Todo fue una idea original de Harry Belafonte. Sí, el autor de “Day-O (The Banana Boat Song)”, canción que se inscribe dentro de un género jamaiquino denominado mento, antecesor del calipso y, claro está, del ska y el reggae. Activista desde siempre de las causas humanitarias, en 1985 Belafonte pensó que los Estados Unidos y, más particularmente, la comunidad afroamericana, debía presentar una respuesta en forma de canción a “Do They Know It’s Christmas?”, el tema a beneficio que músicos de rock británicos como Sting, Duran Duran, U2, Boy George, Phil Collins y Paul Weller, entre otros, registraron en la Navidad de 1984 en pos de frenar la crisis de alimentos que azotaba a Etiopía.
De este modo Belafonte contacto a Quincy Jones, productor estrella de la época y músico notable por derecho propio, y los invitados empezaron a llegar. Lionel Ritchie y Michael Jackson (autores de la letra y la música de la canción), más Ray Charles, Diana Ross, Tina Turner, Stevie Wonder, Cyndi Lauper, Bob Dylan (quien tuvo su primera aparición discográfica en un álbum de Belafonte), Bruce Springsteen, Billy Joel y Huey Lewis, entre otros. “We Are The World” ya estaba en marcha.
La gran noche del pop (The Greatest Night in Pop según su título en inglés) es el documental de Netflix que da cuenta de la grabación de “We Are The World” por el colectivo USA For Africa: tal fue el nombre elegido para aglutinar tamaña cantidad de estrellas pop unidas por una canción a beneficio. Dirigida por Bao Nguyen (que en 2020 dirigió Be Water, retrato fílmico de Bruce Lee), incluye material nunca antes visto del registro de la tonada, más testimonios de varios de los implicados.
Ritchie es quien lleva la voz cantante del asunto: tras el llamado de Belafonte, fue quien convocó a Jackson para escribir la canción junto a él y a Wonder y a Quincy Jones para producirla. Una de las cosas que asombra es la pleitesía que todos le rinden a este último. Por supuesto: era el hombre que venía de estar detrás de la consola de Off The Wall y Thriller de Jackson y, antes, ya era un músico con un nombre propio más que logrado. Pero el hecho que ante la orden de dejar los egos de lado en el momento de la grabación todos le hayan hecho caso sin chistar habla de una grandeza sin igual.
Hay imágenes que, antes de este documental, ya circulaban en forma de meme, como la desorientación de Bob Dylan a la hora de grabar su parte. Hay gags protagonizados por Wonder y Ray Charles, que cualquier alma avispada puede llegar a imaginar sin necesidad de ninguna clase de spoiler. Hay pedidos de autógrafos entre estrellas que son pares en el Olimpo musical de todos los tiempos, ya sea desde lo artístico o desde las ventas. Hay seres humanos que se muestran casi desnudos, buscando la perfección en lo suyo para, sí, que el resultado final llegue a buen puerto. Y hay, y en esto manda la subjetividad, una canción que en ese entonces sonaba como un mal jingle de cualquier gaseosa y que hoy, cuando los años podrían jugarle a favor, suena igual o más fea que en aquel entonces. “Do They Know…”, su contrapartida británica, siempre fue superior desde lo estético.
La gran noche del pop sirve por su valor testimonial, por su desfile de imágenes nunca vistas y es un buen programa de fin de semana por la tarde o de cualquier día de semana por la noche antes de apagar la luz. No es mucho, pero tampoco es poco.