Envalentonados con la baja del dólar, el Gobierno puso primera en la negociación paritaria. Jorge Capitanich ratificó esta mañana que negociarán una paritaria anual con todos los gremios y rehusarán el monto fijo que reclaman algunos sectores. Y consiguió instalar en la agenda un número amable para los oídos de gobernadores y empresarios: 25%.
Para llegar a este «anuncio», tuvieron que sucederse cinco días de tendencia a la baja del dólar, la noticia de la llegada de los agrodólares y los avances de las negociaciones con el Club de París. Sobre esos datos, endebles, intenta construir su discurso el Gobierno.
Al hablar de la paritaria anual, el Jefe de Gabinete retrucó con un «que bajen los precios» y volvió a tirar la pelota para el campo contrario. En ese sentido es que se conocerán en las próximas horas las sanciones a las cadenas de supermercados que incumplieron con el programa Precios Cuidados. Las sanciones «ejemplificadoras» son una marca registrada de CFK. También lo son los convenios puntuales, como el de bajar en Liniers un 15% el precio de la carne y pactar con las petroleras un tope de aumento del 7% para los combustibles.
Cristina Kirchner, quien ha vuelto a dar muestras de estar al final de la cadena de cada decisión que toma el Gobierno, confía en la mano dura de Juan Carlos Fábrega al mando del Banco Central, y en su ministro de Economía, Axel Kicillof, más abocado a las peleas que antes impulsaba Guillermo Moreno que a diseñar planes macroeconómicos.
Hasta ahora, hay que decirlo, el trío CFK – Fábrega – Kicillof ha encontrado un rumbo. Un camino con varias similitudes a los planes expuestos por los archienemigos de la tribuna, pero un rumbo al fin. Para muchos economistas, las soluciones que proponen siguen siendo sólo remiendos para un sistema roto, pero el kirchnerismo morirá en su precepto de que la política está por encima de la economía. Y no claudicará en este tramo final.