En su sexta película detrás de cámara -con guión de los hermanos Coen- el galán cosechó malas críticas. Pero las mismas esconden un alto grado de exageración (y algo de prejuicio). El trasfondo de los conflictos raciales y por qué hay que ver la peli.
Una ciudad estadounidense nueva, edificada en la posguerra, llamada Suburbicon, que remite, por su edificación, a la Springfield popularizada por Los Simpsons. Una familia negra que se muda a esa ciudad, con el consiguiente repudio de la comunidad WASP (blanca, anglosajona y protestante) que es mayoría total en el lugar. Una familia integrada por un matrimonio con un hijo y la hermana de la mujer, víctima de un robo seguido de asesinato por un supuesto motivo que no será develados para no caer en la maldición del spoiler... aunque en Suburbicon, nada es como parece.
George Clooney como director. Los hermanos Ethan y Joel Coen, que a esta altura no necesitan presentación, más el propio Clooney y Grant Heslov (colaborador de Clooney en la gran Buenas noches, y buena suerte) como guionistas. Matt Damon, Julianne Moore y Oscar Isaac en los roles principales. Y una premiere mundial en el prestigioso Festival de Cine de Venecia. Suburbicon, la sexta película de Clooney como director, tenía todo para picar en punta en la carrera hacia los premios Oscar. Pero se encontró con un adversario inesperado: la crítica, que la destrozó sin miramientos. En la página web Rotten Tomatoes, que compila reseña de todo el mundo, Suburbicon alcanzó un porcentaje de aprobación del 26% basado en 180 reseñas, con un puntaje promedio de 4,8 puntos sobre un ideal de 10 puntos. Y en Metacritic, site similar a Rotten…, consiguió un promedio de 42 puntos sobre un ideal de 100 basado en 46 críticas, con un consenso general que la cataloga como una película de “críticas mixtas”. Demasiado poco para tamaños nombres.
Ahora, ¿es para tanto el ensañamiento de la prensa con Suburbicon? Definitivamente, no. El argumento del film tiene dos aristas bien marcadas. Por un lado todo el costado policial, con la marca registrada de los Coen: humor absurdo, manejos muy bien logrados de los tiempos, y desvíos inesperados… o no. Y por el otro el problema racial de los Estados Unidos en los años ’50, problemática que en la actualidad tanto Hollywood como la televisión tienen en una agenda permanente. Algo que no está nada mal, si tenemos en cuenta el lamentable auge de los supremacistas blancos en el sur del país, que cuentan con la venía tácita del presidente Donald Trump. Un hecho que un demócrata declarado como Clooney, que supo hacer campaña a favor de Barack Obama, no iba a dejar pasar, con el riesgo de que esa corrección política sea, paradójicamente, usada en su contra.
Damon y Moore responden a lo que la película les pide: actuaciones contenidas y correctas. La aparición de Isaac promediando la historia es desopilante, y demuestra que es uno de los grandes actores de su generación por su ductilidad, que lo hacen pasar de un cantante folk en Inside Llewyn Davis a encarnar a Poe Dameron en la nueva saga de Star Wars, pasando por un político en la serie Show Me a Hero o, en este caso, un corredor de seguros. La recreación de época es impecable, lo mismo que el vestuario y la música.
Entonces, ¿vale la pena ir al cine a ver Suburbicon? La respuesta es sí, si lo que se busca es estar dispuesto a que durante poco más de una hora y media alguien les cuente una historia que sirva para dejar de lado todo y sumergirse en un mundo de fantasía. Entretenimiento: algo de lo que George Clooney y los hermanos Coen conocen de sobra. Quizás Suburbicon no sea la octava maravilla del mundo, pero ni a palos es una porquería. Y eso no es poco.
