Por Leila Sucari
Justin Bieber está al borde del abismo. La Casa Blanca debe resolver si lo echa de EE.UU, su salud está en peligro y los fans temen que la bola de nieve siga creciendo hasta terminar en un callejón sin salida. La decadencia se precipita casi tan rápido como la fama. ¿Su carrera está cerca de un final abrupto?
Escena 1: Justin Bieber vomita sobre el escenario en medio de un show.
Escena 2: Justin Bieber le pega a un fotógrafo y lo deja tirado en el piso.
Escena 3: Justin Bieber es arrestado en Miami por correr una carrera ilegal de autos bajo los efectos de un cóctel de drogas, alcohol y antidepresivos.
Hasta hace unos años, Justin era un inocente niño de cara angelical y voz dulce que se divertía tocando la guitarra en el living de su casa. Hoy es el fenómeno pop del que todos hablan: un multimillonario de 19 años perseguido por la Justicia, amado por millones de fanáticos y odiado por más de 200 mil norteamericanos que firmaron una petición para deportarlo a Canadá. Un nuevo ejemplo de cómo el poderoso pulpo de la industria del espectáculo se devora a sus criaturas.
Úsalo y tíralo, así son las reglas del juego. Si el chico no soporta la presión y el vértigo de la fama, ya aparecerá un nuevo modelo dispuesto a ocupar su lugar. La historia la conocemos de memoria: un astuto productor descubre al niño prodigio, lo convierte en una celebrity y lo exprime hasta que no pueda más con su vida y termine en un centro de rehabilitación. Pasó con Drew Barrymore, Macaulay Culkin, Lindsay Lohan y Britney Spears, todos ejemplos de cómo los niños mimados de Hollywood y del universo pop suelen terminar mal. Patricio Furman, psicólogo de la Fundación Bs As, dice: “La fama en estos casos es un shock, un tsumani difícil de controlar. La sensación que se genera es que no hay límites y eso, para una persona que está en pleno desarrollo, es muy confuso. Muchos tienen problemas de drogas porque es la única forma que encuentran de no quebrarse y sostener el personaje que el medio les exige.”.
La carrera de Justin empezó de casualidad. Un día la madre comenzó a filmarlo mientras cantaba y subió los videos a You Tube. Jamás imaginó que sería descubierto por un manager y transformado en la estrella teen más famosa de los últimos tiempos. Mucho menos que el mismo Barack Obama lo convocaría para cantar en la Casa Blanca, que al sacar su primer disco tendría millones de seguidores y que sería uno de los jóvenes más ricos y controversiales del mundo. El cambio de vida fue rotundo. Justin Bieber no tiene una historia familiar de cuentos de hadas: su madre fue abusada de niña, empezó a consumir drogas a los 14 años e intentó matarse a los 17. A los 18 tuvo a Justin y lo crío ella sola, mientras trabajaba y terminaba el secundario. “Si tuvo una infancia complicada o con un marco familiar de poca contención”, dice Furman, “menos recursos va a tener para afrontar todo lo que implica el éxito”.
Mientras se espera que la Casa Blanca responda a la petición que reclama deportarlo, la estrella pop se prepara para enfrentarse el 14 de febrero a los cargos que le imputa la fiscalía de Miami por correr la carrera ilegal de autos y los primeros días de marzo al tribunal canadiense por haber agredido a su chofer. Las fanáticas, los amigos y familiares del joven están muy preocupados. Pattie Mallette, la madre, pidió por favor que tengan a su hijo presente y que recen por él todos los días. ¿Podrá Justin soportar la presión? ¿Será capaz de ponerle un freno a su vertiginosa carrera y entrar, como le pidió su ex novia Selena Gómez, en un centro de rehabilitación? El año pasado la Policía de Estocolmo encontró un arma eléctrica entre las cosas del cantante. ¿Es posible que la historia del niño prodigio termine en un suicidio? Un menor de edad deprimido, con demandas judiciales, problemas de drogas y una cara bonita cada vez más estropeada ¿Eso es lo que llamamos éxito?