Las amenazas de atentados de hoy que realizó Boko Haram mantiene en vilo a la población. Ver el partido contra la Argentina es una cuestión de vida o muerte en el país dominado por el terror del grupo findamentalista islamico que, en su inhumana pelea por querer evitar que la cultura occidental se meta en #Nigeria, ahora se metió con el Mundial. Pero la cosa empezó mucho antes. Enterate cuándo.
Por Fernanda Sández
El secuestro a mediados de abril de más de 200 estudiantes en un internado para señoritas en Chibok enfocó los ojos del mundo en Nigeria. Pero lo multitudinario del ataque terrorista oculta lo esencial: que la condición de las mujeres nigerianas es –más allá de los secuestros- un verdadero infierno en la tierra. Esta es la historia.
Mientras Michelle Obama, Malala Yousafzai (la estudiante pakistaní baleada por los talibanes que se convirtió en el símbolo de la lucha de las estudiantes su país), Sean Penn, Whoopy Goldberg y centenares más de famosos posan con el cartel de “Devuelvannos a nuestras chicas” (el hashtag #bringbackourgirls sigue siendo trending topic en Twitter), la mayoría de esas chicas sigue retenida en algún punto de la enorme foresta de Sambisa, al norte de Nigeria. Una intrincada trabazón de árboles de más de 60.000 kilómetros cuadrados donde el grupo terrorista que las secuestró, Boko Haram, cuenta con refugios secretos. Donde se teme que, así como están las cosas, el rastro de las estudiantes se pierda para siempre.
Sin embargo, la brutalidad de este ataque (las chicas fueron sacadas del colegio en camiones por hombres armados, conducidas al bosque y muchas de ellas “casadas” allí a la fuerza, en una ceremonia masiva que en realidad buscó ocultar su nueva condición de esclavas sexuales del grupo, mientras que el resto fueron vendidas como “esposas” en Camerún y en Chad ) puede que esconda lo central. Y lo central es que, con o sin secuestro, con o sin violación, con o sin venta de mujeres a 2.000 nairas nigerianas cada una (cerca de doce dólares), la condición de la mujer en el país más poblado de Africa deja demasiado que desear. De hecho, desde hace no menos de una década organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos llaman la atención sobre el brutal sexismo que allí impera. Porque más de la mitad de las adultas no saben leer ni escribir. Porque en caso de violación, a la que se censura es a la mujer (por “haberse dejado violar”) y casi nunca al hombre. Y porque si además ese ataque termina en embarazo, ni esa mujer ni su hijo tendrán ya a dónde ir, ni quien responda por ellos. Hasta las penas en caso de violación son distintas: si la víctima es hombre, el crimen se considera “grave” castiga hasta tres años de prisión; si es mujer, el delito es “menor” y la pena será, como mucho, de dos años. Pero, además, la violencia doméstica es a la vez alarmantemente frecuente y secreta, ya que al ser considerada un asunto de índole privada, el estado no interviene. Así, según un revelador informe de Amnistía Internacional llamado Nigeria, las voces no escuchadas: violencia contra las mujeres en el ámbito familiar, se afirma que solamente en la provincia nigeriana de Lagos dos tercios de las mujeres han sido víctimas de algún tipo de violencia (sexual, física, psicológica) en el espacio del hogar. Según el director del Programa para Africa de Amnistía Internacional, “todos los días, muchas mujeres nigerianas son golpeadas, violadas e incluso asesinadas por miembros de sus familias por supuestas transgresiones que abarcan desde no tener la comida hecha a tiempo hasta visitar a parientes sin permiso del esposo. Los esposos, compañeros y padres de estas mujeres son responsables de la mayor parte de la violencia de que son objeto. El gobierno tiene el deber de protegerlas.» El punto es que desde que este informe fuera difundido, hace nueve años, la violencia contra las mujeres ha entrado en una escalada infernal. Especialmente en las empobrecidas provincias del norte nigeriano, que es precisamente donde se originó y se hizo fuerte el grupo terrorista Boko Haram. Allí, este grupo (hoy extendido hasta el centro del país) promueve la instalación de un estado islámico independiente bajo la ley de la sharía, una forma extrema de la ley coránica encarna el perfecto “ojo por ojo, diente por diente”. Entre otras cuestiones, al que roba se le corta la mano y la mujer que incurre en “inconductas” tales como el sexo prematrimonial o la infidelidad puede ser apedreada hasta morir. ¿Y la educación? Bien, gracias. De hecho, lo que este grupo integrista propone para las mujeres es que permanezcan en sus casas hasta casarse y mudarse a un nuevo hogar, junto a sus maridos. No en vano Boko Haram, en housa –la lengua cotidiana en Nigeria- significa “la educación occidental es pecado”. De allí que sus últimos ataques se hayan centrado en colegios y escuelas (a las que normalmente incendian), en las que han asesinado tanto a alumnos como a profesores. Y, en el caso de las mujeres, la enseñanza occidental (mejor dicho: la enseñanza a secas) es directamente inadmisible. De allí el video en el que se ve al líder del grupo diciendo que “por Alá, venderé a esas mujeres en el mercado” y llamando a las chicas jóvenes a “dejar la escuela y casarse”. Es decir: dejar de estudiar, repetir la historia de sus abuelas y madres y simplemente pedir al cielo la infinita fortuna de que sus maridos no sean violentos. O que, al menos, no les dediquen un “baño de ácido”. Esto es, que –a fin de “castigarlas”, desfigurándolas brutalmente- no derramen sobre ellas una botella con ácido, una práctica tan común aquí como en la India, donde las víctimas del tal baño también son innumerables. En su momento, Amnistía Internacional recomendó al gobierno nigeriano prestar especial atención a esta clase de temas y comenzar a combatir la indolencia policial y judicial frente al reclamo de las víctimas. Cuatro años más tarde, en 2009, Boko Haram comenzaba a volverse un nombre común en Nigeria, un país dividido en cientos de tribus y dos regiones en permanente tensión: un norte islámico y un sur cristiano. Las chicas secuestradas el 14 de abril y aún en manos de este grupo eran mayoritariamente cristianas en un internado ubicado en Chibok, en el estado de Borno, cuna de Boko Haram y en donde la sharía es la que manda. Hoy, la situación general en Nigeria no podría ser más complicada. Con el gobierno de Goodluck Jonathan cuestionado desde todos los frentes (local e internacional, y en ambos casos criticado por no haber podido detener el avance de los integristas) y la suposición de que las chicas robadas y aun no vendidas están en Camerún -donde Boko Haram tiene aliados y refugios- el panorama no podría ser más desolador, especialmente porque la naturaleza misma del grupo que las secuestró y que actúa por células independientes, cancela cualquier clase de negociación. No hay un interlocutor válido (ni dispuesto a negociar) de parte de los terroristas. Veinte de las chicas están enfermas. Dos, muertas por picaduras de serpientes. Una de las pocas que lograron escapar, contó que –por ser virgen- había sido “casada” con uno de los líderes. A las demás, las violaron hasta quince veces por día. Y a la que se resistía, la degollaban. ¿Sorpresa? Ninguna. Porque antes de Boko Haram, antes del secuestro y de las violaciones, existía ya una matriz social que naturalizaba, justificaba y volvía “legal” en los hechos a un sexismo violento hasta niveles inimaginables. Así lo confirma la abogada y activista por los derechos de las mujeres Hauwa Ibrahim, quien en una entrevista sostuvo que “en Nigeria, la gente cree que lapidando a una mujer tendremos una sociedad pura. La gente piensa que la sharía es buena, porque es la religión, y piensan que esos valores son buenos. Creen que gracias a esas leyes, lapidando a las mujeres, se reducirá la promiscuidad y tendremos una sociedad libre de pecado y pura. Piensan que si un niño ha robado ganado, debes cortarle la mano, y así contribuirás a tener una sociedad más limpia”. Y ella-justamente ella, que ha actuado como defensora en cientos de casos en los que el posible castigo era la lapidación o la amputación- pudo comprobar que esta forma de ley tan implacable sólo parece regir para las mujeres más pobres y menos educadas. Por eso, la educación de las mujeres es central en Nigeria. Y por eso, también, el secuestro de estas estudiantes tiene un valor simbólico enorme. Ellas son todas las demás. Los terroristas lo saben. Y ahora el mundo también. Para saber más: * http://www.hrw.org/es/news/2014/05/08/secuestro-de-ninas-lleva-al-hartazgo-la-poblacion-de-nigeria * http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/05/08/actualidad/1399531273_810291.html * http://cnnespanol.cnn.com/2014/05/06/por-que-boko-haram-secuestra-ninas-en-nigeria/