera se había convocado al ministro del área, Alexis Guerrera (dirigente que responde directamente a Sergio Massa).

A las huestes comunicacionales del tucumano no les quedó otra que poner en la cuenta de Twitter de su jefe una segunda foto con el titular de La Cámpora en el medio de líderes sindicales de peso como Juan Carlos Schmid (Dragado y Balizamiento), Omar Pérez (Federación de Camioneros), Pablo Biró (APLA), Raúl Durdos (SOMU), Marcos Castro (Cap. Ultramar), María Cañabate (SUTPA), Juan Pablo Brey (A.A.A.) y Jorge García (SPT). En esta ocasión, Manzur fue neutralizado con esa intervención inesperada que fue ninguneada por la vocería de Jefatura que no puso una sola línea en su boletín diario denominado “Gabinete de Noticias”.

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Las pujas intestinas se potencian ahora en torno al puesto clave de cara a los dos años de mandato que tiene el FdT por delante: el ministerio de Economía. Alberto Fernández escucha sin responder, que los Gordos de la CGT le recomiendan abrirse de Cristina Kirchner (presintiendo una derrota) mientras trata de sostener a Martín Guzmán en la cartera. El camporismo pugna por un Roberto Feletti que atienda la “macro” y potencie el control de precios y en consecuencia la inflación.

Por su parte, Massa apuesta fichas a Guillermo Michel, su asesor económico e impositivo, el hombre que lo ayudó a materializar la suba del mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias que oxigenó a un sector de la clase media. Esa posibilidad prosperaría, junto con la creación de un superministerio (Economía, Producción y Energía), solo si recibe el guiño de la jefa política del espacio que hoy tiene la administración del Estado, y que se debate entre el reinicio de una gestión con cambios radicales, o una continuidad de reformas que únicamente garanticen gobernabilidad durante los próximos 26 meses.

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