Un hombre fue detenido por eyacular sobre una pasajera en la línea A del subte. Los abusos sexuales en la vía pública son mucho más frecuentes de lo que se cree. ¿Qué tenés que hacer si sos víctima de un famoso «manoseo»? ¿Cómo funciona la ley al respecto?
¿Alguna vez sentiste que un cuerpo desconocido te apoyaba en el caos del subte? ¿Alguna vez una mano te tocó y cuando te diste vuelta todos parecían concentrados en sus teléfonos celulares? ¿Te pasó de estar en una fila llena de gente y que te rozaran por debajo de la pollera? ¿Y que se masturbaran delante tuyo en un lugar público mirándote fijo y diciéndote groserías? Si sos mujer es muy probable que te haya pasado. Quizás nunca lo contaste por vergüenza, por miedo o porque estás acostumbrada y pensás que son cosas naturales: les pasa a tus amigas, a tus hermanas, a tu mamá y a tus compañeras de trabajo. Seguramente te bajaste antes del tren alguna vez o volviste a tu casa angustiada o sacada de la bronca y la impotencia.
La semana pasada a las ocho y cuarto de la mañana, en plena hora pico, una mujer viajaba en la la línea A del subte. En un momento sintió que un hombre la estaba apoyando, se dio vuelta y vio que el tipo tenía el pene al aire y había eyaculado sobre su pantalón. La mujer empezó a gritar. Los pasajeros bajaron al hombre a los golpes y llamaron a la policía. La mujer tuvo una crisis nerviosa y fue atendida por personal de la Brigada Móvil de Intervención en Urgencias con Víctimas de Delitos Sexuales. El abusador fue identificado como Juan Marcelo Benítez, tiene 31 años y estuvo detenido algunas horas, luego fue liberado por falta de antecedentes. Hoy está imputado por el delito de abuso sexual simple, por lo que podría tener una pena de entre seis meses a cuatro años de prisión. Mientras, la familia del hombre lo defiende diciendo que la víctima es una “mugrienta” y una “mujer mayor”. “La esposa de él es re jovencita, señora, y tienen una hija. Usted podría ser su madre”, dijo la tía del abusador. Ahora se espera que se hagan las pericias al pantalón manchado con semen para contrastarlo con el ADN de Benítez.
Si bien este es un caso que se volvió mediático, los abusos en lugares públicos son algo de todos los días. La fiscalía porteña recibe un promedio de diez casos de abusos sexuales al mes, pero son muchísimos los que no se denuncian ni salen a la luz. Según un informe de la ONG Defendamos Buenos Aires, cada día hay 100 casos de abuso y acoso sexual en los transportes públicos: en los trenes se da el 42%, siguen los subtes con el 38% y los colectivos con el 20% de los casos.
Cuando estábamos en la escuela secundaria, un tipo que andaba en bicicleta le agarró el culo a una de mis mejores amigas. Ella, que era chica pero valiente, empezó a gritar y terminó haciendo la denuncia en la comisaría del barrio de Boedo. En la declaración el hombre se justifico diciendo que “se estaba cayendo de la bicicleta y tuvo que agarrarse algún lado”. Parece un chiste, pero así fue. A mi amiga le dijeron que tenía que ir un médico a revisarla para adjuntarlo a la causa, pero ella no quiso “¿Encima que me tocaron en la calle, tengo que ponerme en bolas delante de un desconocido para que comprueben que no miento? ¿Qué van a comprobar si sólo me tocó? No tengo ninguna marca”, dijo ella. La cosa quedó en la nada. Tiempo después, a otra conocida un hombre la siguió en la calle, acosándola. Terminaron a las piñas con el novio de la chica, y de ahí, a la comisaría. Como ella era menor de edad, fue la madre a hacer la denuncia. La respuesta del policía fue “señora, usted tiene que entender que tiene hijas muy bonitas”.
Como estas dos historias, se me vienen miles a la cabeza. En algunos casos propias -por ejemplo un día que me persiguió un tipo con el pene afuera, haciéndose la paja durante cuadras, hasta que conseguí un taxi en plena noche en el barrio de Floresta- y otras tantas de mujeres queridas que vivieron situaciones similares de violencia.
Josefina Durán, directora del área jurídica del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), explica: “El manoseo en lugares públicos es un tema sobre el cual no hay mucha información. No hay un delito de «manoseo» como tal. Queda comprendido dentro de la figura de «abuso sexual» del Código Penal que, para casos como el de manoseo, tiene una pena de seis meses a cuatro años. No hay datos muy específicos de la cantidad de casos, hay que tener en cuenta que se da en un contexto de falta generalizada de estadísticas de violencia de género. Me parece que antes que nada falta una condena social seria. La herramienta legal existe. Si quisieran, los operadores del derecho podrían usarla y condenar por este delito. Es difícil de probar el manoseo si no hay testigos. Y aunque haya gente que lo haya visto, porque estamos hablando de manoseo en lugares públicos, pocos van a querer salir de testigos. Esto se debe a que no hay condena social. El abuso está naturalizado porque estamos inmersos en una cultura patriarcal en la que las mujeres están subvaloradas y, una de las consecuencias, es la cosificación. Además, se cree que las mujeres visten de determinada manera «para provocar», y por ende, en el imaginario social, como sólo existen para agradar, ¿por qué no manosearla si «me provocó con esa pollerita«?
Esta vez hablamos del caso de la línea A porque el abusador eyaculó en un subte lleno de gente. Pero cada vez que un hombre toca a una mujer sin su consentimiento, aunque sea apenas un roce, está ejerciendo violencia. El manoseo, las “apoyadas” a las que tan acostumbradas estamos, son formas de abuso sexual. El peor error es naturalizarlo. Para que deje pasar hay que hablar del tema, dejar la vergüenza de lado y hacer las denuncias. La condena social es lo primero que necesitamos para que la víctima deje de transformarse en culpable y los abusos dejen de ser una simple “avivada de macho argentino” para ser tomados como lo que son: casos de violencia de género.