Esta semana tres mujeres fueron asesinadas en nuestro país en manos de violentos. Acá te contamos una de las historias de terror de este año y por qué el Estado no logra proteger ni siquiera a las que denuncian.
Por Leila Sucari
La mujer tiene miedo. El hombre la golpea frente a sus hijos, la maltrata, le dice que la va a matar. Ella va a la comisaría, quiere hacer la denuncia. La Policía toma la declaración pero no hace nada. O le dice que vuelva a su casa, que deje de armar escándalo y arregle las cosas con su marido puertas adentro. La mujer necesita ayuda pero nadie la escucha. Su infierno es cotidiano y cada vez peor.
Mientras, afuera todo sigue como si no pasara nada. La mujer es Karina Flamenco y vive en Merlo, en un monoambiente precario con su pareja y sus hijos. El hombre, Cristian Méndez, es su ex y no la deja vivir: le tira piedras, la amenaza de muerte, la persigue. La mujer hace la denuncia por violencia de género una y otra vez, pero la Policía no actúa. Hasta que un día, el hombre prende fuego la casa y mueren todos: ella, su pareja y los seis nenes. Al acusado lo atrapan pero no se sabe si irá preso, puede que sea declarado inimputable.
La mujer –también- es Teresa Seco. Vive en Tucumán y es víctima de su marido, que la golpea y maltrata. La mujer intenta denunciar al agresor pero los policías le dicen que mejor que vuelva más tarde. Una madrugada, el hombre llega borracho y le pega. El hijo mayor, de 13 años, agarra un cuchillo de la cocina para defender a su madre. La mujer se lo saca y, en medio de la golpiza que reciben ella y el chico, le da un puntazo al marido para protegerse. El hombre muere.
Ella se salva, pero es condenada a 12 años de prisión por homicidio agravado por el vínculo. Pasan tres años y cuatro meses hasta que la Corte revoca la sentencia y dice que la mujer actuó en legítima defensa. Mientras, Teresa estuvo encerrada, lejos de sus hijos y privada de sus derechos.
No sólo tuvo que sufrir durante años la tortura de su marido, sino también la indiferencia de la Policía y la humillación de una justicia machista. La mujer son miles de mujeres de nuestro país. Las historias tienen sus particularidades, pero la mayoría termina en tragedia y está teñida de injusticia. La mujer exagera, se lo busca, es una loca. La mujer es todo eso hasta que aparece muerta. Recién entonces se la toma en serio. Pero ya es tarde.
Según un informe realizado por la Asociación Civil Casa del Encuentro, en Argentina el año pasado hubo un femicidio cada 30 horas: 294 mujeres asesinadas víctimas de violencia de género, más de 400 chicos se quedaron sin madre. En el 38% de los casos, los asesinos eran novios, parejas, maridos o amantes de las víctimas. La mayor parte de las mujeres tenía entre 19 y 30 años.
Casi todas fueron asesinadas dentro de su casa. “Detrás de estas cifras hay historias, familias destruidas, proyectos truncados y niños que ahora no tienen madre”, dice Fabiana Túñez, Coordinadora General de la Casa del Encuentro. El fracaso del sistema institucional es innegable. Los métodos de prevención y asistencia no funcionan. Esto llevó a Claudia Nicora a subir una foto al Facebook para pedir ayuda mostrando los golpes que le dio el ex marido. Ya no sabía qué hacer, luego de realizar más de diez denuncias en la comisaría de la mujer de Florencio Varela y no obtener ninguna respuesta.
“Estos golpes que tengo marcados son a raíz de la paliza que me dio mi ex el último martes”, escribió la mujer el sábado pasado. “Fue una discusión, yo entro a mi habitación para llamar al 911, él sale atrás mío, me agarra de los pelos, se tira arriba mío. Con una mano fue al cuello y con la otra fue a la cabeza. A matar. Hace años que sufro violencia de género y desde el 2004 hago denuncias. Estoy harta de que no hagan nada y se me rían en la cara».
Los especialistas concuerdan en que el problema no es la falta de leyes sino su incumplimiento. “La Ley 26.485 plantea la elaboración de un plan integral nacional para la prevención y asistencia directa a las víctimas. Las leyes están, pero se tienen que cumplir y para eso los jueces deberían estar capacitados y no actuar con prejuicios machistas y de clase”, dice Túñez. “La asistencia tiene que ser sostenida y en forma directa. Cuando la mujer llega a hacer la denuncia, tiene que estar presente el Estado a través de la asistencia psicológica, jurídica y social. Tiene que darle herramientas a esa mujer para que pueda rearmar un proyecto de vida. Hay mujeres que tienen 5, 10, 20 denuncias hechas y el aparato no se pone en marcha para asistirla. Esto sucede porque no hay una escucha interdisciplinaria y activa en los tribunales”.
El problema, como siempre, está en la falta de una política de Estado fuerte que asigne el presupuesto necesario. “No hay fondos porque los organismos no tienen presupuestos propios. Desde la Casa del Encuentro, vamos a lanzar una campaña nacional para crear un ministerio, similar al Ministerio de la Mujer en Chile, que de igualdad de oportunidades y que instale la problemática de la violencia de género como un tema de la política pública de agenda”, señala Túñez.
Poner botones antipánico(los tienen cinco distritos instrumentados en todo el país con la particularidada de que Tigre compró botones de alerta temprano que están frenados en la Aduana porque no les permiten ingresar la mercadería), aumentar la cantidad de hogares refugio, de hogares de día y dar subsidios económicos a las mujeres víctimas mientras dura el proceso de salida del círculo de violencia doméstica, son algunas de las cosas por hacer. Otra es que sacarle la patria potestad a los hombres cometieron femicidio: no es posible que los niños tengan que crecer y educarse en manos de los asesinos de sus propias madres.
En su último libro, “Chicas muertas”, la escritora Selva Almada cuenta en formato de crónica tres casos de femicidio, tres asesinatos olvidados y archivados en el interior de nuestro país. “Están los casos concretos, pero por debajo hay un entramado cotidiano de violencia contra las mujeres que es permanente. No veo que esté cambiando la mentalidad, mas allá de que ahora usamos el término femicidio y antes eran crímenes pasionales. La misoginia, en vez de retroceder, avanza”, dice Almada. Y no sólo avanza, sino que atraviesa todos los sectores de la sociedad y los rincones de pueblos y ciudades. Por eso, además de la aplicación efectiva de las leyes, es necesario hablar sobre la problemática, reflexionar, debatir y sobre todo, educar. Porque la violencia de género no es otra cosa que la cara visible de siglos de patriarcado. De sociedades que desprecian a la mujer, la cosifican y la transforman en la propiedad privada de un hombre que se cree con derecho a decidir sobre su vida y su muerte.
Más información:
http://www.lacasadelencuentro.org/portada.html http://www.ela.org.ar/a2/index.cfm?aplicacion=APP187 http://www.jus.gob.ar/areas-tematicas/violencia-de-genero.aspx http://www.jus.gob.ar/atencion-al-ciudadano/atencion-a-las-victimas/programa-victimas-contra-las-violencias.aspx