“Hay que prohibir el Auto-Tune”. Así, sin vueltas, tras recibir el Premio Gardel de Oro en 2018 por su disco Random, Charly García se manifestó en contra del efecto que modifica el registro de voz de los cantantes, y que es un fetiche de los jóvenes traperos. Luego, en declaraciones a Clarín, fue más a fondo: “La música tiene un límite. Y el Auto-Tune es un límite. O sea, es una pendeja que va a un estudio de grabación, le muestra el culo al productor y el productor la contrata. Eso es el Auto-Tune. No tiene nada que ver con la inspiración, con nada”. Y enseguida, al hablar con la revista Gente, se desdijo: “Fue una humorada decir que hay que prohibirlo. La primera que lo usó bien usado fue Cher, una mujer. Yo dije que hoy no importa si podés cantar o no. No tengo nada en contra de la tecnología, las mujeres o el trap… Sólo quise decir que la música queda emparchada como un Frankenstein y no importa la inspiración. El Auto-Tune sólo distorsiona la voz: no está pensado en quién lo va a usar, así que es igual para hombres y mujeres. Simplemente quise significar que así puede cantar cualquiera”.
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Entonces, y antes que nada, definamos que es y cómo se usa el Auto-Tune. Creado por el geofísico Andy Hilderbrand originalmente para detectar pozos de petróleo, el programa fue utilizado al principio para enmascarar errores de afinación e inexactitudes en la voz, y de este modo obtener grabaciones impecables. Fue popularizado, tal como bien decía Charly, por la canción “Believe” de Cher, y luego tuvo detractores y fans absolutos. Entre los primeros podemos contar a Jay Z, que no dudó y tituló a una de sus canciones “D.O.A. (Death of Auto-Tune)”; el grupo Death Cab for Cuties; y Ellie Goulding y Ed Sheeran, en cuyos shows suele aparecer la frase “Live Means Live” para señalar la ausencia de este programa. Y a favor tenemos a los disueltos Daft Punk, que en su hit “One More Time” exageraba con el uso de la herramienta y Kanye West, que cantó en todo su disco 808s & Heartbreak a través del Auto-Tune para dar cuenta de una ruptura amorosa y hacer sonar a su garganta de modo fantasmagórico.
Y aquí está el punto. Todos estamos de acuerdo en que Jimi Hendrix cambió para siempre la manera de tocar la guitarra eléctrica, y que gran parte de su estilo revolucionario pasaba por el uso que le daba a pedales de efecto como el wha wha. ¿Por qué, entonces, no se puede pensar que el Auto-Tune es el punto de partida de una nueva forma de psicodelia vocal a partir de las alteraciones que provoca las distintas maneras de utilizarlo en la voz humana y, por ende, en la creación de nuevas canciones y géneros y en la percepción de quién los escucha?
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Este es el tema central del libro Gritos de neón, escrito por el joven crítico londinense Kit Mackintosh y publicado en la Argentina gracias a los oficios de la editorial Caja Negra, siempre atenta a esta clase de fenómenos. Allí, Mackintosh da cuenta de cómo objetos de uso cotidiano como los teléfonos celulares, las tablets, las computadoras y los videojuegos y apps como los mensajes de voz del Whatsapp, o el sonido low fi de Spotify o You Tube hacen que Internet sea el verdadero terreno virtual / real donde transcurren nuevos géneros musicales como el Trinibad, el UK Drill o el bashment, que hacen que incluso el trap suene a pasado.
Así surgen nombres como Travis Scott, Future o Migos en el ámbito internacional para ser la punta de lanza según el libro, que tiene una falencia ineludible: nada que sea latino, sea Bad Bunny, Rosalía o Duki, por citar los tres primeros ejemplos que vienen a la cabeza, aparece mencionado. Una pena, porque en los primeros trabajos de Duki el uso del Auto-Tune puede darse la mano con mucho de lo mencionado por Mackintosh. También faltan grupos de rock, y allí pica en punta el uso del programa que Babasónicos le dio en su disco Trinchera para adaptar la voz de Adrián Dárgelos a lo que la canción requiere en función a su lírica. Y eso demuestra que es en vano estar a favor o en contra: el Auto-Tune está entre nosotros hace rato y todo depende de quién y cómo lo use. Como cualquier ingrediente novedoso de una vieja receta que, por supuesto, siempre se puede modificar.