Paro docente: que la inocencia te valga

Por: #BorderPeriodismo

Dejemos la inocencia de lado por una columna. Hablemos de lo que está detrás del paro docente en la Provincia de Buenos Aires. Y hagámoslo sin olvidar nunca esta premisa: los maestros no sólo de la Provincia, sino de todo el país, debieran tener sueldos mucho más altos, al igual que los médicos, por la sencilla razón de que la educación y la salud son los derechos esenciales, junto al trabajo digno, de todo ser humano. Dicho esto, dejemos la inocencia de lado. «Si vos arrancás una protesta con un paro por tiempo indeterminado, ya no dejas lugar a la negociación. En este paro se están olvidando de la proyección. Protestar es molestar, y es lógico, pero hay que meditar hasta dónde llegamos», dijo Alejandro Dolina ayer en Intratables, con su habitual agudeza y progresismo. Minutos más tarde, en el oficialista 6,7,8, estaría el mismísimo Roberto Baradel, pelo planchado, cómodamente sentado para responder las preguntas de los panelistas.

¿Hay algo más que agregar a la visita del líder gremial al programa más oficialista de nuestra historia reciente? Bueno, sí. Podemos agregar por ejemplo la foto que muestra a Baradel y Sergio Massa firmando un convenio para que los docentes bonaerenses pudieran hacer turismo gratis por el Tigre. ¿Es poco? Bueno, entonces hablemos de Fabián Alessandrini, adjunto de la CTA, segundo en la central sindical bonaerense (SUTEBA) y candidato en la lista de Sergio Massa en las últimas elecciones, que no llegó a diputado.
¿Son suficientes datos? Muy bien -recordemos la premisa de nuestro primer párrafo, sobre el pleno derecho al reclamo salarial de los docentes- y pensemos en la realidad de cada uno de nosotros. ¿Dirían que no a una oferta de aumento del 30,9%? ¿Hay algún trabajador que pueda negar sin carraspear que ese es un aumento importante?
¿Cómo es posible que no se entienda el nivel de desajuste que resultaría de un acuerdo en paritarias del 35% para el total de los trabajadores agremiados? ¿Acaso no sería ese el principio del final para la espiral inflacionaria que el Gobierno torpemente intenta desarticular? ¿Quiénes terminarían pagando ese ajuste? La respuesta es clara: el 35% de trabajadores en negro que no pueden negociar con tanta dureza, los desocupados que difícilmente encuentren trabajo en este contexto, y finalmente el conjunto de los que menos tienen (entre los que están claro los maestros), que verán ese aumento trasladado a los precios.
Aquí no solemos opinar, sino más bien analizar datos y pensar escenarios. Pero el límite de la inocencia son las pruebas: detrás de la puja salarial, que como pocas veces muestra a una de las partes sin ningún tipo de diálogo (¿o acaso negociar no es acercar a las partes y ceder un poco para ganar otro tanto?), está la feroz interna peronista, que amenaza con llevarse puesto todo como un vendaval. Y los responsables de soplar ese chispa para convertirla en un fuego difícil de frenar son tanto Baradel, como Scioli, Cristina y Massa, que desde la cómoda posición de legislador no se hace cago de ninguna de las propuestas que esgrime con poco -o nulo- sustento teórico.
Por si faltaran más ejemplos tenemos el paro general del gremialismo opositor convocado para el 10 de abril por Hugo Moyano y Luis Barrionuevo, fieles aliados del candidato Massa y cada vez más parecidos a aquellos sindicalistas que terminaron por empujar a Raúl Alfonsín por la ventana con los trece paros generales en los 80.
Están nuevamente pensando en los proyectos personales más allá de la realidad de los trabajadores y sus hijos. Nos encaminamos a la cuarta semana sin clases, con padres que pierden presentismo en sus trabajos, o deben pagar para que alguien cuide a sus chicos, o peor aún, se ven obligados a dejarlos solos con el riesgo que eso implica. ¿O acaso Baradel no comparte que tres millones y medio (3,5 millones, el 10% de la población del país) de chicos, más sus padres, no tienen derechos?
La protesta debe seguir pero con las alumnos en las aulas. A esta altura ya no debiera siquiera discutirse este punto. Es parte de la convivencia democrática, una convivencia entre intereses superpuestos y muchas veces antagónicos que no debieran tener como método de lucha afectar al igual sin miramientos.
Nosotros también bregamos por sueldos acordes a las tareas. Apoyamos a los maestros que merecen ganar más y para ello tienen que luchar. Pero el límite es siempre el otro, el semejante. Aquí ese límite se ha traspasado hace por lo menos diez días y se empieza a asemejar a la extorsión policial de diciembre pasado.
Por eso dejamos de lado el frío análisis y opinamos: Scioli y Cristina, los dos funcionarios con mayor poder real en la Argentina y por tanto mayor responsabilidad, debieran estar sentados juntos negociando un aumento que por lo menos equipare a la inflación real, garantizando un salario digno en los escalafones inferiores, y la dirigencia sindical defendiendo sus derechos sin afectar (o afectando lo menos posible) al de sus compañeros.
Y los compañeros no son solamente los colegas del gremio, ni los que piensan igual políticamente. Son todos los bonaerenses, todos los argentinos, cansados de ver cada diez años como una crisis hace trizas sus ilusiones de progreso.
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