El olor a cloaca todavía persiste levemente en los baños de la planta baja y las bolsas de basura que sacan los juzgados siguen siendo removidas por personal de mantenimiento contratado provisoriamente por esta semana. Son los resabios de días en que los tribunales federales -por donde pasan las causas de corrupción más importantes del país- estuvieron inundados y mugrientos por cañerías tapadas y falta de limpieza.
Pero aunque las bolsas de basura ya no están acumuladas en los pisos del edificio y la problemática de las cañerías ya se “empezó a normalizar”, tal como aseguró en diálogo radial el camarista Juan Carlos Gemignani, a cargo de la superintendencia de los tribunales federales, en Comodoro Py conviven desde hace tiempo muchas otras “plagas” que ya casi son vistas con normalidad y preocupación al mismo tiempo por muchos empleados judiciales. Paredes y techos con humedad, ventanas rotas, baños sucios, falta de internet o teléfono y animales de todo tipo, son algunas de ellas.
“Casi todos los bichos que te puedas imagina, están acá”, le comenta a #BORDER con un tono de gracia y preocupación uno de los funcionarios de un juzgados federal. Los comentarios de este tipo se repiten con cada empleado consultado. “Lo peor está en los archivos. En los del noveno piso muchos de los techos están llenos de humedad y eso hace que se junte de todo y hasta se arruinen expedientes”, explica otro abogado de un tribunal.
El abandono de algunos expedientes y la falta de lugar para poder guardarlos son otros de los temas que preocupan a los magistrados, tal como publicó #BORDER hace unos meses. Pero como muchos otros aseguran, “lo peor está abajo”. En la parte inferior de Comodoro Py se encuentra la otra tanda de archivos, donde se guardan la mayoría de los expedientes. Por las escaleras se puede seguir las líneas de las grietas.
Los relatos no son aconsejables para aquellos que padecen de fobia hacia los insectos. “Un día estaba guardando una cosas y había una bolsa negra medio arrugada, cuando la fuimos a mover con una compañera vimos que se desplegaba un ala negra de adentro… cerramos la puerta y nos fuimos corriendo, ¡era un muerciélago!”, recuerda aterrada y, tras pasar un tiempo, con un dejo de gracia una empleada de un tribunal. Cuando un compañero fue a buscarlo, el animal ya no estaba allí, probablemente se escondió entre tantos otros documentos.
Es justamente en el subsuelo donde denuncian que se junta gran parte de la suciedad. Parte de eso es lo que se hizo público a comienzo de esta semana. Sucede que a fin de año pasado la empresa encargada de la limpieza quebró y anunció que se retiraba del edificio. Transcurrió toda la feria durante el verano y, salvo algunas personas contratadas esporádicamente para la limpieza, nadie ocupó el lugar vacío y la basura se acumuló. “El subsuelo era una fiesta de ratas”, contó para este artículo Julio Piumato, secretario del gremio de Empleados Judiciales, quien además aseguró que “por las noticias que hubo sobre el hantavirus durante el verano todos los que allí tenían que trabajar estaban muy preocupados”.
Piumato fue quien realizó la presentación formal ante la Corte para que se extienda la feria judicial en el edificio ubicado en Comodoro Py al 2002 por las condiciones sanitarias, algo que Gemignani rechazó por considerar que las instalaciones estaban volviendo a la normalidad.
En los pasillos del edificio todavía se pueden ver algunas bolsas de basura. Pero hay muchas más en los tachos y contenedores de afuera, a donde el personal de limpieza las lleva en un carrito de supermercado. Son empleados provisorios. Según ellos mismos dicen, trabajarán hasta mañana porque, esperan desde los tribunales, a partir del jueves se pondrá en funciones la nueva empresa que se hará cargo de la higiene del lugar.
A pesar del pedido por mantener el orden, los baños siguen viéndose sucios. Sobre todo los de los primeros pisos, donde están los públicos y los de más fácil acceso, no solo para los trabajadores sino también para aquellos que vayan a los tribunales. Papel acumulado, inodoros tapados y sin tapas, canillas sin agua y un olor ciertamente intolerable es moneda corriente en la mayoría de ellos.
Otra de las -insólitas- plagas puede ser considerada autóctona del edificio judicial: las pulgas de papel. Se esconden entre las fojas de los expedientes y pican cuando se los agarra. Muchos de los funcionarios consultados lo saben y tratan de cuidarse, pero la mayoría de ellos sufrió en algún momento en el ataque de estos insectos.
No es la primera vez que se enciende las alarmas por el higiene del lugar. En julio del año pasado el mismo gremio de Piumato denunció que al menos 6 empleados judiciales se habían contagiado de tuberculosis, al parecer, infectados luego del traslado de presos desde los penales, algo que negó el Servicio Penitenciario Federal (SPF). A ello se le suma un pedido formal en octubre de 2016 de la Cámara Federal de Casación Penal donde pedía una “desratización urgente” por “la presencia de un roedor en el edificio”.
A todos estos problemas sanitarios se le suman los de sistema. Las quejas se concentran en los reiterados cortes de luz y en las veces en que se cae el programa donde se cargan y actualizan expedientes y causas judiciales. Además en la mayoría de las salas no hay wifi, el internet es lento y muchas de las computadores, obsoletas. Los reclamos tardan en solucionarse. En diálogo con #BORDER uno de los jueces que tiene en sus manos algunas de las causas más importantes de corrupción así lo toma: “Hay muchísimas cosas que están mal, escuchá el ruido que hace mi aire acondicionado. ¿Pero que voy a pedir que me lo arreglen? Si me lo sacan no me lo vuelven a poner nunca más”. Un resumen de primera mano de lo que sucede en uno de los edificios más importantes en la Argentina.