La interna entre Dujovne y Peña por cómo comunicar lo que aún no había sido acordado con el FMI. El fondo de los Botes que le dio la espalda a Caputo. Nuevo memorándum, dólar récord -con suba de peso en peso- y los mercados que miran la calle.
Temprano en la mañana, el Presidente difundió un escueto mensaje en el que comunicó que había llegado a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para “adelantar todos los fondos necesarios para garantizar el cumplimiento del programa financiero del año próximo”. Pero no era tan así.
Con un timming estudiado -pergeñado por la Jefatura de Gabinete a cargo de Marcos Peña-, se esperaba que el mensaje llevara a una apertura del mercado cambiario calmo, una recuperación de los precios de los bonos argentinos y una consecuente baja en el riesgo país, el inicio de la tan ansiada calma. Pero desde cerca del coordinador económico Nicolás Dujovne no coincidían: sentían que era exponer al Presidente, cuando aún no había una respuesta firme del FMI.
La realidad de la jornada mostró un revés categórico. El dólar mayorista llegó a los 33,80 pesos, el minorista saltó a 34,50 y la incertidumbre se adueñó de la escena.
El Gobierno está convencido de que esta es una crisis de confianza, y ha jugado infructuosamente una tras otra sus cartas para intentar retomar la iniciativa de una “tormenta” que parece llevarle la delantera. Es probable que el origen de tanta incertidumbre se encuentre en otro lado.
Con un dólar en estos valores es esperable que las cuentas externas comiencen a equilibrarse paulatinamente y la Argentina pueda mostrar a los inversores que, de una vez por todas, genera dólares de manera genuina. Más aún, con el anuncio de hoy se despejan las dudas sobre los vencimientos del Gobierno Nacional hacia el 2019.
Pero lejos de esto, lo que parece inquietar al mercado desde hace un tiempo es el factor político. Con una devaluación de más del 100% en el último año y una recesión que amenaza con ser más profunda y duradera de lo diagnosticada, los inversores han empezado a preguntarse si tanto empeño en recobrar la confianza de los mercados no ha hecho perder la confianza de sus compatriotas.
Cumplir con el rígido acuerdo del FMI implicará implementar un ajuste que vendrá acompañado de un costo político, lo que incrementa las dudas. Con caídas de la actividad, pérdida del poder adquisitivo generalizadas por una inflación que no cede y fundamentalmente sin una estrategia clara de cuál es el rumbo económico, es muy difícil que se retome la calma.
Además por más que el Gobierno de plena certeza que sus propios compromisos están cubiertos, la demanda de dólares para atesoramiento no mengua, y a ello hay que sumarle los compromisos asumidos por las provincias y empresas, con vencimientos de deuda en moneda extranjera considerables.
A estos factores, la conducción de la política económica ha sumado una estrategia comunicacional pobre. El detalle del programa financiero del Gobierno nunca fue puesto a disposición del público por parte del Ministerio de Economía y desde la llegada de la nueva conducción de Luis Caputo al BCRA, las habituales instancias de contacto con la prensa han ido mermando a una expresión mínima que impiden asumir una conducta a futuro, o como se dice en la jerga, un “forward guidance”.
En este punto, la praxis cambiaria del BCRA también se ha mostrado azarosa, donde ha quedado a medio camino entre la intervención y la flotación. El devenir de las últimas jornadas deja intuir que esta última opción será la alternativa elegida de aquí en más, pero nuevamente, nadie lo hace explícito. El Central quemó 300 millones de dólares en la jornada en el que el dólar subió no centavos, sino pesos.
Para colmo, Caputo sufrió el fuego amigo de uno de los fondos que lo salvaron con los Botes: “Templeton vendió fuerte y fogoneó la subida”, se escuchó en la City porteña. Y también, tras el mensaje de Macri, al dólar se volcaron fuerte ahorristas pequeños.
Si bien en el comunicado difundido esta tarde el FMI se mostró flexible a reexaminar el actual programa firmado para adaptarlo a un “contexto internacional que evalúa más adverso”, es probable que las concesiones vengan de la mano de nuevas condicionalidades, reforzando el riesgo político señalado.
Para colmo, las interminables horas entre la palabra del Presidente y el comunicado del ente financiero terminaron de sembrar incertidumbre. A la tarde, Macri se reunió con empresarios en el bajo de Vicente López. Allí se esperaban detalles y definiciones económicas que no sucedieron, en un mar de tironeos sobre cómo comunicar y qué.
Con el documento publicado, Dujovne terminó improvisando un diálogo con la prensa a última en un lugar de tránsito del primer piso de la Casa Rosada. Pero el ministro de Hacienda había bregado todo el día con que el orden de los locutores hubiera sido el inverso para no alterar tanto al producto.
En un pasillo, a las apuradas, habló de filtraciones de las negociaciones y omitió decretarle un nuevo techo al dólar, materia de Caputo. La respuesta del FMI implica una renegociación, un nuevo memorándum de acuerdo, que seguro implicará un retoque de metas inflacionarias ya inverosímiles.
Así las cosas, parece cada vez más evidente que el Gobierno procura transitar por un delgado equilibrio entre lo político y lo económico. La paradoja en este diálogo de sordos es que Macri les habla a los mercados casi por cadena nacional y los mercados escuchan atentos lo que sucede en la calle.