El femicida del country

Por: Leila Sucari @LeilaSucari

La mayoría de los femicidios pasan desapercibidos. Sin embargo, cuando se trata de un caso dentro de una “familia bien” la noticia tiene mucha más trascendencia. ¿Por qué los crímenes de los ricos son los preferidos de los medios? ¿Qué tienen de atractivo los asesinatos en los countries que se vuelven tan mediáticos?

Fernando Farré podía simular muy bien la imagen de hombre perfecto. Un empresario exitoso, egresado de la Universidad Católica, rodeado de famosos y casado durante 15 años con una mujer con la que tenía tres hijos y un casa soñada de revista en un exclusivo country de Pilar. Nadie era capaz de sospechar de él. Mucho menos de imaginar que terminaría degollando a su ex pareja (estaban en pleno divorcio) en el vestidor de la casa con un cuchillo de cocina, mientras los abogados y su propia madre estaban en el living.

Desde que la noticia del femicidio salió a la luz, los medios no dejan de reproducirla y de preguntarse qué pudo haber llevado al hombre a cometer semejante crimen. Se habla de “emoción violenta”, se divulgan fotos de Farré posando con modelos internacionales, se escribe sobre las primeras horas del asesino en la cárcel, sobre si tomaba antidepresivos, si era ansioso, si Claudia Schaefer lo maltrataba, si él ya era o no era violento, si no duerme desde que la mató y hasta incluso muchos infieren que la culpa fue de ella por ser una “trepadora” y así transforman a la víctima en victimaria, el típico “ella se lo buscó”.

Si algo se hace con el caso es darle visibilidad. Todos hablan, cuestionan, se indignan y se regodean mirando las fotos del interior del placard. Pero a casi nadie le interesan las cientas de mujeres que mueren asesinadas, como Claudia, en una casa humilde del Conurbano o en un pueblo perdido del interior de nuestro país. Si el femicida es de clase media o baja no causa la misma sorpresa. Como si ser un hombre exitoso en los negocios fuera garantía de ser una persona respetable e incapaz de dañar a una mujer. Cuando lo real es que, más allá de las propiedades que se tengan y de lo abultada o no que sea la cuenta del banco, machistas y violentos hay en todos lados. ¿Acaso tan arraigado está en el imaginario colectivo que un gerente es mejor ser humano que un obrero? ¿Que un señor vestido de traje es más confiable? ¿O es que nos encanta descubrir las miserias que -también- sufren los ricos y famosos, esos que tan felices que parecían a simple vista?

“Hay casos que generan más repercusión porque se genera identificación con la víctima”, dice María Ripetta, especialista en policiales. Si el asesinato ocurre dentro de un country, si el femicida es el estereotipo de hombre de bien -profesional, prolijo, adinerado, padre de familia- que la sociedad nos inculca desde que somos chicos, entonces el caso es más impactante. “Si le pasó a Claudia, le puede pasar a cualquiera, todas estamos en peligro”, es la frase que subyace.

Cuando los problemas no saltan a la vista, cuando la mujer no aparece con la cara deshecha de una trompada y, en vez de eso, se la ve siempre bien vestida y arreglada de la mano de un esposo sonriente estrenando auto nuevo, nadie sospecha. ¿Por qué? Porque somos una sociedad especialista en estigmatizar y en dejarnos llevar por las apariencias.

Los muertos de clase alta siempre tienen más prensa. Y cuando se trata de un femicidio dentro de un country o de un barrio cerrado, más todavía. Ocurrió con el caso de María Marta Belsunce, asesinada en 2002 por su marido en un barrio exclusivo de Pilar. Lo mismo pasó con Norita Dalmaso en el barrio Villa Golf de Córdoba, y con Rosana Galliano, en una casa quinta de Exaltación de la Cruz: mujeres que nadie esperaba ver muertas. Asesinos de los que nadie sospechaba. “Se vive el policial como si fuera una telenovela, como si no fuera un hecho de la vida real donde hay una familia destrozada”, dice Ripetta. De esta manera todo se transforma en un entretenimiento, se juega con morbosidad a espiar los detalles de la vida y la muerte de las víctimas. Quizá lo mejor sería dejar de especular y hablar del tema como si fuera un chimento, y tomar conciencia de que se trata de otro femicidio. Claudia es otra de las cientas de mujeres que fueron asesinadas en los últimos meses por sus parejas y ex maridos.

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