Están sentados en ronda y se nota que están muy cómodos. “Cuando me acuesto, por debajo de las sábanas, me meto mano y me siento súper a gusto”, suelta con naturalidad Mónica, una de las integrantes de este grupo de 14 jóvenes con discapacidad intelectual. “¡Yo hago lo mismo!”, le responde otra compañera, más entusiasmada. Se ríen, se aconsejan y se cuestionan.
Algunos son pareja. “Pues hacelo más despacio”, le dicen a otro que acaba de contar que se cansa muy rápido cuando se masturba. Son testimonios reales que forman parte de un documental español -estrenado en 2015-, que muestra seis historias reales sin ningún tipo de censura entorno a la sexualidad de personas con discapacidad. Se llama “Yes, we fuck!”. En español: “¡Sí, nosotros cogemos!”.
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En este mismo grupo está un chico más tímido, de lentes, que confiesa que todavía no tuvo su primera relación sexual. “Yo solo doy besitos y masajes, todavía no me atrevo. Lo tengo que hablar antes con mis padres”, dice. El siguiente cuadro muestra, precisamente, a su papá, quien confiesa que durante mucho tiempo vivió con “inquietud” todo lo que tenía que ver con la sexualidad de su hijo. Y aclara: “Inquietud porque en muchas ocasiones no sabemos la respuesta y, en otras ocasiones, parece que no queremos dar esa respuesta que nos demanda nuestro hijo”.
Lo que menciona este padre pone sobre la mesa dos elementos clave y recurrentes: el desconocimiento y el prejuicio. “Estos juegan como barreras invisibles que terminan limitando a las personas con discapacidad el ejercicio libre de su sexualidad, que al fin y al cabo es uno de los derechos fundamentales de cualquier ser humano”, explica Alexia Rattazzi, psiquiatra infantojuvenil y directora de Panaacea, organización argentina que trabaja con adolescentes y adultos con condición del espectro autista.
Derribar estas barreras, resalta Rattazzi, pasa fundamentalmente por reconocer la autonomía de las personas con discapacidad, pilar fundamental de todos los derechos contemplados en la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, ratificada por el Estado Argentino. Esta autonomía les garantiza la posibilidad de elegir sobre su propia vida en todos los aspectos. Entre ellos, la sexualidad.
Derribando prejuicios
Ratazzi resalta que gran parte de los prejuicios alrededor de la sexualidad y la discapacidad tienen su origen en una perspectiva paternalista y compasiva que, en lugar de ser beneficiosa, deriva en un trato discriminatorio. Otros tienen el mismo fundamento que aquellas ideas que rechazan cualquier sexualidad fuera de la cisheteronormatividad.
El Inadi publicó en 2015 el informe “Sexualidad sin barreras”, en el que identifica los principales prejuicios en este sentido. Tres de los más recurrentes son:
- Todas las personas con discapacidad son asexuales. Se presupone que no tienen deseos, que ni piensan en “eso”, que solo necesitan cariño. En muchos casos se les infantiliza. Esta postura lleva a estas personas, en muchos casos, a experimentar su sexualidad de manera clandestina, con poca información y sentimientos de culpa. Al negarles la condición de personas sexuadas se señala como perverso cualquier acercamiento al disfrute de su sexualidad.
- Las parejas de las personas con discapacidad deben ser siempre personas con discapacidad. Esta idea puede condicionar tanto a las personas con discapacidad como a aquellas que se sienten atraídas por ellas. Otro prejuicio derivado de esta idea sostiene que cuando una persona sin discapacidad se acerca a una persona con discapacidad lo hace siempre con la finalidad de abusar de ella o sacar algún tipo de provecho.
- Las personas con discapacidad no pueden ser padres. Los derechos sexuales y reproductivos -reconocidos por el Estado argentino- consagran la posibilidad de elegir si tener hijos o no. Mientras una persona tenga la capacidad de proteger al niño y tomar las decisiones que sean positivas para su bienestar, sea con apoyo o sin él, se encuentra en condiciones de tener hijos y nadie debe decidir por encima de su voluntad. El desconocimiento de este derecho es la causa de prácticas abusivas como la esterilización forzada.
Ante cualquier duda, Ratazzi insiste: “La sexualidad, la vida afectiva y la intimidad son todos derechos humanos. Cada uno de nosotros, debería poder ejercerlos plenamente y sin discriminación”.
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El sistema de apoyo
El apoyo del entorno es fundamental. Denise Shocron, especialista a cargo de los talleres de sexualidad y discapacidad en Fundación Discar, explica que quienes conforman el sistema de apoyo -padres, familiares, tutores, asistentes- deben abordar la temática partiendo de una profunda reflexión personal. “Esto nos permitirá trabajar sobre nuestros propios miedos, indagar en nuestros propios valores y reconocer eventualmente nuestros propios prejuicios”, dice Shocrón.
Esta revisión permitirá también reconocer las limitaciones propias y reconocer la necesidad de apoyo especializado. En este sentido, la Educación Sexual Integral (ESI) juega un rol determinante. Shocrón dice que es importante la formación del entorno, pero también garantizar el acceso a la ESI de las personas con discapacidad.
Panaacea realizó en 2022 una encuesta sobre sexualidad y vida afectiva, dirigida a personas con condiciones del espectro autista, en la que participaron 166 personas de entre 16 y 55 años. Del total, 105 personas (63,3%) reportaron haber vivido una situación de riesgo sexual en algún momento de sus vidas.
El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) publicó en 2018 un reporte sobre el tema, esta vez enfocado en la infancia con discapacidad. El organismo asegura en este informe que los niños con discapacidades tienen casi tres veces más probabilidades de ser víctimas de violencia sexual, con las niñas en mayor riesgo. El fondo destaca la importancia de la educación sexual en la prevención de este tipo de agresiones.
El último punto de la encuesta que hizo Panaacea era una pregunta abierta: “¿Qué necesitás para poder tener una vida afectiva y sexual plena?”. La mayoría de los participantes pidió, precisamente, más información sobre el tema. También coincidieron en decir que necesitaban alguien de confianza con quien pudieran hablar. “Tanta ignorancia te aísla y comprendes cada vez menos los comportamientos de la gente. Angustia muchísimo”, dice una de las respuestas. Pero otra de las personas respondió solo con una frase corta, pero no por eso menos contundente o representativa: “Necesito que me acepten tal cual soy”.
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