La táctica al filo del capitán Orsanic. La apuesta a todo por la revancha de Del Potro. La presión sobre Murray y el derrumbe de Edmund. Cómo Argentina aprovechó errores ajenos y fortalezas acotadas propias. Los batacazos de argentinidad en Pella y Mayer. Y la esperanza en un camino siempre visitante.
Este año el azar del sorteo hizo que Argentina tuviese un cuadro complicado. Jugar de visitante en la Copa Davis es todo un reto debido a que el equipo local elige la superficie y el estadio a jugar, teniendo en cuenta las preferencias de sus jugadores.
Por los octavos de final, Argentina derrotó a Polonia, de visitante, en una superficie rápida. Luego, en cuartos de final, se enfrentó a Italia, también en la misma condición, pero sobre polvo de ladrillo y con un nuevo triunfo para La Legión Maldita.
Y así se llegó a la instancia de semifinales, a enfrentar a Gran Bretaña. Una vez más, de visitantes.
Antes de meternos en el desarrollo de la serie es conveniente tener en cuenta ciertos detalles. Los jugadores que participaron en la Copa Davis resaltan que en esta competencia hay otro espíritu. Representar al país en equipo significa un desafío mental diferente para los jugadores, acostumbrados a participar en torneos en forma individual.
La presión en la Davis se vive distinta, en comparación con otros torneos. Afecta a algunos jugadores de forma negativa y exalta las mejores virtudes de otros.
Con respecto a los jugadores argentinos, los nuevos integrantes de La Legión Maldita, queda claro que la copa Davis les hace sacar lo mejor de sí mismos. Es un factor que aúna a todos: esa argentinidad que se vio ante los ingleses. En las series que se disputaron el año pasado y en lo que va de éste, se los puede ver rindiendo mejor de lo que lo hacen habitualmente en los torneos de ATP. Demostraron estar siempre a la altura de las circunstancias, dejando en las canchas el cien por ciento y un poco mas también.
Las estadísticas dicen que para ganar la copa Davis el equipo debe tener un top ten del ranking individual, o uno que juegue como tal. En Argentina este año se sumó Juan Martín Del Potro entre los posibles candidatos para jugar algunos partidos de las series. No lo hizo frente a Polonia. Jugó el dobles junto a Guido Pella contra Italia y le dio el ok al capitán Orsanic para jugar al menos un punto contra Gran Bretaña en los singles.
Sobre Del Potro hay que hacer un párrafo aparte. En lo que va del año, su escalada en el ranking fue tan vertiginosa como su juego. Comenzó jugando el revés con una sola mano y pegando con slice casi todos los golpes. (Para los que no conocen mucho de tenis el slice es un golpe que se utiliza más como un recurso táctico para determinadas situaciones tácticas que como un plan de juego). Pero esto no alcanzaba si se querían pretender grandes triunfos. Y eso que se podía observar cómo no pegaba su potente revés a dos manos y aun así se las arreglaba para ganar algún que otro partido a buenos jugadores.
Su juego fue creciendo con el transcurrir del año al igual que su confianza. Un año de revanchas físicas y hazañas metafísicas para el tandilense que empezó a usar más el revés a dos manos, mejoró el slice, su saque, y de esta manera se fue convirtiendo en un jugador más peligroso.
La primera señal la dio cuando eliminó en Wimbledon al reciente ganador del US Open Stan Wawrinka, actual numero 3 del ranking mundial. Luego vinieron los triunfos que todos recordamos contra Djockovic y Nadal en los Juegos Olímpicos de Río, cayendo en una final épica y sin treguas frente a un Murray de altísimo nivel. En estas instancias su juego se asemejaba más al de un top ten. Ya utilizaba más su revés a dos manos, tal vez no tan potente, pero efectivo.
Si debemos mencionar un punto negativo en estos días, sin lugar a dudas es su estado físico. Algo lógico para un jugador que viene de operaciones y largo períodos de inactividad. Con el transcurrir de los partidos, Del Potro va sintiendo cada vez más el cansancio, y más aún cuando viene de una seguidilla de enfrentamientos de larguísima duración. Por el lado positivo, mas allá de la evolución en su juego, lo que hay que destacar es la concentración, la estabilidad mental ante desafíos de envergadura. Se lo nota con mucho aplomo, tomando buenas decisiones en los momentos críticos, allí donde los partidos son tan parejos que el más mínimo error suele costar muy caro.
En la serie contra Gran Bretaña, su jugador mas importante, Andy Murray (quien sufre el mal de los suyos que lo tratan como escocés cuando pierde y británico cuando gana) también merece un párrafo aparte.
Murray es el actual número 2 del mundo. Muy talentoso y un gran estratega, debió cargar durante muchos años con el estigma de que ningún jugador británico haya ganado Wimbledon en 70 años. La presión era enorme pero logró sobreponerse y lo ganó, en 2013, convirtiéndose para los escoceses en un héroe nacional. Una especie de William Wallace tenístico.
Su mente ya no dudó tanto, su confianza aumentó y con ello vino, entre otras cosas, una serie increíble de 20 partidos seguidos ganados de local en copa Davis.
Como mencioné anteriormente, para ganar la copa Davis, Gran Bretaña tenía su top ten. y además un punto fuerte en el dobles, con el hemano Jaime, experimentado y especialista, con un año de muy buenos resultados.
El viernes comenzó la serie con el plato fuerte, Delpo vs. Andy. El planteo del capitán Orsanic para que el tandilense comenzara la serie fue inteligente, dados los antecedentes. Tuvo en cuenta que cuando Juan Martín le ganó este año a Nadal, Djokovic y Wawrinka lo hizo descansado físicamente.
Ese duelo consistía en ver quién imponía sus virtudes -el talento y la versatilidad de Murray frente a la potencia de Delpo- sobre las del otro. El partido fue extremadamente parejo, sin grandes diferencias en el desarrollo y con una mínima a favor del argentino que le permitió quedarse con el triunfo.
Un triunfo inesperado para muchos aficionados del planeta pero no tanto para los argentinos, quienes intuíamos -tal vez por racha, por revancha, por impulso- una posible victoria.
El segundo punto lo disputó Guido Pella, jugador de altibajos en el circuito pero que cuando juega copa Davis lo hace en un gran nivel contra el británico Kyle Edmund, un joven que viene haciendo un progreso enorme en el circuito. Y que llegaba con una muy buena actuación en el US Open.
El partido comenzó con el argentino un poco acelerado pero muy enchufado. Con el correr de los games, Pella fue bajando de revoluciones y pese a perder el primer set, se lo veía con golpes afilados y entero anímicamente. Así ganó el segundo, siguió firme en su juego y desmoronó la seguridad de su rival, para ganar en un cuarto set por 6-2 y así lograr la situación ideal e impensada de un 0-2 en la serie, a favor de Argentina. Llegábamos al día sábado con un resultado inmejorable.
Las especulaciones de cómo debía formar la Argentina eran muchas, teniendo en cuenta la dupla británica, una de las mejores en copa Davis. La lógica de los aficionados, periodistas, comentaristas -y por qué no agregar también algunos jugadores profesionales- era darle tiempo a Delpo para que se recuperara físicamente, y defina la serie en un quinto punto frente a un rival siempre más accesible que Murray.
Llegada la hora del encuentro, se pudo observar a Leo Mayer entrando a la cancha en compañía de Del Potro. Nadie entendía la jugada del capitán, y más aún teniendo en cuenta lo que había comentado Juan Martín el viernes por la noche, que no estaba del todo entero físicamente. Solo los que estuvieron en esa charla táctica sabrán porque se resolvió jugarasí. A veces, para ganar hay que hacer lo imprevisible.
Por el lado británico, luego de haber perdido los dos puntos del viernes llovieron las críticas sobre el cuerpo técnico y Andy Murray. Las crónicas de allí hacían mención a que salvo Andy, el resto de los jugadores no se sentían cómodos en esa superficie. Desde acá todavía nos preguntamos por qué no eligieron el césped, donde los británicos son escuela.
El dobles fue la derrota esperada. Una pareja que juega de memoria, con mil batallas encima, contra dos singlistas con mucha potencia y ninguna experiencia en esta especialidad. Se dio la lógica, ganaron los hermanos Murray pese al buen desempeño de los argentinos.
Así se llego al domingo, con la serie 2 a 1 en favor de Argentina y las sorpresas que aún no cesaban; estaba la incógnita de si Delpo podría jugar un quinto partido.
El cuarto punto lo jugó Guido Pella frente a un Andy Murray, cansado pero con sed de revancha. Poco pudo hacer el voluntarioso Pella frente a la superioridad del escocés.
La serie se tornó dramática e imprevisible al máximo. Desayunarse que Del Potro no jugaría el quinto y en su lugar entraría Leo “el Yacaré” Mayer, despertó lo peor de nosotros, con el cuestionamiento, superficial tan a mano.
Por el lado británico, también había sorpresa. Jugaría el enigma Evans en lugar de un Kyle Edmund, bajoneado anímicamente.
Todo se redujo a quién manajaba mejor las presiones.
Comenzó el partido con mucha presencia por ambas partes, pero el primer set fue para el británico. Así y todo a Mayer, con experiencia en este tipo de situaciones, se lo veía enchufado y con un muy buen juego ofensivo que lo llevó a ganar el segundo. A mediados del tercero, a Evans lo empiezan a traicionar los nervios, comete más errores y se queja más de la cuenta. La batalla psicológica comenzó a ser dominada por el Yacaré, quien gana dos parciales y se queda con el partido, llevando una vez más a la Legión a una nueva final, inesperada para muchos. abían derrotado a las fuerzas escocesas comandadas por William Wallace.
El triunfo tapó por suerte las críticas que podrían haber surgido por decisiones astutas que se tomaron desde el primer momento. Una especulación al límite, es cierto, pero con conciencia de las posibilidades y aprovechando todos los recursos. Para Gran Bretaña, Murray volverá a ser escocés, por un tiempo.
La final será contra Croacia. Como parece que debe ser para lograrlo: de visitante. Allí esperara a la legión un temible sacador, Marin Cilic, y a un gran doblista como lo es Iván Dodig. No parecen ser más difíciles que lo que se acaba de pasar, pero falta una eternidad. Dentro de un par de meses sabremos si, de una vez por todas, la ensaladera de plata queda en Argentina. O, mejor dicho, que la traigan.