En Sumisión, el más rockero de los escritores franceses plantea una distopía en la que un partido musulmán gana las elecciones de su país. Lo mejor del caso es que concreta esa ambiciosa idea en una ficción perfecta.
Por Pablo Strozza (@pstrozza)
Los hechos son de conocimiento público: la misma semana en que Sumisión, la nueva novela del francés Michel Houellebecq, se iba a poner en venta en su país, dos fundamentalistas musulmanes llamados Chérid y Said Kouachi realizaron un atentado contra la revista satírica Charlie Hebdo matando a once personas (entre ellos los famosos dibujantes Cabu y Charb y el economista Bernard Maris, amigo íntimo de Houellebecq) e hiriendo a otras tantas. El hecho le valió una lamentable y fenomenal publicidad a Houellebecq, si tenemos en cuenta que Sumisión narra una historia donde en el año 2022 el Partido de los Hermanos Musulmanes le gana las elecciones presidenciales a la candidata de derecha Marine Le Pen. Y también le valió una custodia permanente al escritor, que desde ese entonces vive casi recluido en el país galo. Ni el mejor Don Draper hubiera podido pensar semejante promoción para un libro, más allá de que Houellebecq haya renunciado muchísimo a todo el circo de las notas de prensa en memoria de Maris.
Pero este libro merece que se hable de él. Sumisión condensa todo el Universo Houellebecq en sus páginas: la misantropía, el turismo, el ataque a la corrección política, el machismo, la religión. El líder musulmán Mohammed Ben Abes es un personaje fascinante: su combinación de talento maquivélico con sus creencias da como resultado un país que se convierte al islamismo, con mujeres que adoptan el velo obligatorio, dejan sus empleos (que pasan a ser masculinos casi con exclusividad) y se dedican full time a sus familias. Lo mismo ocurre con François, un profesor de La Sorbona harto de su vida cotidiana que actúa como narrador y que ve su vida alterada por los cambios religiosos en la sociedad gala, en especial por la poligamia, permitida en ese contexto musulmán.
La idea de Sumisión ya es de por sí provocadora, pero esto se acentúa si recordamos que en 2002 Houellebecq no tuvo mejor idea que declarar que “La religión más idiota del mundo es el Islam” y que “Cuando leés el Corán se te cae el alma a los pies”. Denunciado por agrupaciones musulmanas, el escritor fue llevado a juicio y absuelto con el argumento de que la crítica a la religión es legítima en un estado laico como el francés. Con los sucesos de Charlie Hebdo, Houlellebecq tuvo que aclarar que su novela no era islamofóbica, pero no se privó, tal como es su estilo, de tirar alguna gota de kerosene al fuego, con el costado de verdad que lo hace más que encantador. “Cuando yo era adolescente, en los años setenta, había más cosas permitidas. Muchas más. Ahora, por ejemplo, no se permite más ser racista, ni islamófobo, ni homofóbico. En actualidad, el debate de ideas se limita a la detección de los derrapes. Una vez que el derrape ha sido cometido, el responsable puede disculparse; a eso se limitan sus derechos”, le dijo al diario español El País, en una entrevista que le realizó su colega argentino Gonzalo Garcés.
Con su look actual, que combina a Iggy Pop con Zulma Lobato en partes iguales, su amor por la música tecno y sus papeles cinematográficos (un par de ellos pudieron ser apreciados en el último BAFICI) Houellebecq confirma ser, junto con su amigo Frédéric Beigbeder, uno de los escritores más rockeros de Francia, un país que, como todos saben, un escritor puede presumir con suma tranquilidad de semejante estatus. “No creo que nadie vaya a cambiar de ideología por leer un libro”, declaró cuando, una vez más, fue acusado de reaccionario tras la aparición de Sumisión, para luego completar: “No tomo partido, no defiendo ningún régimen. Deniego toda responsabilidad. He acelerado la historia, pero no puedo decir que sea una provocación, porque no digo cosas que considere falsas sólo para poner nerviosos a los demás”. En estos tiempos donde no cooperar es la única forma de estar en contra, bienvenidos sean por siempre los escritos, ya sean en forma de prosa o de poesía, de Michel Houellebecq.