¿Por qué no Malala, premiada en el mundo, es odiada en su país?

Por: #BorderPeriodismo

Mientras el mundo aplaude que el Premio Nobel de la Paz (compartido entre Pakistán e India) haya quedado en manos de la joven Malala Youzafzai, la clase media pakistaní  la mira con recelo y resucita en las redes sociales viejas teorías conspirativas.

Por Chris Allbriton (Daily Beast)

Luego de que el viernes pasado la paquistaní Malala Yousafzai y el indio Kailash Satyharthi, un activista por los derechos de los niños, ganaran el Premio Nobel de la Paz, la reacción oficial de Pakistán fue mayoritariamente positiva. Nawaz Shariff, el primer ministro, la llamó “orgullo de Pakistán” y afirmó que “niños y niñas deberían tomar s la posta  de su  lucha y compromiso”.

El vocero del poderoso ejército pakistaní, Asim Bajwal, se descolgó con un tweet celebratorio, diciendo quea excepción de los terroristas, todos los pakistaníes quieren que los chicos vayan a la escuela”.

Sin embargo, en las regiones más oscuras de la clase media  la reacción fue tanto celebratoria como  despectiva, con muchos de ellos desenterrando  viejas teorías de Malala como parte de un complot de Estados Unidos, la India y las agencias de inteligencia israelí para dejar mal parado a Pakistán.

@Rimmel _Mohydin: Lo más probable es que la CIA y la MOSSAD atacaran a Malala. El Premio Nobel no tiene más valor que un pañuelo descartable. ¡El asesino de masas Begin lo obtuvo!

La BBC, de hecho, citó a Tariq Khattack -editor del Observador de Pakistán- diciendo

“Ella es una chica de tipo normal, intrascendente. No tiene nada de especial. Ella vende lo que Occidente quiere comprar” 

¿De dónde proviene esta animosidad? ¿Por qué no la celebran todos?

Malala se hizo famosa como blogger anónima, reportando en urdu para la BBC desde Swat, en el noroeste de Pakistán,  una de las regiones más conservadoras. Allí desafió valientemente la disposición de los talibanes  que prohibía a las chicas ir a la escuela. En 2012, cuando con ayuda de su padre rompió el anonimato, francotiradores talibanes le dispararon a la cabeza mientras estaba en el autobús escolar. Fue atendida de urgencia en Inglaterra y  se recuperó milagrosamente, para convertirse a partir de entonces en una activista mundial a favor de la educación de los chicos y en especial de las niñas.

Pero que Malala fuera tan exaltada, cuando son muchas las niñas que enfrentan peligros similares a los que enfrentó ella, engendró recelos entre muchos pakistaníes.

@patriótico :“Muchas chicas ahí afuera sufren/ sufrieron mucho más de lo que sufrió Malala, pero sus padres no son agentes de la CIA, como el de ella”

El enfoque de la CIA es bastante común en Pakistán, donde tiende a culparse  a las “manos extrañas” de todo lo malo que le pasa al país. Todo lo que sucede es un complot orquestado por India, Estados Unidos o Israel. O por los tres juntos. Los talibanes, los cortes de luz, la corrupción, la inmovilidad económica, Osama Bin Laden, todo es parte de la misma conspiración.

La tendencia a ver conspiraciones y enemigos por todos lados es un rasgo típico de la clase media pakistaní y anglo parlante, que es profundamente conservadora, nacionalista y desconfiada de Occidente. Quienes no profesan el Islam, son extranjeros,  reciben la aprobación de Estados Unidos (como en el caso de Malala) o bien son parte de una minoría religiosa, son vistos como agentes de las potencias extranjeras.

Lo que no ayuda es que, a veces, las sospechas son ciertas. El médico pakistaní que ayudó a encontrar a Bin Laden trabajaba para la CIA y la India efectivamente complota contra Pakistan como algunas facciones dentro de Pakistán complotan contra la India.

Despreciar a sus premios Nobel es también una tradición en Pakistán. Antes que Malala, en 1979, el el Dr, Abdus Salam obtuvo el Premio Nobel de Física. El también es un paria en Pakistán. Rara vez se lo reconoce y no es el “orgullo” de la nación. ¿Su delito? Ser Ahmadi, una secta musulmana minoritaria que Pakistán ha decretado “anti-islámica” y a la que discrimina espantosamente. Como Malala, también él estaba en el exilio cuando ganó el premio.

Así y todos, la mayoría de los pakistaníes están orgullosos de Malala y la que la agrede es sólo una minoría. Sólo hay una minoría –pero muy ruidosa- atacándola. Pero esa minoría ejemplifica un problema mayor que enfrenta el país: un estado de seguridad extrema necesita de enemigos para poder justificarse y las “manos extranjeras” son un blanco conveniente. Por décadas, los ciudadanos de Pakistán han sido animados por los medios, las fuerzas militares y hasta el mismo gobierno para echarles la culpa de las dificultades que enfrenta el país, en vez de enfrentarlos y resolverlos.

Los políticos, las figuras en los medios y especialmente las fuerzas armadas ignoran el cáncer que se está devorando a Pakistán incluso desde antes de que el dictador Ziaul Haq tomara el poder en 1977.  Sus políticas ayudaron a engendrar el ascenso de un nacionalismo intolerante y severo que mezcla religión con patriotismo. Se trata de una ideología fea, que excluye y marca al otro como un extranjero. Esto es: como un enemigo.

Pero el verdadero enemigo de Pakistán no son ni los Estados Unidos, India, ni siquiera los talibanes que dispararon sobre Malala. Ni siquiera la aceptación pasiva de una creciente xenofobia. Es la negación de que todo esto proviene del mismo Pakistán. Es casi una inhabilidad patológica para auto evaluarse.

Pakistán posee también las semillas de su propia salvación en gente joven como Malala, que muestra lo alto que puede llegar. Al tiempo que nadie quiere otra Malala en el sentido de una escolar que casi paga el precio más alto simplemente por querer educarse, Pakistán necesita y cuenta con miles de Malalas que desafían diariamente el cinismo y la envidia que los odiadores escupen en Twitter. Si los trolls son la peor cara del nacionalismo pakistaní, Malala y todas las chicas a las que ella inspira son el verdadero patriotismo y potencial de su país.

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