El día después de las históricas elecciones en Brasil, que dejaron como ganador a Lula Da Silva, la incertidumbre, los miedos, la tensión y los festejos conviven en un solo lugar. Se trató de los comicios más apretados y polarizados de la historia del país vecino, en un contexto de alta violencia política y con preocupaciones varias de cara a lo que viene.
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El mapa brasileño quedó bien definido y fracturado en cada región del país tras el ballotage. Mientras Jair Bolsonaro triunfó en el sur y centro del país, Lula da Silva sacó su diferencia a nivel nacional gracias a la gran cantidad de votos que recibió en el norte del país. En algunas regiones superó hasta la barrera del 70%. Sin embargo, el presidente electo, que comenzará su tercer periodo al frente de Brasil en enero, no pudo imponerse en los principales estados de la nación (San Pablo y Río de Janeiro), donde Bolsonaro triunfó de forma clara, pero sin que le alcance para revertir el 5% de desventaja que tenía frente a Lula a nivel país.
A pesar del regreso de Lula a la presidencia tras 12 años, la gobernanza en Brasil no será nada sencilla y el líder del Partido de los Trabajadores deberá lidiar con un Congreso dominado por Bolsonaro y sus aliados, además de tratar con una mayoría de gobernadores bolsonaristas a nivel estadual.
LOS DESAFÍOS EMPIEZAN HOY
La ira, el silencio y la decepción de Bolsonaro
El actual presidente de Brasil jugó durante toda la campaña electoral con no reconocer las elecciones si no se daba el resultado que lo ponía por segunda vez al frente del país. Tanto fue su juego, que hoy sus más fieles seguidores protestan de forma masiva en 11 estados. El motivo principal es la derrota y el regreso de Lula, calificado como “ladrón” y “presidiario”, mientras niegan la veracidad de los resultados oficiales.
Mientras tanto, Jair Bolsonaro se mantiene en soledad, sin dar declaraciones y a la espera de un escrutinio paralelo realizado por parte de las Fuerzas Armadas brasileñas. Es el primer candidato en no reconocer su derrota desde 1989, cuando finalizó la dictadura militar.
A pesar de esto, sus aliados políticos le aconsejan reconocer el resultado de manera urgente, al mismo tiempo que los bolsonaristas piden en las calles una “tercera vuelta”, inexistente en las reglas electorales.
Fuerte oposición y alianzas que mantener
A pesar de la desolada imagen que muestra Bolsonaro, de cara al 2023 con el comienzo del gobierno de Lula, su espacio político se ve más fortalecido que nunca y pone en aprietos los planes que el presidente electo tiene para su mandato. A su vez, Lula, que supo tejer alianzas en todos los sentidos para ampliar su base electoral, debe mantener satisfechas las expectativas de su electorado y cumplir las promesas para con sus socios políticos que son tanto de izquierda -en el caso de Ciro Gomes- como de derecha -entre los que se encuentran Gerardo Alckmin (vicepresidente electo) y Simone Tebet-.
El incentivo por acabar con el discurso antidemocrático de Bolsonaro fue más fuerte, motivó a representantes históricos de todo el espectro político a apoyar a Lula, que ahora deberá rendirle cuentas a figuras como el expresidente socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso, a los representantes de la centroderecha que serán parte del Gabinete e incluso hasta al espacio de su vicepresidente, que fue un pilar importante para su campaña, moderando la imágen de Da Silva.
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El contrapeso
El Partido Liberal (PL), liderado por el actual presidente, contará con 99 bancas (de 513) en la cámara de Diputados y con 14 (de 81) en el Senado. Será el partido con mayor número de legisladores en cada cámara, y junto con sus aliados le será más fácil conseguir las mayorías necesarias.
Lula deberá lucir dotes de buen negociador para que se aprueben sus proyectos y medidas, al enfrentar una de sus mayores desventajas en lo que va a ser su 3er mandato presidencial.
Al mismo tiempo, la gobernación estadual con mayor cantidad de habitantes, y una de las más importantes, la de San Pablo, también será gobernada por el PL, de la mano de uno de los principales aliados del bolsonarismo, Tarcísio Gomes de Freitas. De la misma forma sucede en Río de Janeiro, con la nueva gobernación de Cláudio Castro.
Violencia política
La tensión máxima y los niveles de violencia política que se viven en Brasil no tienen precedentes en las últimas décadas, lo que preocupa fuertemente al próximo gobierno. Durante la campaña se conocieron aberrantes hechos en donde seguidores de Bolsonaro apuñalaban a simpatizantes de Lula, incluso se llegaron a conocer altas cifras de muertes por discusiones políticas.
En las últimas semanas, se viralizaron en las redes otros dos hechos violentos donde se veían involucrados políticos cercanos al actual presidente de Brasil. Roberto Jefferson, exdiputado del PL, recibió con disparos de fusil y granadas a policías que buscaban detenerlo por orden judicial, lo que trascendió y puso en una posición difícil a Bolsonaro a días de la segunda vuelta. Este mismo domingo, mientras transcurría la votación, Carla Zambelli, actual diputada del PL a nivel nacional y reelegida el 2 de octubre en la primera vuelta, apuntó con un arma a la cabeza de un simpatizante de Lula y lo persiguió hasta dentro de un local. El hecho quedó registrado, pero la legisladora aseguró que el hombre la habría agredido por su ideología política.
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