No hay una fecha precisa que brinde alguna certeza sobre el momento en que se comenzó a practicar tenis, tampoco acerca del lugar. Tanto Inglaterra como Francia mantienen una vieja disputa al respecto, porque allí se practicaba una versión muy rudimentaria de lo que hoy conocemos.
Por Fer Sommantico
Era una especie de tenis indoor con paredes se conocía en Inglaterra como ‘Real Tennis’ mientras que en Francia se le denominaba ‘Jeu de Paume’ (Juego de la Palma) Los historiadores del deporte coinciden en que lo practicaban las clases altas y miembros del clero. En el siglo XI los monjes jugaban en los claustros de los monasterios a algo parecido al tenis y a la paleta, se supone que ese hábito se desplazó a los palacios. Años más tarde Shakespeare incorporó el tenis a alguna de sus obras. En ‘Enrique V’ podemos leer: “El joven rey Enrique V comunicó a los franceses su deseo de casarse con la princesa y así convertirse en rey de Francia y Gran Bretaña. Los franceses le contestaron mandándole una caja de pelotas de tenis y sugiriéndole que se dedicase al tenis y no a temas de Estado”.
Pero fue Enrique VIII el primer gran aficionado, a punto tal que ordenó construir varias canchas. Por ejemplo, la actual de Hampton Court cuya obra, sin embargo, finalizó después de su muerte en 1625.
El propio proceso de colonización inglés y francés derramó el tenis por el mundo, aunque siempre en los estratos más altos de la sociedad. Es un fenómeno relativamente nuevo la transformación del tenis en un deporte más popular. No obstante durante ese momento más elitista del deporte en Camboya ocurrió un caso extremo. Este país hasta 1954 fue formalmente colonia de Francia. Entre los años 1930 y 1960 nuestro deporte alcanzó su apogeo en los niveles sociales más altas.
Pero fines de los años ’60 se producen dos quiebres. Se inició lo que se conoce como la “era abierta” del tenis; es decir, el germen de su popularidad actual y, a la par, en tierras camboyanas un proceso revolucionario cuya arista más visible era una agrupación guerrillera comunista denominada “Los jemeres rojos” que controlaron el país entre 1970 y 1979.
En ese lapso encararon una profunda reforma cultural, entre cuyos objetivos estuvo la eliminación del tenis porque se lo identificaba como un rasgo de la sociedad que debía cambiarse. Así, se destruyeron los clubes y se asesinaron 37 de los 40 jugadores de la elite camboyana. Entre los sobrevivientes Tep Rithivi logro exiliarse y Sarun cambió su identidad y realizó tareas agrarias. El tiempo los juntó. Ambos lograron volver a expresar su pasión por el tenis, colocaron sobre sus hombros la tarea de poner de pié al deporte y el esfuerzo no fue en vano, ya que a partir de los ’90 Camboya volvió a participar de series de Copa Davis. Es decir, que tras un proceso mucho más duro al fin Camboya recibió “la era abierta”.
De todas formas, hace pocos días terminó el abierto británico. En Wimbledon aún se aprecia la resistencia de las viejas costumbres que sobreviven a los tiempos de la televisión y el marketing deportivo. Aún con protagonistas que están lejos de la realeza o el clero, el torneo conserva la fuerza de algunas tradiciones. La más significativa es quizá la obligación de vestir de blanco. Aún en tiempos en que el tenis es un deporte popular y accesible, conserva vigencia la advertencia de Wilfredo Pareto cuando se interrogaba sobre el fenómeno democrático y advertía que quizás la promesa de igualdad de la democracia era sólo el ropaje que permitía ocultar a la vieja nobleza sus privilegios. Si antes gozaban de vasallos, decía Pareto, hoy gozan de exenciones fiscales y judiciales…