Lucía Corpacci, gobernadora de Catamarca, está jugando con fuego: ayer decidió acompañar a Sergio Massa en un acto en la plaza central de la capital de la provincia, y desairó a Florencio Randazo, enviado especialmente por Cristina Kirchner para tratar de contener lo que parece un pase cantado hacia las filas del Frente Renovador. En la Casa Rosada, a pesar de la emoción por la visita del presidente ruso Vladimir Putin, no se habló de otra cosa que de «traición».

CFK, que empieza a ver como propios y extraños eligen entre alguno de los dos precandidatos peronistas (Scioli y Massa) antes que renovar vínculos con el Frente para la Victoria. Y es que el peronismo avisora el fin de ciclo y todos tratan de retener su cuota de poder.

El acto en cuestión no era otra cosa que proselitismo. El intendente de San Fernando del Valle de Catamarca es el massista Raúl Jalil, uno de los jugadores más fuertes del Frente en el interior del país, que lidera las encuestas como precandidato a gobernador. La gobernadora, descendiente del clan Saadi, hace tiempo coquetea con Sergio, que le promete el oro y el moro a cambio de firmar el pase antes de las elecciones. Corpacci está más que entusiasmada con la idea y tiene como principal consejero al subsecretario de Asuntos Municipales, Fidel Suárez, que mueve los hilos en favor de la ruptura. Jalil se ha convertido además, en un serio contrincante.

Randazzo debió volver cabizbajo a Buenos aires, tras su viaje de urgencia al noreste. Había llegado el viernes a Catamarca  con la valija llena de promesas: llevar el tren Belgrano Cargas y construir una estación central de transporte. Pero la gobernadora no se conmovió con las promesas y pateó el tablero. ¿La primera de una serie de fugas importantes en el kichnerismo?