Por Leila Sucari
A la clásica fiesta de quince con vestido largo, vals y ceremonia de velas para los amigos, le siguió el boom del viaje a Disney lejos de los padres. Pero los cruceros y las aventuras con Mickey Mouse no duraron mucho. En los últimos años, las chicas comenzaron a pedir más. Un regalo para toda la vida, un recuerdo para llevar cerca del corazón a toda hora y en cualquier lugar: un par de siliconas. La moda de operarse antes de ser mayor de edad, estalló en el mundo entero y aumentó drásticamente la cantidad de cirugías estéticas.
Según un informe de la CECU (Confederación de Consumidores y Usuarios), ya en el 2009 el 10% de las mujeres que recurrían a la cirugía estética eran menores. Los padres autorizan y pagan este regalo tan particular pensando que así ayudarán a sus hijas a aumentar la autoestima y sentirse orgullosas de sus cuerpos.
Frente a esta situación, la legisladora Mara Brawer (del Frente para la Victoria) ideó un proyecto de ley –que presentará esta semana en la Cámara de Diputados- que busca prohibir las cirugías estéticas en menores de 18 años. El objetivo de la iniciativa es preservar la salud física y psíquica de los jóvenes y poner un límite a las exigencias del mercado. Según la diputada, se requiere la «intervención y el cuidado del Estado como agente primordial en la atención y regulación de la salud como derecho humano”. De aprobarse, los médicos que no cumplieran la ley y realizaran las intervenciones, tendrían sanciones que incluyen multas de hasta cinco millones de pesos y la inhabilitación temporaria de la matrícula.
La polémica no tardó en desatarse. Muchos especialistas en cirugía plástica rechazaron el proyecto argumentando que una ley no puede estar por encima de la patria potestad. ¿Qué particularidades tiene la percepción de la imagen en los adolescentes? ¿Es necesaria la prohibición o convendría realizar otra clase de campañas de concientización? ¿No permitir las cirugías implica cuidar a la juventud o restringir la libertad de acción sobre el propio cuerpo?
Patricia Otero, psicóloga especialista en parejas y adolescentes, explica: “Los adolescentes están en plena metamorfosis y tienen un esquema corporal distorsionado, lleno de complejos y confusiones. Por eso son muy vulnerables a las presiones del medio, sobre todo las chicas, que quieren cumplir con los estereotipos femeninos y se frustran al encontrarse diferentes al modelo establecido. Es importante brindar contención, ningún problema de autoestima se soluciona con una cirugía estética. En la adolescencia el riesgo de realizar intervenciones de este tipo es mayor que en cualquier otra etapa, porque el desarrollo físico-psíquico no está completo”.
Las mujeres suelen ser las principales víctimas de la cultura de la imagen. El ideal de belleza que impone el mercado es prácticamente inalcanzable y produce un círculo vicioso de insatisfacción. Muy famoso es el caso de Charlotte Caniggia, quien con sólo veinte años ya se retocó la nariz, los labios, los pómulos, el mentón, se aumentó el busto y se hizo una lipoaspiración de cintura y rodillas. En resumen: transformó su cuerpo y sus facciones con el objetivo de ser como Barbie. El caso es extremo, sí. Pero no son pocas las chicas que quieren tener “otro envase”: más tetas, menos nariz, panza chata.
Fabiana Tuñez, directora ejecutiva de La Casa del Encuentro, dice: “Las cirugías estéticas reproducen los estereotipos de género y enfrentan a las niñas y a las jóvenes a ejercer violencia contra sus cuerpos. Eso es violencia de género. Desde la Asociación estamos de acuerdo en la necesidad de generar políticas públicas que desalienten estas prácticas. Tal vez la salida no sea la prohibición, pero compartimos el espíritu del proyecto de ley y estamos convencidas de que hay que trabajar en conjunto para ir en contra de la presión que impone el sistema”. “Lo indispensable es generar conciencia”, agrega Otero. “Prohibir las cirugías no es una solución en sí, ya que cualquier tipo de represión genera mayor deseo y ocasiona que el problema se desplace hacia otro lado.
La responsabilidad es del conjunto de ciudadanos y, especialmente, de las mujeres. Tenemos que hacer el esfuerzo todos los días de no caer en las telarañas del mercado, exigir respeto y reafirmar la identidad desde el amor y la aceptación del cuerpo que nos tocó. Para eso, hay que aprender a decirles no a las publicidades y a los discursos machistas, que están instalados fuera y dentro nuestro, y que buscan imponer la idea de cuerpo- objeto. Reflexionar y cambiar el foco depende de nosotras.
Más info:
http://www.lacasadelencuentro.org/
http://cirugiaplasticajuvenil.blogspot.com.ar/
http://sap.org.ar/docs/congresos/2013/adole/presentaciones/rodriguez.pdf
