¿Se robaron un PBI? Los números son difíciles de cuantificar pero sus consecuencias son más claras: afecta en inversión, crecimiento y credibilidad. ¿Cómo impactan los cuadernos de las coimas en el escenario actual, atado al FMI?
Mientras muchos no dejan de sorprenderse por el entramado de corrupción que de a poco se va develando en nuestro país e incluye a ex funcionarios y prominentes hombres de negocios, emerge el interrogante acerca de los costos económicos de la corrupción.
En la literatura económica reciente no existe duda sobre los efectos nocivos de la corrupción sobre el crecimiento y la inversión. En este sentido, las únicas discrepancias rondan el orden de las magnitudes.
Mientras que el “se robaron un PBI” puede resultar atrayente en términos discursivos, es realmente difícil estimar con relativa precisión los efectos de una actividad que por su naturaleza se realiza en las sombras.
Sin embargo, vale la pena repasar algunos de los canales de transmisión mediante los cuales la corrupción se ha convertido en “arena en el motor” del crecimiento de muchas economías en vías de desarrollo como la nuestra.
No existe duda sobre los efectos nocivos de la corrupción sobre el crecimiento y la inversión. Las únicas discrepancias rondan el orden de las magnitudes.
El primer canal por el cual la corrupción afecta el crecimiento económico es el de la inversión. Es el típico caso de la obra pública, donde una parte de los desembolsos debe ser destinada a los funcionarios gubernamentales, disminuyendo en definitiva la cantidad total que se invertiría en ausencia de estos.
En este mismo aspecto, al tratarse de una actividad a todas luces delictiva, muchos empresarios -pareciera no ser el caso argentino- pueden mostrarse reacios a embarcarse en una relación de ese tipo, con la incertidumbre a futuro que acarrea, lo que en definitiva reforzaría el efecto de un menor grado de inversión en la economía.
El segundo canal por el cual la corrupción afecta el crecimiento económico es a través de la merma en la acumulación de capital humano, entendido como el conocimiento, la formación y la productividad de las personas involucradas en el proceso productivo de un país.
El dispendio de dinero público involucrado disminuye indefectiblemente los gastos en sectores fundamentales como la educación, la salud y demás bienes y servicios públicos. Además, la corrupción también afecta la composición del gasto total de los países, volcándolo hacia actividades donde la obtención de beneficios a través de sobornos sea más simple y lucrativa.
Ejemplos de este tipo son las leyes de presupuesto de recursos y gastos donde abundan las obras de infraestructura de gran envergadura muchas veces de difícil justificación, en detrimento de actividades más simples, pero no por eso menos importantes, como la educación o la investigación y el desarrollo.
En tercer lugar, la corrupción genera grados crecientes de incertidumbre política. En el caso reciente de los cuadernos del chofer Centeno, nadie sabe hasta dónde caerán las fichas del dominó, pero lo que sí es seguro es que a un país que ha firmado recientemente un acuerdo con el FMI, que necesita urgentemente convencer a los mercados de su viabilidad económica, política e institucional, este tipo de escándalos le hacen un flaco favor.
La corrupción afecta la composición del gasto: abundan las obras de infraestructura de gran envergadura y difícil justificación, en detrimento de la investigación y el desarrollo.
En el ranking sobre percepción de corrupción que elabora la organización Transparency International la Argentina culminó el año pasado en el puesto número 85, mejorando su performance pasada en 10 puestos.
Sin embargo, las repercusiones de lo que algunos ya han dado por llamar el “Lava Jato” argentino son impredecibles. De lo que podemos estar seguros es que los impactos sobre el crecimiento económico han sido y seguirán siendo negativos.