El presidente de la Argentina, Javier Milei volvió a cargar con virulencia contra periodistas y medios de comunicación, esta vez a través de un posteo en la red social X donde acusó a la prensa de ser “sicarios con credencial” y, además, aseguró que “la gente no odia lo suficiente” a quienes ejercen el periodismo.
“Me equivoqué. Me quedé corto. Se han superado”, escribió el líder de La Libertad Avanza, indignado por la cobertura que algunos medios hicieron de sus recientes declaraciones sobre el campo y su festejo de un principio económico. Pero lo que más llamó la atención fue su cierre: “Creo que la gente no odia lo suficiente a estos sicarios con credencial de supuestos periodistas. Si los conocieran mejor, los odiarían aún mucho más que a los políticos. CIAO!”.
En una democracia, los medios de comunicación no están para agradar al poder, sino para controlarlo. Las críticas al Gobierno, las investigaciones y el escrutinio público son parte esencial de un sistema que se precie de libre. Cuando el jefe de Estado promueve el odio hacia quienes cumplen esa función, se pone en riesgo el equilibrio institucional y se fomenta un clima peligroso para el ejercicio del periodismo.
Milei no dio nombres ni presentó pruebas concretas, pero dejó en claro que, para él, cuestionar su gestión equivale a mentir deliberadamente. En lugar de responder con argumentos, el presidente prefirió atacar con insultos. Así, equiparó a periodistas con delincuentes a sueldo, una acusación grave que no puede tomarse a la ligera en boca del máximo responsable del Gobierno nacional.
La libertad de prensa incluye la posibilidad de que existan errores, exageraciones o incluso enfoques que al poder no le gusten. Si un periodista incurre en una falta, existe la Justicia para resolverlo, no los escraches digitales ni los ataques públicos desde cuentas oficiales. El camino no puede ser alentar el odio hacia quienes piensan distinto o informan algo incómodo.
