Mientras todos los cañones apuntan a la pelea con los fondos Buitre y la Justicia estadounidense, Cristina Kirchner construye lenta pero implacablemente el camino alternativo de las relaciones comerciales y políticas con el bloque BRICS.
Ese conglomerado de países con economías emergentes, populosos y con perspectivas de desarrollo está compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (de ahí el nombre BRICS), que en conjunto representan más del 40% de la población mundial y reúnen 135.000 billones de dólares de PBI.
Hacia la última reunión en Fortaleza fue CFK, para cerrar acuerdos de comercio, con Dilma Rouseff como anfitriona, pero sobre todo a buscar apoyo en la disputa con los holdouts. «Hay que terminar con el pillaje financiero internacional», dijo ante sus pares, que a su vez respondieron con una declaración conjunta en la que destacaron «la necesidad de alcanzar simultáneamente crecimiento, inclusión, protección y preservación».
El BRICS, una idea nacida en 2001 que terminó de plasmarse oficialmente en 2008, es hoy el principal desafío frente a la dominación norteamericana, lo que le vino como anillo al dedo a CFK para aprovechar la ocasión y mostrarse fuerte junto a sus pares latinoamericanos. La visita del presidente ruso, Vladimir Putin, el fin de semana pasado había sido el preludio ideal para la reunión en Fortaleza. El bloque, que podría convertirse en la principal potencia económica para 2050 según las tesis de los economistas, configura un lugar ideal para la idea de Cristina, de cerrar su ciclo en el Gobierno con una Argentina mejor posicionada frente a los mercados internacionales. Algo así como apuntalar su autoimagen de estadista con algún certificado internacional además del sello de la UNASUR, que no es poco, pero no alcanza.
CFK dijo poco (participaron además la gran mayoría de los países de la región), pero contundente: «(Esta reunión) Es muy importante, sobre todo ustedes que son los jóvenes y que son presente y futuro, y los que no pueden permitir que les hipotequen las esperanzas, las ilusiones y los sueños de un Brasil mejor, de una América del Sur mejor y de un mundo mejor».
En lo práctico, el BRICS creó un Nuevo Banco de Desarrollo, que contará con un aporte inicial de 50.000 millones de dolares y un fondo de contingencias financieras de 100.000 millones de dólares. «Van surgiendo cada vez más instituciones que cuestionan precisamente este funcionamiento de los organismos multilaterales», dijo la Presidenta, con un más que evidente interés en sumar recursos para eventuales problemas como los que atraviesa el país en estos momentos en el tribunal del Juez Griesa.
Justamente el nuevo organismo tiene como fin establecer mecanismos financieros alternativos a los que ordenan el mundo financiero desde el acuerdo Bretton Woods firmado tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, momento en el se creó el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Aquellas dos piedras fundamentales tenían como fin ayudar a la reconstrucción de Europa y evitar la especulación y los problemas con los tipos de cambio. Setenta años después, el evidente desgaste de esas estructuras y los cambios en el mapa de la economía global, hacen evidente la necesidad de nuevo orden.
Para Cristina, esa tribuna es el lugar ideal para un cierre de ciclo que ella imagina «para el bronce».