En el mundo, ya son casi 300 millones de personas viviendosolas. El fenómeno se replica en las grandes ciudades de los países desarrollados y está comenzando a cambiar el paisaje social en todo el mundo. La revolución soltera, dicen, llegó para quedarse.
Fernanda Sández
Los llaman de mil modos, según el país. Solteros, singles, solos. Desde América hasta Europa y de allí a Asia (donde en Japón, por caso, las solteras de más de 30 años se están convirtiendo en una verdadera “incomodidad” social para un país en donde los niños brillan por su ausencia) quienes van por la vida en modo “mono” ya son multitud planetaria. Según la consultora de tendencias Euromonitor, hoy conforman un impresionante ejército de 277 millones de personas que, de hecho, se duplicó en sólo quince años. Y sigue creciendo.
El fenómeno, desde luego, no es nuevo. El punto es que, de un tiempo a esta parte, todo parece haberse acelerado. Algunos culpan de esta caída en el fervor matrimonial a las sucesivas crisis económicas que- incluso en las sociedades desarrolladas- ponen entre paréntesis los planes a largo plazo, como casamiento y familia.
Por otro lado, se habla de ésta como “la Era del Yo” y ciertamente los solos que antes se avergonzaban de su condición de tales ahora se exhiben, se pasean, se festejan y hasta reivindican su modo de vida como una forma posible de felicidad. De aquel “no es bueno que el hombre esté solo” a “la soledad puede ser una muy buena manera de estar”.
“El fenómeno de los singletons o gente que vive sola hoy está instalado en todo el mundo”, apunta al respecto LauraOrsi, psicoanalista y miembro de la AsociaciónPsicoanalítica Argentina (APA). “Es gente que la pasa bien estando sola, que se aboca a su trabajo y que –así tenga pareja- no se plantea la convivencia. Así es como puedenmantener lo que anhelan y han logrado: libertad, autonomía e independencia”, precisa.
Y esta ecuación se vuelve especialmente atractiva para las mujeres, que cuando tienen más educación y posibilidades de progresar por su cuenta, postergan (a veces para siempre) el casamiento y hasta la convivencia. ¿Un dato contundente al respecto? En Japón, donde 7 de cada 10 mujeres dejan su carrera luego de tener su primer hijo, la soltería es un estado al que cada vez menos mujeres están dispuestas a renunciar.En el caso de los hombres, otro tanto: hay 13 millones de solteros jóvenes, de los cuales 3 millones tienen más de 35 años y siguen viviendo con sus padres.
En Estados Unidos el panorama es todavía más claro. Allí, a los “singles” les tomó sesenta multiplicarse por diez y hoyson más de 30 millones. Una multitud que –gracias al sociólogo Eric Klinenberg- ya cuenta hasta con libro propio.Se llama Going solo y trata esencialmente de cómo esa marea de “sueltos” (aunque no necesariamente “solitarios” ni “solterones”) está comenzando a cambiar la vida social de las grandes ciudades. Es que, por primera vez en décadas, la escena ya no la dominan las ruidosas familias con niños sino que conviven en el mismo paisaje padres, madres, niños y grupos de singles. Y todo el mundo contento, o algo por el estilo.
De hecho, la eclosión de los singles ha traído (entre muchas otras consecuencias) el cambio y la adaptación de muchos negocios antes pensados exclusivamente para familias o parejas que hoy se adecuan para jugar con las reglas de un mercado poderosísimo (recordemos que los singles disponen de todo el dinero que generan para gastar en sí mismos) y acostumbrado a seguir sus propios deseos al pie de la letra.
Ahora bien, ¿cuándo fue- si es que se puede rastrear algún momento preciso- que la soltería pasó de ser un estado a superar para convertirse en el estado al que cada vez menos gente quiere renunciar? En el caso de las mujeres, según la psicoanalista Adriana Guraieb, “estamos ante un datohistóricamente inédito: hoy la mujer se mueven por el mundo sin pareja, sin marido, sin hijos, sin familia, cuandosiempre se ha movido bajo la protección patriarcal. El hombre o marido elevaba su estatus social, mientras que la falta de pareja la colocaba en una situación de inferioridad, en un no-lugar en el mundo”. Eso, claramente, cambió. Y para siempre.
Esa es quizá una de las razones del éxito del corto “35 y soltera”, de la argentina Paula Schardgorodsky , que ni bien subió a la red se viralizó hasta lo impensando. El video, elegido además por el prestigioso periódico The New York Times, sin dudas fue visto rápidamente por millones de personas porque la historia que cuenta es, también, la de millones: muchas parejas, muchos intentos y ninguna relación con miras al largo plazo.
La diferencia es que esto que durante generaciones fue vivido como un “fracaso”, hoy parece ser el estado vital de millones de personas que- en el camino hasta dar o no con el amor de sus vidas – entran y salen de los vínculos sin sentir por eso que están “desperdiciando” el tiempo. Ni tomarse por eso al amor menos en serio.
De hecho, hasta podríamos ver en la revolución de los singles un claro gesto de madurez emocional, que propone la felicidad como un trabajo personal que no necesariamente depende de la providencial aparición de otro que venga a rescatar a nadie de su propia vida. “Antes de estar con alguien hay que saber estar solos, para no desarrollar dependencias emocionales”, apunta Orsi. “Toda buena relación está basada en el desarrollo de cada uno por separado, sin presiones ni demandas ajenas”, agrega. Sólo entonces el otro, cuando llega, viene a sumar amor, compañía y alegría. No a dotar de sentido a una existencia que ya lo tiene por sí misma.
El matrimonio y la pareja, ese estado de dúo que fue considerado durante décadas el único modo posible de ser feliz, han demostrado de sobra sus límites y sus trampas: divorcios, soledad en compañía, relaciones que sobreviven y se extienden mucho más allá del fin del amor por razones tan sorprendentes como los hijos, el “nivel de vida” que no podrá sostenerse luego de una separación, etc, fueron la etapa previa a esta verdadera “revolución de los solteros”.
Tal vez por eso, esta nueva generación de solos 3.0 está reescribiendo no sólo las reglas de la soltería sino también las de la pareja. Ergo, si se está con alguien se lo hace para estar mejor que cuando se está solo. Y eso, claramente, no es tarea sencilla.
¿Entonces? Lo que vemos: un creciente número de personas que han entendido que la felicidad no necesariamente viene en tándem, y que también se puede disfrutar y mucho viviendo en modo single. Especialmente cuando la vida suele estar llena de amigos, familia y otras formas de relación tan gratificantes como una pareja. Ser feliz de a uno, y en medio de una multitud de iguales: una postal del futuro cada vez menos lejano.
Más del asunto:
*http://www.youtube.com/watch?v=CNLdLKTYNtw
*http://www.elmundo.es/elmundo/2012/03/15/economia/1331832866.html