The Crown: Mucho ruido y muchas nueces

La quinta temporada de la serie que recorre las andanzas de la familia real británica se centra en los conflictos que mantuvieron el actual rey Carlos III y Lady Diana Spencer, su difunta primera esposa.
The Crown
Créditos: The Crown
Por: #BorderPeriodismo

 

“Annus Horribilis” o, en su traducción del latín al español, “Un año terrible”. De este modo, en su discurso del 24 de noviembre de 1992, al cumplirse cuarenta años de su coronación como Reina de Inglaterra, Isabel II hizo su balance de ese momento. Un época que incluyó, cuatro días antes de ese discurso, un incendio en el Castillo de Windsor, uno de sus lugares favoritos en el mundo; y el resquebrajamiento a todas luces del matrimonio de su primogénito Carlos, heredero al trono, con Lady Diana Spencer, la carismática princesa de Gales, favorita de la gente de a pie, que la sentía más cercana a ellos que los inalcanzables integrantes de la familia real más famosa del Planeta. También las fotos en topless de Sarah Ferguson, en ese momento esposa del Príncipe Andrés, y el divorcio de la Princesa Ana, entre otros acontecimientos.

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Annus Horribilis se titula, también, el cuarto episodio de la quinta temporada de The Crown, serie de Netflix que da cuenta, en clave de ficción inspirada en acontecimientos de la vida real, la vida y obra de los Windsor, centrada en la figura de la recientemente fallecida Isabel II. Mucho se especuló acerca del tratamiento televisivo que se le daría a su figura tras su deceso, pero bien cabe aclarar, una vez más, que esta temporada de The Crown estaba filmada de modo previo a su muerte, por lo que toda lectura interpretativa al respecto debe tener en cuenta ese detalle.

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Y ese será, precisamente, el tono de los diez capítulos que acaban de estrenarse hace poco más de una semana en la plataforma de streaming de manera simultánea. Al tratarse de una historia más reciente desde lo temporal, esta vez The Crown elude bastante su lado político, por más que aparezca muy bien caracterizado en la ficción el ex premier John Major, y sí adquiere un tono más de telenovela, sin que esto suene peyorativo. El registro, entonces, parece estar pensado para que la serie se liquide en tres sentadas de tres tardes frente al televisor: el famoso concepto de la “maratón”, que se empezó a ver cuando las series aún se alquilaban en los videoclubes (Los Soprano, Six Feet Under) y se comenzaban a ver de modo atemporal, sin esperar un horario fijo. Netflix, claro, popularizó este modo de ver las cosas, con una saga como Game Of Thrones como sobreviviente de la vieja escuela (todo el planeta paralizado simultáneamente para ver el capítulo final como si se tratase de un evento deportivo o una elección presidencial, un mérito exclusivo de HBO).

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Uno de los aciertos de The Crown es renovar los actores cada dos temporadas, para dar cuenta del paso de los años sin recurrir a maquillajes y caracterizaciones que casi siempre terminan en la burla por lo absurdo. Imelda Staunton, quien venía de encarnar a la mala de Dolores Umbridge en la saga cinematográfica de Harry Potter, se mete en la piel de la Reina con una gran economía gestual, y es secundada por un sobrio Jonathan Price como Felipe de Edimburgo. Dominic West, el inolvidable Jimmy McNulty de The Wire, sale airoso como Carlos al contener la ampulosidad de sus formas y Elizabeth Debicki, quien ya había sido nada más y nada menos que Virginia Woolf en Vita & Virginia, encara su rol como Lady Di de modo similar, y alcanza la cima en el famoso reportaje televisivo en el que cuenta todo su drama al lado de su marido.

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Se espera que la sexta y última temporada de The Crown sea estrenada en el transcurso del año que viene, y sin caer en la maldición del spoiler, todos sabemos cuál será el foco. Mientras tanto, y parafraseando a Shakesperare, tenemos mucho ruido y muchas nueces en esta quinta temporada de The Crown. Sólo hay que esperar que las frutas secas se acomoden en el frasco.

 

 

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