El popular nutricionista es bailarín de tap. Enterate, además, de cómo a los casi 80 años de edad también se anima a practicar danza aérea con arneses y de su pelicular relación… ¡con los enanos de jardín!
Si hay una persona en la Argentina cuyo nombre es sinónimo de nutrición, de combatir la obesidad y de aconsejar sobre qué, cómo y cuánto comer, ese es el doctor Alberto Cormillot. Desde su debut en la televisión en 1964 en el mítico programa Buenas tardes, mucho gusto hasta su actualidad en la radio en Cada mañana junto a Marcelo Longobardi, pasando por infinidad de programas, libros escritos y la dirección de su propia clínica, Cormillot continúa ese camino del que sin ninguna duda fue un precursor. Pero el médico más famoso tiene no sólo un costado desconocido, sino dos: es bailarín de tap, hace danza aérea con arneses con casi 80 años de edad y, al mismo tiempo, mantiene vínculos sorprendentes con… ¡enanos de jardín! Sí, leyeron bien. De todo esto el médico conversó con #BORDERPERIODISMO, el programa de María Julia Oliván en Radio Nacional.
Sobre la danza con arneses
Primero empecé a bailar tap, luego agregué swing. Y como hago muestras todos los años, con mis profesores y algunos otros bailarines, un día dije “quiero empezar un número bajando colgado”. La profe me dijo “vamos a probar otra cosa”. Y como todo buen maestro, tras la primera clase ya quería hacer aéreo. Ahí empecé, hace tres años. Hice un año, después dejé y ahora empecé nuevamente, dos veces por semana. Mis profesores han pasado por De La Guarda y Fuerza Bruta. Es un mundo muy pequeño el del arnés. Se necesitan galpones un altos para colgarse. No es zumba ni reggaeton: hay mucha técnica, hay que desarrollar muy buenos abdominales según el tipo de disciplina que uno haga. Porque si uno hace en pared tiene que estar protegido. Yo me golpeé en todos los lugares que me puedo golpear, y cuando hago pared uso rodillera, codera, muñequeras, me protejo todo. Casco uso siempre. En general son raspones, golpazos, pero con lo que sí hay que ser cuidadoso es con la cabeza.
Sobre su actuación en el video clip del tema “Physical” de Octafonic
Nico Sorín (N. de R.: cantante de Octafonic) es muy amigo de mi hijo. Y a través de él me presentaron a la otra gente, y en el medio de un videoclip, que es un cumpleaños medio raro, aparezco haciendo un número de tap. A mí me cuesta decirle que no a mis hijos o a mis nietos.
Sobre su vocación de bailarín
Es una de esas cosas que nunca se me habían cruzado por la cabeza. Yo no había bailado hasta los 69 años. En los casamientos bailaba el vals y ya. No me gusta bailar socialmente. Jugué veinte años al tenis con mis amigos Tito y Mario, y dejé cuando se me deformó un hombro. Y estuve diez años buscando cosas: hice bicicleta, traté de volver al tenis, intenté ir al gimnasio, correr, caminar… Pero nada de eso me daba placer como para seguir. Hasta que un día se me cruzó el baile y ocurrió una casualidad: pasó el tren y me lo tomé, no fui a la estación. Es el día de hoy que si me invitas a ir a bailar a mí no me gusta. Sé bailar un tango, sé la coreografía, la hago para los amigos o para la familia, pero bailar por bailar no me gusta.
Sobre su vínculo con los enanos de jardín
No son los (enanos de jardín) de yeso sino que son los auténticos: los que eran de cemento. Ni se pueden levantar. Yo se los compré a mi mamá a los siete originales cuando tenía diez u once años. Juntaba la plata (en realidad me la daban mis papás o mi abuela) y los iba a buscar a un vivero en Liniers. Esos enanos quedaron en la casa materna. Cuando murió mi papá me los traje para mi casa. En un momento dado estaban en el balcón, y a veces cambiaban de posición. Y la gente los veía porque el balcón daba a C5N. Me decían: “¿Vos cambiaste a los enanos de posición?”. “No. Yo no los cambio de posición”. Aparecían cambiados. La gente pasaba y les sacaba fotos. Y me hicieron notas con los enanos: fue algo que se hizo popular. Ahora en mi casa tengo como quince. Me deshice de uno, pero apareció de vuelta en el jardín. Pasaban cosas en la casa (se cortaba la luz, se cortaba el agua) y se las atribuían a los enanos. Entonces me dijeron: “Deben ser los enanos, sacá a uno de ellos”. Lo saqué, y lo dejé abandonado en una ruta. No sé si alguien me habrá visto o qué, pero la cuestión es que el enano apareció de vuelta. Los enanos de jardín son guardianes, son protectores, para mí simbolizaban el jardín hogareño.
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