Las verdaderas razones del enojo de la CGT con el Gobierno

Por: Border Redacción Remota

Las luchas intestinas de poder. La relación de Macri con Hugo Moyano. El miedo de una reforma laboral «a la brasileña», el funcionario fusible y las miserias de la clase sindical, que de repente no tiene un líder político que la conduzca.


Presos de sus palabras, de sus miedos y de sus internas, la CGT se movilizó sin ganas y dividida, como se notó en todo el acto que incluso se adelantó al horario previsto por miedo a que se desmadre como la última vez.

Con un discurso donde juró que no levantaban “la bandera de ninguna candidatura” y donde pidió encontrar a Santiago Maldonado “porque no queremos otro Julio López”, el moyanista Juan Carlos Schmid avisó que el 25 de septiembre la CGT fijará un plan de lucha “que incluya un paro general”, el segundo que le harán a Mauricio Macri.

¿Pero qué hay detrás de la marcha de la GCT que movilizó a los gremios más favorecidos, como los bancarios y UPCN y no a Comercio y otros sectores, más afectados por la economía?

En realidad no se trata de cómo los trate la economía, sino de su ubicación ante el Gobierno y de conservar su cuota de poder.

Según reconocieron a #BORDER varios jefes sindicales de peso, los miembros del triunvirato “quedaron presos de sus palabras. Bajarse de la movilización era complicado porque en el plenario general de la CGT que se hizo a fines de julio en Ferro ya se había resuelto marchar el 22 de agosto, a un año de la unificación sindical.

El resultado electoral cambió todo porque el respaldo al Gobierno hizo que los Gordos (Sanidad, Comercio, Luz y Fuerza) y los Independientes (UOCRA, Obras Sanitarias, UPCN) dijeran que no era momento para movilizarse. Igualmente, Andrés Rodríguez de UPCN y José Luis Lingeri de Obras Sanitarias aceptaron la decisión de la mayoría, y aunque convocaron parcialmente -en el caso de los estatales-, estuvieron en el palco. En cambio, el triunviro Héctor Daer, de Sanidad, no fue y esto marcó una clara división que se verá zanjada o se agudizará en la convocatoria que hizo hoy Schmid para discutir un paro.

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El otro factor fue el miedo. Consultados por #BORDER, los gremios que se movilizaron hoy aseguran tener información de que el Gobierno enviará un proyecto al Congreso que buscará bajar los costos de las contrataciones, promover una menor conflictividad y establecer un sistema permanente de capacitación.

acto cgt

El resultado de las elecciones aumentó la desconfianza de los gremios de que el Gobierno se detenga ahí. El miedo ya se había agudizado con la violenta reforma laboral en Brasil, que permite al empresario fijar las vacaciones del personal cuando quiere, que le saca a las embarazadas protección laboral, y flexibiliza en general el empleo.

La paranoia fue tal que Jorge Triaca, tuvo que salir a decir que «la reforma de Brasil se adecua a lo que quieren hacer ellos y no a lo que necesitamos nosotros». Ahora, el ministro de Trabajo aprovechó el escenario para tildar la movilización de tener “tufillo político”, aprovechando la presencia de figuras del kirchnerismo en las movilizaciones como Mariano Recalde, Jorge Taiana o Axel Kicillof. Y de paso, se mostró con otra pata de la patria sindical: las 62 Organizaciones, desde donde miró la marcha y recordó al aliado Gerónimo «Momo» Venegas, fallecido hace poco.

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El oficialismo en el Congreso también negó a #BORDER cualquier reforma en ese sentido. “Buscamos bajar los impuestos para que contraten empleados en blanco, eso también favorece a los gremios”, nos dijo el diputado Daniel Lipovetzky, vocero de PRO en temas de legislación del trabajo, sobre el único proyecto que por ahora tienen en carpeta.
Incluso fue más allá. Una flexibilización laboral nunca se aprobaría en el Congreso, entonces para qué pagaríamos ese costo político por un proyecto que va a fracasar”, argumentó.

Así y todo en los pasillos se escuchan otras versiones consideradas temerarias en la patria sindical, como un avance sobre el funcionamiento y control de las obras sociales, cajas siempre disputadas y no menos opacas, y cierta apertura gremial, como permitir la creación de más de un sindicato por actividad. Puntos que las partes no quieren aún mencionar para no corporizarlos como un temario o proyecto.

Hay que decir que el estilo macrista de negociar los convenios colectivos de trabajo por sector cosecha muchos críticos, que extrañamente nunca son los involucrados.

Hasta ahora modificó las convenciones colectivas de trabajo de un sector de los petroleros de Guillermo Pereyra en cuanto a la inversión de trabajo temporal en Vaca Muerta, hizo lo mismo con los mecánicos de SMATA en las terminales automotrices y con los obreros de la construcción de la UOCRA que conduce Gerardo Martínez.

Básicamente se adecuaron aspectos de sus respectivos Convenios Colectivos de Trabajo a cambio de sostener o incrementar los puestos laborales. Esos sindicatos niegan que se hayan flexibilizado los convenios pero, desde afuera, los gremios más combativos los miran con desconfianza.

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Pero el último factor, acaso el que más peso para la iniciativa sindical, fueron las propias internas en la central obrera.

A nadie escapa que el moyanismo fue el que más fuerza hizo para marchar y el que mueve el fantasma del paro, al punto de mostrar, a fuerza de palos y pedradas, hasta las internas más minúsculas de los camioneros. ¿Se acabó la buena relación entre Macri y Hugo Moyano?

Moyano-Macri: ¿fin del amor?
Moyano-Macri: ¿fin del amor?

¿El camionero ve como un peligro la intención oficial de aumentar el flujo de mercancías por trenes y barcos y sacarlo de las rutas? ¿La conducción del fútbol volvió a enfrentarlos? ¿Presiona por el futuro de la empresa OCA? Todo esto quiso saber #BORDER de fuentes moyanistas y sindicales.

La respuesta fue terminante. “La relación entre ellos nunca se rompió, son socios y lo seguirán siendo, pero Moyano quiere quedarse con la CGT y si para eso tuviera que matar a Macri, lo haría.

El exsuperintendente Luis Scervino. Macri le pidió la renuncia tras la marcha.
El exsuperintendente Luis Scervino. Macri le pidió la renuncia tras la marcha.

El Gobierno tampoco tardó en reaccionar: Macri le pidió la renuncia a un hombre clave: Luis Scervino, superintendente de Servicios de Salud, hombre de Lingeri y de Moyano en la sensible área de las obras sociales. Y también habría pedido la renuncia de Ezequiel Sabor, el secretario de Trabajo, considerado dialoguista.

Así las cosas, la cuota de poder que agrupe a la CGT dividida seguramente quedará en el que muestre más poder de fuego. El triunvirato ya no cuaja y Moyano quiere picar en punta, aunque el resto se resiste.
Y nadie parece tener intenciones de bajarse de la competencia antes de tiempo.

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