El Papa Francisco, siempre polémico, dijo que durante el año del Jubileo se les concederá el perdón a las mujeres que hayan abortado. En el mundo hay más de 70 mil muertes por aborto clandestino cada año. ¿Qué impacto tiene esta declaración? ¿Las palabras del Papa argentino tendrán influencia sobre la ley? ¿Estamos más cerca del aborto legal, seguro y gratuito?
La legalización del aborto es una gran deuda pendiente de la democracia. En nuestro país hay 500 mil al año, casi la misma cantidad de nacimientos. Algunos se hacen en consultorios privados, de manera segura y sin complicaciones. Pero para eso hay que pagar, y mucho. Las miles de mujeres que no pueden acceder a profesionales y a lugares pulcros y equipados abortan como pueden y donde pueden, solas o con ayuda de otras mujeres. Nadie interrumpe un embarazo por diversión. Para todas, sean pobres o ricas, adolescentes o adultas, es una desición difícil y dolorosa. Para muchas, es una desición que les cuesta la vida: alrededor de 100 mil mujeres al año tienen que ser internadas y 50 de ellas mueren por un aborto mal hecho, siendo la primera causa de muerte materna. La mayoría son jóvenes de menos de 35 años que seguirían vivas si el estado dejara de negar la problemática.
Campañas y proyectos de ley en reclamo de un aborto legal, seguro y gratuito hay de sobra. El principal impedimento siempre fue -y sigue siendo- la presión de ciertos sectores ligados a la iglesia, que en nombre de la vida, siguen dejando que las muertes se multipliquen. Las mujeres con recursos económicos abortan en silencio, con culpa y a escondidas. Pero siguen vivas. Las otras mueren o llegan al hospital llenas de sangre y de vergüenza. De eso no se habla: tanto el gobierno nacional como el porteño no avanzan hacia la aplicación efectiva de una ley que garantice el derecho al aborto. Sin embargo, aunque el tema en el Congreso de la Nación sea un de tabú y la iglesia se oponga radicalmente incluso a debatir, el Papa Francisco acaba de sorprender a todos: autorizó absolver el pecado del aborto durante el llamado Año de la Misericordia, que comienza el 8 de diciembre y termina el 20 de noviembre de 2015.
Este gesto inesperado del Papa, quye tuvo gran repercusión internacional, responde a la intención de crear una iglesia más integradora y les pone los pelos de punta a los sectores más conservadores. «Pienso, de forma especial, en todas las mujeres que han recurrido al aborto. Conozco bien los condicionamientos que las condujeron a esa decisión”, escribió Francisco. “ El perdón de Dios no se le puede negar a quien esté arrepentido. Sobre todo cuando, con corazón sincero, se acerca a la confesión para reconciliarse. También por este motivo he decidido conceder a todos los sacerdotes para el Año Jubilar, no obstante cualquier cuestión contraria, la facultad de absolver del pecado del aborto a quienes lo han practicado y arrepentidos de corazón piden por ello perdón».
Su determinación tiene gran peso simbólico, ya que, hasta el momento, las mujeres que abortaban eran separadas de la iglesia y no había posibilidad de que fueran perdonadas por medio de una confesión tradicional. Que el Papa, la máxima autoridad de la religión católica en la Tierra, haya puesto el tema del aborto sobre la mesa, comprendiendo a las mujeres en vez de juzgarlas, diciendo que puede ser un error en vez de un asesinato imperdonable -como sentencian los llamados “Pro vida”- y marcando agenda a nivel mundial, es un gran paso.
Sin embargo, habrá que ver qué efecto tiene la resolución de Francisco sobre las desiciones políticas concretas, que es lo que realmente importa. Porque lavar culpas estará muy bien para las religiosas, pero el problema social no se resuelve y las muertes no se evitan sin el accionar del aparato del estado. Legalizar el aborto es una cuestión política. Así como también es un acto político decidir sobre nuestro cuerpo con libertad, teniendo la garantía de no de morir en el intento.