Serú Girán: elogio de la incomprensión

La reedición del primer disco de los “Beatles argentinos” reivindica el sonido de un álbum que en su momento fue vapuleado por la crítica y los fans.
Serú Girán
Créditos: Serú Girán
Por: Pablo Strozza

Según la versión on line del Diccionario de la Real Academia Española, el término glosolalia posee dos acepciones. La primera es “Don de lenguas (capacidad sobrenatural de hablar lenguas)”. Y la segunda es del campo psiquiátrico, y es “lenguaje ininteligible, compuesto por palabras inventadas y secuencias rítmicas y repetitivas, propio del habla infantil, y también común en estados de trance, o en ciertos cuadros psicopatológicos”.

En las letras de rock & roll, sin dudas que el primer ejemplo que salta en la memoria de cualquiera es el insuperable “Awopbopaloobop Alopbamboom” que Little Richard patentó en medio de “Tutti Frutti”. También, más cercanos en el tiempo, el rock oceánico de Cocteau Twins y el post rock de los islandeses de Sigur Rós. Pero en el medio, hay un mojón de glosolalia que nos toca bien de cerca: el primer disco de Serú Girán, que por fin vuelve a ver la luz con un sonido que le hace justicia gracias a la recuperación de los masters originales por parte del INAMU, y una remasterización impecable a cargo de Pedro Aznar.

Serú Girán, antes de convertirse en los "Beatles argentinos"
Serú Girán, antes de convertirse en los «Beatles argentinos»

Historia de un éxito

“Cosmigonón, gisofanía, serú girán. Paralía, narcisolón solidaría, serú girán, serú girán. Paralía, Eiti Leda, luminería caracó. Ah… lirán marino. Ah… lirán ivino. Parastaría necesari eri desi oia. Seminare narcisolesa desi oia serilerilán. Eiti Leda, luminería, caracó”. La historia es conocida. A finales de 1977, Charly García y David Lebón deciden formar un grupo juntos y se van a componer a Buzios, donde viven literalmente de la pesca en un estado de ensoñación psicodélica constante. Al tiempo se suman, tras un viaje terrestre de tres días, Oscar Moro y Aznar. El cuarteto queda definido, y se muda a San Pablo para grabar su primer disco, bajo la tutela artística de Billy Bond, que ya estaba radicado allí desde hacía un tiempo, gracias a las amenazas contra su vida de la Triple A.

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Serú Girán (el disco) dura poco más de media hora. De las ocho canciones que lo integran, tres están tituladas con esta lengua delineada por García y Lebón en sus días playeros: “Eiti Leda”, “Serú Girán” y “Cosmigonón”. Según declararon en alguna oportunidad, “Eiti Leda” era el nombre que le daban a la Cola Cola. “Cosmigonón” era la forma de referirse al cosmos. Y ya yendo de forma más específica a “Serú Girán” (la canción), “Lirán marino” y “Lirán ivino” eran dos perros que tenía Zoca, la novia brasilera de Charly, en su casa de Belo Horizonte. “Gisofanía” era un equivalente al viejo mundo paterno. Y “Narcisolón”, claro, da cuenta del mito griego del joven que se enamoró de su propia imagen reflejada en el agua de un estanque.

Resuelto este enigma idiomático (o no, no importa), el grupo suena a la época y a sus influencias. Esto es: un Charly que mezcla en su manera de tocar a Elton John con Tony Banks (tecladista de Genesis, grupo del cual siempre se reconoció como fan). Un David que, sin darse cuenta, encarnaba al más puro glam rock, tras ese primer disco solista que suena como un similar criollo al «Hunky Dory» de David Bowie y su paso por Polifemo. Un Moro que aportaba toda la precisión, la fuerza y la destreza desde su batería, como lo había hecho desde Los Gatos hasta ese momento. Y un Aznar que venía a representar al joven maravilla desde su bajo sin trastes deudor claro, de Jaco Pastorius. Una ensalada que condimentada, sazonada y mezclada se establecía como un verdadero supergrupo de rock argentino.

Al escuchar el disco a la distancia, resulta incomprensible que un disco que tenga “Eiti Leda” (un rescate de Charly de la época de Sui Generis, que llevaba el título de “Nena”, y en donde bien se aprecia la influencia de Bankis), “Seminare” (poco hay para agregar sobre este clásico de nuestro rock), y “El mendigo en el andén” (temazo de Lebón) no haya sido recibido con algarabía por la crítica y el público. Sin embargo, eso fue lo que ocurrió. “Separata” es, quizás, la canción clave para ese malentendido. «Sabía que mi casa estaba lejos, lejos, lejos de todo, y faltaba poco para subir otra vez a tocar. Y tal vez no tuve ganas de verlos, de estar con ustedes, y quedé sólo en mi cuarto, leyendo de un ave que vuela y no muere”, cantaba Charly, y eso fue leído como una suerte de desprecio hacia sus fans. Si a eso le sumamos el “Se está yendo todo el mundo” de “Autos, jets, aviones, barcos” y este dialecto inventado del que ya hablamos, la incomprensión era total.

Serú Girán fue presentado en el Estadio Obras con el cuarteto más una orquesta el 3 de noviembre de 1978, en el marco del Festival para la Genética Humana, y fueron abucheados por los asistentes, que no entendieron un tema llamado “Discoshock”, en donde se burlaban de la música disco tan en boga. Los rockeros acérrimos, que veían al género como al “enemigo”, acusaron a Charly, David, Aznar y Moro de haberse “vendido”. Al cuarteto no le quedo otra que hacerse de abajo tocando en lugares más chicos para comenzar a afianzar una leyenda que terminó afianzándolos como a los “Beatles argentinos”. Pero eso, claro, es otra historia y no será contada acá. Ahora sólo queda disfrutar Serú Girán con un sonido impecable, como nunca antes lo tuvo.

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